El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 17 — Pezuñas de Carnero

Se parece al hombre en la pintura del séptimo piso —apresuró Morgana volviéndose a nosotras—. ¿No creen?

—No me mires a mí —dijo Bear, torciendo la boca—. De todas las veces que tomé el puente de piedra, jamás me fijé en ese cuadro.

—Nadie toma aquel camino para ir a el ala este —dije. Mis pies apuntaban al caballero—, a no ser que quieras ir directo a la torre Ravenclaw…

—¿Qué insinúas? —Bear apretó los puños.

—Normalmente, el puente del primer piso es la mejor opción —dijo Morgana pensativa.

Emmett Stewart agachaba la mirada, inclinado y en silencio; apoyaba un antebrazo en la punta de su rodilla protegida por una greba plateada.

—Me pregunto a quién visitas en la torre… —solté y sonreí—. ¡Oh! Ahora lo recuerdo.

—No es asunto tuyo. —Achicó la boca—. Así que mejor cállate.

Yvon rodeó con cautela al caballero, procuró mantener la distancia.

—Puedes ponerte de pie, Emmett Stewart. ¡No somos especiales, ni populares! —dije burlona—. ¡Anda! ¡Apresúrate!

—Le agradezco, mi maestra —dijo con voz de hombre mayor.

—¡¿Puede hablar?! —exclamaron Morgana y Bear al mismo tiempo y dejando caer la mandíbula.

—Por supuesto que puede —apresuré, ensoberbecida por la proeza—. ¿Qué esperaban?

No puedo creerlo… ¡Sí, puede hablar! ¡Lo lograste, Arwen! Lo observé a los ojos. Le sonreí mostrando los dientes.

—Ya es suficiente con ver a una persona invocada —suspiró Bear.

—¿Es un mago o un caballero? —preguntó Morgana.

—¿Me permite responderles a sus acompañantes, maestra? —Se paró frente a mí. Es enorme…

—Eh… Sí, pero deja de llamarme así.

—Soy una invocación, un sirviente… Usted es mi maestra.

—¡Solo llámame Arwen!

—Como usted desee, señorita Arwen —dijo Emmett Stewart, se volvió a Bear. Su pesada capa roja ondeó e hizo un «frufrú». Respiró con calma y respondió—: Puedo hablar. Primero fui un caballero, luego me convertí en un mago, y, además… —Giró de repente a Morgana, frunció el ceño.

—¿Qué le ocurre? —susurró ella, incomoda y poniéndose de lado. Se estremeció. Su mano derecha se deslizó por la túnica—. ¿La perdí? —Tragó saliva.

Eres una torpe, Morgana…

—Toma —dije y alargué su varita.

—¡Cierto! Lo había olvidado…

—¿Por qué tan callado, señor mago? —dijo Bear agarrando la varita—. Caballero…, o lo que seas.

—¡La mira a ella! —Yvon señaló con el dedo y sonrió—. ¿Qué harás ahora? —Le preguntó.

—¡Déjame en paz, Yvon!

—El cuerpo de Morgana llama mucho la atención. —Sonreí burlona—. Quizás le gustas.

—¡¿Eh?! —gritó sonrojándose.

—¿Ah? —soltó Bear dubitativa—. ¿Tú crees?

—No es eso, maestra.

—Creí haberte dicho que no me llames así —suspiré rascándome con suavidad la cabeza—. ¿Puedes decirnos por qué la miras? No es que nos moleste, pero…

—¡A mí sí me molesta! —chilló abrazándose. Aún cargaba el libro. Emmett Stewart observó el hueco entre sus brazos.

—Lo que esta joven trae en sus manos es muy peligroso. —Irguió la espalda.

—¡Lo sabemos! —dije animada—. Por eso estás aquí.

—¿Qué significa eso? —farfulló.

—¿Realmente confías en él, Arwen? —preguntó Bear; tenía al caballero entre cejas.

¡Claro que sí!

—¿Duda de mí, señorita Rider? —Tomó el mango de su espada.

—Eres un mago, pero yo veo una espada, y ahora que la tengo frente a mis ojos… —Bear la señaló sin extender el brazo—. Se parece a la que empuñaba el esqueleto gigante.

El caballero parpadeó y observó su alrededor. Sus labios temblequearon.

—¿Ustedes lo han derrotado? —preguntó—. Eso no es posible.

—¡Mira quién duda ahora! —rugió Bear.

—Lleva una espada porque es un esgrimago —dije con calma—, así como tú eres una animaga.

Di unos pasos y alcé la varita del suelo.

—¿Cómo pudo romper el sello? —se preguntó Stewart a sí mismo, mirando su varita—. Sin duda es mi maestra.

—¿Qué es un esgrimago? —dijo Morgana empujando a Yvon que la picaba con el dedo. Ella susurró—: Ya para de una vez, Yvon…

—Es un tipo de mago que se desempeña en los enfrentamientos con un arma de filo con hoja recta y cortante, o un arma punzante como un estoque… Es un estilo de lucha perdido en el tiempo, y probablemente, nuestro nuevo aliado encantaba su espada durante la batalla, ya que no parece ser un objeto amplificador. —Extendí la mano hasta Morgana; le pedí el libro con un movimiento de dedos, y un candelero de bronce me persiguió por la biblioteca. Lo sujeté por el mago.




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