El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 2 — Propuestas Inesperadas

La luz de la mañana siguiente atravesó la ventana sin cortinas tocando mi somnoliento rostro. No soy amante del sol. De todos modos; si no fuera por ello: no me percataría que voy tarde.

Creí que no pegaría un ojo en toda la noche. Me equivoqué, ¡la cama es agradable! Esta habitación es mejor que nada, y ahora que puedo verla con claridad, y juzgándola por su maravilloso aspecto… Es como si un oso estuviera viviendo aquí. No es broma, aunque si imposible.

Por otra parte, es una hermosa habitación circular (como la mayoría en el castillo) posee cuatro camas; dos a cada lado de la entrada. La pared frente a la única puerta tiene dos ventanas; una perfectamente centrada, cuadrada y medianamente grande. Apunta directo al bosque y a la izquierda se puede ver parte del lago. La ventana restante es pequeña y circular, y se ubica en la curva superior a la derecha. La habitación también cuenta con un ropero; unas mesitas de luz por cada cama y una pequeña chimenea, y algunos muebles. ¡Nada de lujos!

 

Apresuré el paso por el corredor del solitario. Lleva bien puesto su nombre. Un pasadizo oscuro en él me llevó al rellano de una escalera movediza, dejándome desorientada en el quinto piso. El mejor camino es volver por donde Caelius Sallow me trajo anoche…, pero no deseo cruzarme a algunos de Gryffindor… Bueno, a uno o dos de ellos.

No llegué a tiempo para el desayuno en el Gran Comedor. Me detuve en un pasillo del tercer piso; saqué un papel de pergamino y busqué la primera clase del jueves, y en que aula se llevaría a cabo la asignatura de hoy «Invocaciones: aula siete, tercer piso (en caso de no encontrarla preguntar la ubicación a la pintura del Caballero Mendigo en el corredor común)».

Minutos después.

—¡Por fin…, llegué! —exclamé con la respiración agitada; luego de empujar la puerta del aula de Invocaciones—. ¡Tarde, pero insegura! —solté con una sutil carcajada. La mirada escrupulosa de mis compañeros solo mostraba que no les hacía gracia mi inoportuna presencia.

—Tarde es tarde, Bellmont. Creí que habías sido disciplinada el año anterior… —repuso con censura el profesor Gustaf Hook. Por su rostro cuadrado y largo, y sin pizca de sonrisa alguna, parece una persona muy severa el profesor Hook, pero no da miedo.

—El dormitorio donde me alojo queda un poco lejos…, y el caballero mendigo no fue de mucha ayuda… —expliqué sonriente: para variar y persuadir.

—No es excusa, toma asiento. —Llevó la palma de la mano izquierda al mentón; con la otra sostenía una tiza. Me observó unos segundos hasta que me acomodé en mi pupitre. Parecía vigilarme; luego suspiró, acomodó su túnica morada y continuó con la clase.

El Arte de las Invocaciones es una de las clases más reconocidas del profesor Gustaf Hook. Aunque (para algunos) es una asignatura que solo da dolores de cabeza, y por ello, escogen llevar sus deseos de aprender a la clase de Duelos: segunda asignatura que también lidera este profesor de apariencia firme. Hook se movía por el aula cuadrada y pequeña. Aclaró la voz:

—La invocación tiene varias ramas. El llamado de un familiar o sirviente, por ejemplo: un ser único que acudirá a ustedes para lo que deseen. —comentó dibujando un circulo en la pizarra—: Para invocarlo se debe utilizar la moneda clave de la vida… La sangre. Se los enseñaré más adelante, pero su práctica está prohibida en Hogwarts. —Peinó con los dedos manchados de blanco su corto cabello negro y brilloso, y añadió—: Hay varias maneras de invocar… Hoy comenzaremos con lo sencillo. Invocaremos algo a través de un objeto. Puede ser cualquier objeto, pero en este caso utilizarán pergaminos en blanco donde harán una descripción de lo que desean materializar. —Volvió a aclarar la voz y sujetó sus manos por la espalda—. El escrito debe ser detallado para que el llamado sea correcto. Luego lo haremos con objetos más rebuscados.

Dicen que detrás de toda la seriedad del Profesor Hook hay un dulce comediante escondido, o muerto.

Pensando más seria, hay algo que he querido preguntarle desde hace un largo tiempo. Alcé la mano, pero alguien más se me adelantaba.

—¿Puedo preguntar algo, profesor? —Con voz tranquila: Alexandre Roux limpiaba sus tontos anteojos rectangulares y sin marco superior.

—Adelante, Roux…

—¿Puede invocarse a un ser vivo de esta forma? —El muchacho de Ravenclaw intentaba despejarse un riso de la cara de un soplido—. Estoy interesado en saberlo —dijo.

Hubo un silencio corto, y el profesor permaneció pensativo, y antes de que lo evadiera; dije con voz firme y en alto:

—¡Yo también estoy interesada, Hook!

—Nadie te lo preguntó… —soltó con una mirada indiferente hacia mi pupitre—. No sé qué traman ustedes dos…, siempre se adelantan a todo. —Se limpiaba la triza de las manos, dio media vuelta y mirándome de perfil continuó—: Llámame profesor, Bellmont, y la próxima vez que quieras interrumpir levanta la mano…

Me tragué mi orgullo apretando la pluma. Un segundo después, la alargué apuntando al profesor con ella. Tomé aire, abrí grande la boca y antes de poder decir algo… El profesor Hook suspiró:

—No me dejaras enseñar en paz, ¿verdad, Bellmont? —Llevó el dedo pulgar y el índice a la zona de su entrecejo—. Intentaré… Intentaré ser breve en lo que quieren saber. Luego no quiero más interrupciones —Permanecí en silencio; asentí con la cabeza y bajé la pluma, y el profesor explicó—: Para invocar un ser de esta manera deben procurar al detalle concreto, preciso… El tiempo que dure su forma materializada lo determinará la determinación del mago o bruja invocador —Tomó un trozo de pergamino, el tintero y una pluma. Escribió sobre este, se apartó dejándolo en el suelo y musitó «Invoke Object» con la punta de la varita apoyada en el pergamino. Una luz roja e intensa atravesó la hoja, y una figura buscaba forma. Un pequeño gato negro, peludo y sucio flotó hasta apoyar sus suaves patas sobre el pergamino. Al instante bufó saltando de pupitre en pupitre buscando caricias. El profesor continuó—: Invocar a una persona con sus ideas, su falsa alma, su complejidad… Es posible, pero se necesita lo máximo de uno para lograrlo, o será un completo fracaso…, un frasco vacío… Créanme, lo sé por experiencia.




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