El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 19 — Pociones de amor y travesuras

En la cena del jueves, la mesa de Hufflepuff se encontraba alborotada: «la enorme bola de fuego sofocaba las gradas…, fue tan impresionante que creímos que la descalificarían». Permanecí en silencio. Lauren King se llevaba trozos de tarta agridulce a la boca con su propio tenedor de plata. Se lo toma con mucha calma…

—No debió dudar —dijo Joe Watson llenando un vaso con jugo de calabaza—. El tifón mágico no parecía tan fuerte, pero bastó para tomarla desprevenida.

—Ella lo subestimó… —susurró Tara Paige.

—¿Puede que se haya convertido en una debilucha?

Deberían guardar silencio… ¡Si los oye estarán en problemas!

—Zack Slich le ganó con sencillez —murmuró Watson e inclinó sus enormes cachetes a la mesa—. Quizás esa pecosa sí sea una debilucha después de todo…

Ravenclaw rebosaba de una celebración alegre. Chocaban jarras de cerveza de mantequilla dejando caer espuma por doquier. Slytherin, por otro lado; parecían contentos por la derrota de los dos integrantes de Gryffindor de esta mañana. Sus comentarios eran sutiles y cargados de malicia…

Alcé la mirada. Caelius Sallow saludaba en mi dirección.

—¿A quién saluda Sallow? —murmuré y mordí un trozo de pan con avellanas.

—¿A quién más? —dijo Megan Wood de cuarto curso, sonriendo—. No te hagas la tonta, Bellmont.

—¿Humm?

—Sabemos que es tu amiga.

¿Eh? ¡¿Cómo es posible que Caelius Sallow sea mi amiga?! Una jarra golpeó la mesa de Gryffindor. Se limpió la espuma de la boca deslizando el antebrazo por los labios y, enseguida; se puso de pie con su típica postura erguida: se mostró esbelta. ¡Viene hacia aquí! Toda la muchedumbre la miró.

—Hola, Bellmont —dijo con una sonrisita.

—Hola, King… —dije y ella sonrió aún más, alargó una mano y con amabilidad limpió las migajas de mi rostro.

—Verás, he estado pensando… —Batió un dedo entre su cabello cobrizo y preguntó—. ¿Podemos tener una cita?

A los muchachitos de cuarto curso junto a mí se les cayó la comida de la boca. A mí también. Nos dejó boquiabiertos. Ella no es discreta… ¡Para nada lo es! Blair apretaba los cubiertos en la mesa de enfrente. Sus hombros temblaban.

—Gracias, King… Pero…

—¡Genial! —apresuró y corrió mi cabello a un lado—. El lunes próximo por la tarde estaré libre de mis deberes… Luego te haré saber dónde te esperaré.

—Pero, King… Yo… —Elevé un dedo cerrando los ojos y ella lo bajó. Mi boca sonrió nerviosa. Agarró mi jarra de cerveza de mantequilla. Entornó sus ojos frente a todos en la mesa de Hufflepuff y sin decir nada; bebió hasta dejar la jarra boca abajo sobre sus labios. La apoyó con cuidado y acariciando mi mano soltó:

—Te veré después, Bellmont. —Su túnica osciló al salir del Gran Comedor.

—Ella sí que da miedo —susurraron.

—Maldición… ¿Nos habrá oído?

—Bellmont…, ¿le gustas a King?

—¡Eso no es algo nuevo! —respondieron.

¡Deberían tener más cuidado, tontos! ¿Qué haré ahora?

 

 El sábado durante el desayuno; Bear se preguntó de camino al Gran Comedor «¿quién será Armelia?», mientras que Morgana me hostigaba cada vez que podía, suspirando: «yo quisiera saber por qué Arwen encantaría al libro para que solo la gentuza de Slytherin pudiera leerlo…». ¡Stewart, todo es tu culpa!

 

—¡Chis! ¡Chis! Niña… ¿Eres tú? —dijo una voz masculina en tono de preocupación. La joven noche nos cubría. Se paró por detrás de mí en el andén. Mantuvo la distancia, luego chistó en tono de queja y susurró—: ¡Oye! ¡Si no eres tú, me iré!

¡Qué hermosa noche! Tengo tanto para contarte, Remi. ¿Qué estará haciendo ese viejo tonto?

—Sí, soy yo —dije dándole la espalda—. Tú debes ser el mercader, ¿verdad?

Trotó unos pasos hasta ponerse a mi lado. La débil luz de un farol nos iluminó las espaldas. Apoyó la maleta en el suelo, echó un vistazo a los lados y suspiró. Es un muchacho bastante joven… ¿Con que agallas se atreve a llamarme «niña»?

—Me gusta más cuando mis clientes me llaman «hombre de negocios». —Me observó de lado, estiraba el mentón—. No esperaba que fueras una niña…

—Y yo esperaba a que viniese un anciano, y no un joven vendedor. —Sonreí.

—Tengo veinticinco años… No soy tan joven —dijo rascándose la barbilla y suspiró—: ¿Puedo preguntarle porque eligió este lugar para hacer la compra? —Miró el cartel de la estación y lo leyó:

 

Bienvenido a Hogsmeade.

 

—¡Es un lugar perfecto e inesperado para hacer esto! —dije y solté una carcajada.

¡No hay guardias pidiendo boletos!

—¡Es un lugar sospechoso! Pudimos hacerlo en el bar del pueblo…

—¡Eso sería imposible! —Elevé un dedo—. Es sábado y los estudiantes de Hogwarts han visitado el pueblo… Siguen aquí y están festejando por todas partes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.