Solo me quedaba continuar con el descenso y rogarles a todos los dioses que pudieran existir en la tierra, en algún universo o realidades posibles, que al llegar a la estación no estuviera esa mujer.
Me puse de nuevo los audífonos, subí la música lo mas que pude hasta casi dañarme los oídos, y proseguí. Paso a paso, latido a latido, mientras las manos no paraban de transpirarme y mis nervios palpitaban por todo mi cuerpo, me acercaba al parador. Tuve que detenerme un par de veces, pues los temblores de mis muslos no me dejaban andar con un ritmo normal. Mi mente era una tormenta de pensamientos, desde los mas atemorizantes hasta los mas irreales. Pero primaban aquellos que me decían ¿Qué aria si de nuevo la viera, allí, esperando una víctima de su espanto? ¿tendría la suficiente calma como para tratar de pasar, forzándome a pensar que no había nadie en el lugar? ¿saldría corriendo sin importar nada, con el riesgo de caer debido a la oscuridad? ¿el temor me paralizaría y me dejaría allí, plantado cara a cara con mi peor pesadilla? Sin dudas esto último era lo que más me atormentaba. Imaginarme ahí, paralizado del miedo con todos los músculos congelados sin poder moverme, sin poder correr, solo escuchar aquellos sollozos del inframundo. Ese solo pensamiento hacia que me dieran ganas de vomitar, si existía un alma o si yo poseía una, esta ocurrencia la inundaba de algo negro y oscuro, como los sectores sin faroles de este maldito camino, hasta ennegrecerla por completo.
Luego de varios minutos, a paso de tortuga, divise a lo lejos el próximo parador con su inconfundible resplandor anaranjado producto del alumbrado. En este caso, esta etapa se encontraba de manera recta en torno a la vista, por lo que pude notar, con sorpresa y algo de alivio, que estaba vacía. De todas formas, no me confié. Tal vez esta vez estaba en otra posición lista para aparecerme cuando menos me lo pensara. Llegue hasta el parador y desesperadamente busque con la vista algún indicio de aquella anciana que vi anteriormente.
“no está” Pensé al no encontrarla por ningún lado. Obviamente no iba a buscarla por cielo y tierra como si se tratase de mi mascota extraviada. _Estoy volviéndome loco_ me dije. Me senté en uno de aquellos bancos al costado del camino que están hechos de la misma piedra que los escalones. Quería repensar las cosas. De verdad ¿me estaré volviendo loco? Tal ves mi paranoia por bajar tan tarde creo en mi mente un fantasma que solo yo podía ver, todo esto a modo de lección. O mas bien una advertencia para que no volviera a hacer lo mismo, no por los fantasmas, sino por los peligros totalmente naturales que pueden representar bajar por una cumbre a oscuras.
Sin embargo, no puedo ocultar, un sentimiento extraño y enfadoso en mi interior que me gritaba “estúpido sal de ahí”. Resolví creer en lo más conveniente. Había visto mal, mi imaginación me jugo una mala pasada solo eso. Se sabe que el ser humano tiende a subestimar el poder que puede tener la mente. Se cree que solo utilizamos un 10% de nuestra capacidad cerebral, ósea que hay un 90% inexplorado. Rincones en nuestro subconsciente que permanecen totalmente vírgenes ¿No podría acaso estas zonas desconocidas tener funciones extravagantes que permitan a la mente crear todo tipo de alucinaciones, o peor aún pesadillas?
Me disponía a continuar con el descenso. Terminar de una vez con esta indeseable aventura. Cuando ya empezaba a dar pasos por los primeros peldaños que tenia al frente, empecé a sentir como las pulsaciones del corazón volvían a acelerarse de forma gradual. Otra vez ese escalofrió me recorría la columna esta vez mas profundamente. Mis rodillas volvían a transformarse en un flujo de temblores involuntarios. No quería creer, no quería pensar, solo quería salir de ahí. La pesadilla que, estúpidamente, intenté negar de esta realidad y atribuirla desordenes de mi cerebro, se transformaba poco a poco en una verdad tan amarga y terrorífica que sentí como si me hubiesen lanzado un baldazo de agua fría en pleno invierno.
No pude darme cuenta cuando ni cómo. solo sé que, mientras me encontraba en el borde de unos peldaños de piedra dispuesto a bajara este tramo de empinada escalinata, a mi espalda podía escuchar aquel sollozo seco y gutural de algo que, seguramente, no provenía de este mundo. Tenia los ojos abiertos, buscando en mi interior aquella maldita palanca que pudiera destrabar mis entumecidos músculos y hacerme acelerar de una vez. Solo pude encontrarla cuando los llantos se volvieron insoportables y, aunque no lo vi, estoy convencido de que aquella mujer se acercaba a mi en una especie de persecución lunática. Lo comprendí al escuchar que los llantos se transformaban en susurros más cercanos.
De un solo golpe corrí y corrí, como si sintiera que aquella mujer me persiguiera por todo el sendero. Las lágrimas me brotaban por el rostro y no podía evitar gritar de vez en cuando. Solo una piedra mal posicionada en uno de los tantos escalones pudo detenerme. Caí y rodé un trecho hasta aterrizar sobre la curva de la cumbre. Mi celular en el suelo mirando hacia arriba alumbraba las copas de los árboles que allí se encontraban, mi botella tirada y desparramando hasta la última gota de agua que tenía. Yo, tirado boca abajo con la mochila, totalmente polvorienta, al costado. Me levante, un sabor a sangre corría por mis dientes y lengua. Me ardía la mejilla y al pasarme la mano note un raspón bastante considerable que me mancho los dedos de sangre. De todas formas, nada me importaba, agarre mis cosas y quería continuar escapando, hasta que un viejo pensamiento apareció. Por supuesto, no quería quedarme allí, pero tampoco quería llegar a la próxima etapa. Estaba convencido de que esta vez no solo la volvería a ver, sino que seguramente me depararía una nueva sorpresa. Y quien sabe si esta no sería la definitiva, la que terminara con mi cordura de una vez y para siempre.
No podía resistirlo, estaba desesperado. Rezaba al cielo por algo de iluminación, por una solución. De pronto me arrepentía de todos mis pecados, de todas las veces que ignore y me burle de un mundo que tiempo atrás consideraba tan lejano. Ahora no puedo evitar pensar en cuanto tiempo me habrán esperado aquellos fantasmas que invadían pensamientos ajenos. Aquellos textos de espiritismo que una vez leí y que solo los consideré producto de una basta imaginación de autores que “estaban locos”. El loco ve la realidad que los cuerdos ignoran y ahora estaba transformándome en uno de ellos. ¿Pero acaso la podría contar? ¿Sera el destino tan bueno de permitirme compartir esta experiencia? ¿O será tan cruel para castigar de la peor forma mi ignorancia? No podre formar parte de aquellos locos que ahora para mi dejan de ser solo charlatanes sin sentido. El mundo es mas misterioso de lo que se cree y al parecer eh tenido que aprenderlo por las malas.