El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 21 — Duelo de Corazones

El alborotado estadio de madera entumeció mis oídos, a medida que la muchedumbre vociferaba aclamaciones. Un micrófono se elevó en círculos y flotó rodeando de palmo a palmo al ovalado terreno de batalla; buscó la mano de la muchacha que portaba el sombrero del comentarista: cuando esta la alzó. Danielle Pussett acercó el micrófono a sus labios. Sus ojos brillaron poseída; acomodó el sombrero torciéndolo por un borde y exclamó:

—¡Sean bienvenidos esta tarde soleada, a presenciar batirse en duelo de varitas a la gran casa Ravenclaw y Hufflepuff! —La muchacha elevó una pierna hasta pisar con firmeza la barandilla de madera, e inclinándose preguntó—: ¿Quién creen que ganará? ¿La tenaz Blair Fischer, o la temeraria Brooke Rider?

—¿Temeraria? —dijo Bear en el banquillo.

—Si aún no han hecho sus apuestas, ¡apresúrense! —gritó Danielle.

Era un lunes primaveral y las túnicas ondeaban ruidosas al susurro incesante del viento. Algunos estudiantes se encontraban de pie, otros permanecían sentados; mientras que yo…, suspiraba cruzada de brazos, sentada con un tobillo sobre la rodilla. Caelius al subir y encontrarme en la parte central de las gradas susurró: «¡qué vulgar!». Mi pie izquierdo se apoyaba sobre la punta de los dedos, dando pequeños golpes rítmicos al suelo con el talón. No aparté la vista de la zona de duelos.

Le he dicho muchas cosas a Bear, pero…, ¿realmente quiero esto? ¿Cómo me sentiré si Blair corresponde a sus sentimientos? ¡No! Concéntrate, Arwen. ¡No seas una tonta! Debo cumplir con la venganza de Remi Bellmont. ¡Esa es mi misión! Eso es… Tendré que deshacerme de las distracciones.

¡TCH!

¡Como si fuera tan fácil!

—Maldición… —refunfuñé.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó la chica rubia a mi lado. Caelius Sallow no me quitaba la mirada de encima.

—¡Hola, Arwen! —exclamó Samantha Hunt, amistosa. Se movió rápido entre la multitud por delante de Serge.

—Hola, Hunt —resoplé rascándome la mejilla—. ¿Cómo has estado?

—¿Está ignorándome? —le dijo Caelius a Hunt, inclinándose.

—No lo sé —apresuró la más pequeña del grupo. Tiró de mi túnica y respondió—: Estoy bien. Gracias por preguntar… Puedes llamarme Samantha, ¡solo si tú quieres! Por cierto, hoy das miedo, Arwen… —La acaricié en la cabeza.

—Tus amigas te hacen señas con sus manos desde las gradas de Ravenclaw —dijo Caelius sin perder la compostura—. Ya me dan un poco de lástima que las ignores.

—No logro verlas —dije.

—¡No pienso señalarlas! —suspiró—. ¿Se han peleado? La expresión de tu cara…

—¿Qué tiene de malo mi cara? —interrumpí—. Pertenezco a Slytherin, ¿no es así?

Serge Hound sonreía de oreja a oreja. Dirá algo, ¡lo sé!

—Cada casa tiene sus gradas, pero nadie está obligado a respetar eso —explicó Serge—. A no ser que…

—¡¿Qué?! —interrumpió Caelius con curiosidad.

—Juzgándola por su horrible rostro diría que, a Bellmont le preocupa el desenlace de este duelo y vino aquí a esconderse como rata… Corrígeme si me equivoco.

Maldito idiota. ¡Y ni siquiera puedo negarlo!

El nuevo profesor de Pociones se paró en medio del campo; ajustó la corbata, vestía una camisa gris, luego elevó el brazo. A su lado, sacándole una cabeza de altura: la profesora Sarah Hunt sostenía el gigantesco cuerno que en sus manos parecía pequeño y de juguete.

—¡Agiten sus banderas! —gritó la comentarista—. El profesor Cook acaba de dar las indicaciones, ¡prepárense!

A nuestro alrededor, los integrantes de Slytherin permanecían tranquilos y en silencio, sin embargo; a varios de estos a mi derecha, un grupo de profesores mantenían una ruidosa conversación.

—¿Sabrá la profesora Hunt usar el cuerno?

—¡Le expliqué cómo! —dijo Flora, amistosa y haciendo el gesto de cómo debería sostenerse el cuerno antes de soplar. Infló sus cachetes blancos y soltó el aire en la cara del profesor Hook y añadió—: Esa es la manera adecuada, Gustaf.

—Muy graciosa… —dijo él.

—Fue un acto muy amable de su parte, profesor Hook —apresuró la profesora Demency String, entornando los ojos en dirección a Flora—. Me refiero a permitir que otros colegas participen directamente. —Giró la cabeza observando minuciosamente a Hook.

—Para serle sincero, esto fue idea de Flora.

—Con que Flora…, ¿eh?

Hook aligeró una mano a la boca, carraspeó y dijo:

—Lo siento, quise decir que fue idea de la profesora Bard.

—Tú me debes una charla, Gustaf Hook —susurró String con firmeza.

—¿De qué me perdí? —preguntó Flora elevando la nariz. Los dedos de una mano se frotaban; uno por encima del otro.

—¡Nada! —respondieron al mismo tiempo. Flora parecía confundida. ¡Tú no eres tan ingenua, Flora!

—¡¿Humm?! —susurró Flora llevándose un dulce a la boca, y con su armoniosa voz exclamó—: ¡Qué inusual calor!




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