El Sello: Ron, Torturas del pasado

Capítulo 15: El Espejo Roto

(Presente – Jardín de la Hermandad Adelfuns – Røn concluye su narración)

—Ver a Markethe allí, en Kaelen's Folly... fue como si el último ancla que me unía a mi antigua vida se hubiera convertido en una cadena, arrastrándome hacia un juicio que no estaba preparado para enfrentar. Mi reacción no fue solo ira, Maestro. Fue pánico. Un pánico salvaje y oscuro que se disfrazó de poder. Si él, el símbolo de mi pasado, no podía detenerme, ¿quién podría? Si podía hacerle a un lado como si no fuera nada, entonces nada ni nadie importaba.

»Y con ese pensamiento, con esa terrible y liberadora certeza, llegué al corazón de la fortaleza. Y allí... allí me convertí verdaderamente en el monstruo cuyo nombre susurraban en la oscuridad. Allí, rompí la última ley, la que ni siquiera los peores hombres se atreven a transgredir. Me convertí en un devorador de almas.

(Pasado – Kaelen's Folly – Narrado por Røn)

Dejé a Markethe y a su equipo rotos en la plaza y continué mi avance. La resistencia que quedaba era esporádica, desesperada. Derribé las puertas del torreón principal, el último bastión de Kaelen's Folly. Dentro, no encontré guerreros, sino a los comandantes, a los burócratas... y a sus familias. Civiles. Hombres y mujeres sin armadura, niños con ojos desorbitados por el terror, todos acurrucados en el gran salón, esperando un final que ya había llegado.

Buscaba respuestas sobre Njord. Interrogué al oficial al mando, un hombre pálido y tembloroso que juraba que Njord se había marchado hacía semanas, dirigiéndose a una fortaleza secreta en los picos helados, un lugar sin nombre en los mapas. No me dio nada más. No tenía nada más que dar.

Y la frustración, la rabia por la traición de Morian, el dolor amargo de mi encuentro con Markethe, todo ello hirvió dentro de mí, buscando una salida. Miré a las personas acobardadas en el salón. Eran parte de Neipoy. Eran parte de la maquinaria que había matado a mi padre. Culpables por asociación. Esa fue la retorcida justificación que mi mente, envenenada por Ruin, construyó en un instante.

Pero ya no quería simplemente matarlos. Matar era... insuficiente. Era un final demasiado rápido. Recordé el poder que había descubierto al tomar el alma de Vorlag, esa sensación de plenitud corrupta. El vacío dentro de mí clamaba, hambriento.

—Vuestro servicio a Neipoy ha terminado —dije, y mi voz resonó en el salón silencioso, una sentencia de muerte que iba más allá de la simple muerte.

Levanté ambas manos. El poder de Ruin surgió de mí, no como fuego o sombra, sino como una neblina verdosa y hambrienta que llenó la habitación. Los cráneos que adornaban mi armadura comenzaron a brillar con una luz interna, sus cuencas vacías parpadeando como si se despertaran.

La gente comenzó a gritar cuando la niebla los tocó. No era un dolor físico. Era algo peor. Vi cómo sus formas físicas se volvían translúcidas, cómo hilos de energía pálida y espectral eran arrancados de sus cuerpos, gritando en un silencio que solo yo podía oír. Sus almas.

Estaban siendo arrastradas hacia mí, hacia el vacío que yo representaba. Sentí una oleada de poder abrumadora, las vidas, los recuerdos, los miedos de docenas de personas vertiéndose en mí. Era una agonía y un éxtasis entrelazados. El poder era inmenso, pero el coste era sentir cada ápice de su terror, cada recuerdo de un ser amado, cada sueño incumplido, todo ello siendo triturado y convertido en combustible para mi oscuridad.

Estaba en el centro de esta vorágine de almas robadas, mi armadura brillando, mi fuego verde ardiendo como una corona de locura, cuando la puerta principal se abrió de golpe.

Markethe.

Estaba solo. Se había recuperado lo suficiente para seguirme. Se detuvo en el umbral, su rostro una máscara de incredulidad y horror absoluto. No estaba viendo una batalla. Estaba viendo una profanación a una escala que desafiaba la comprensión. Vio a las figuras translúcidas de la gente desplomarse como marionetas a las que les han cortado los hilos, sus cuerpos vacíos cayendo al suelo mientras sus esencias vitales eran absorbidas por mí.

Nuestras miradas se cruzaron.

Y en ese instante, el mundo se detuvo.

En sus ojos, no vi ira. No vi el deseo de pelear. Vi una pena tan profunda, tan devastadora, que me golpeó con más fuerza que cualquier arma. Vi al niño con el que había crecido, al hermano que había jurado proteger, llorando no por sí mismo, sino por el monstruo en que me había convertido.

Su rostro se convirtió en un espejo. Y en él, por primera vez, no vi al justiciero, no vi al vengador, no vi al poderoso Røn.

Vi lo que él veía.

Vi a un demonio devorando las almas de inocentes. Vi a un profanador. Vi la grotesca parodia de todo lo que mi padre había defendido. Vi la oscuridad absoluta, y estaba en el centro de ella.

La conexión con las almas se rompió. El torrente de poder se detuvo. La niebla verde se disipó. El brillo de mi armadura se atenuó.

La fuerza abandonó mis piernas. Caí de rodillas, el estruendo de mi armadura contra la piedra resonando en el salón ahora mortalmente silencioso. La espada de Ruin se desvaneció de mi mano. El fuego verde de mi yelmo se extinguió, dejando solo el zumbido de mi propia respiración entrecortada.

Miré mis manos, mis guanteletes con garras. Las manos que acababan de cometer una atrocidad sin nombre.

—¿Qué... —mi propia voz era un susurro roto, ajeno—. ¿Qué he hecho?

Levanté la vista hacia Markethe. Las lágrimas surcaban su rostro sucio de hollín. No se movió. No dijo nada. Solo me miró, y en su mirada estaba mi condena completa y absoluta.

El peso de mis actos, de cada vida tomada, de cada alma consumida, se derrumbó sobre mí como una montaña. El poder de Ruin, que antes se sentía como una extensión de mi voluntad, ahora era una jaula de hierro al rojo vivo alrededor de mi alma.

El Demonio del Epiro del Este, el terror de la frontera, el devorador de almas... se había roto. No en la batalla, no por un arma enemiga, sino por el reflejo de sí mismo en los ojos de un hermano al que había abandonado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.