El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 28 — Los Bailarines

La luz de una mañana nublada incidía sobre el cristal de las enormes ventanas; refractándose contra las mesas ausentes de muchedumbre. Para cuando llegué al Gran Comedor el desayuno había terminado y en la mesa de Hufflepuff no quedaron ni las migajas. Solo un trozo de pan a medio comer esperaba por mí; en un plato en el centro de la mesa de Gryffindor. Ensuciando los pasillos de restos de pan, regresé a la enfermería. Morgana se retorció a carcajadas en el momento que decidí probarme el disfraz. Una rabia sin igual se apoderó de mí.

—¡Qué estúpida! —dijo ella en pie—. ¡Qué estúpida te ves!

Mi reflejo en el espejo del baño no me permitía negarlo. ¡Tiene toda la razón!

—Es muy graciosa —le susurró Yvon a Bear.

—Yo pienso que le queda bien —le dijo—, pero quizás un traje de una sola pieza le daría más estilo.

—¡Serás la burla de todo Hogwarts, Arwen! —soltó Morgana—. ¡No puedo creer que te obliguen a hacerlo!

—Cierra el pico, Morgana.

—¡Ríete conmigo, Yvon!

—Voy a dejar de reponer el frasco infinito, Morgana —advertí.

—¡¿Eh?! —exclamó—. ¿Por qué me dices eso? —Empujó a Yvon en su lanzamiento—. No te atreverías, ¿verdad?

—Entonces, deja de reírte de mí.

—¡Vamos, solo fue una broma! No me gusta que me amenaces con eso… ¡No puedes dejar de abastecerme con aquello!

—¿«frasco infinito»? —preguntó Bear e Yvon se le inclinó susurrante—. Ahh. Deberían contarme cómo lograron que aceptaran algo así.

—¿Arwen…? —dijo Morgana—. ¿Qué tienes?

—Nada, Morgana.

—No se trata solo del estúpido traje, ¿verdad?

—He dicho que no es nada.

—Estás tensa…

—¿Tensa? ¿Quién dices que está tensa? —dije, turbada—. ¿Acaso yo?

—Sé que te ocurre algo, ¡dímelo!

—¿Qué cosa dices? —indagó Bear acercando su hocico a mi cara.

—Algo le ocurre a Arwen y no quiere decírnoslo. ¡Arráncaselo de un puñetazo, Bear!

—¿Cómo lo sabes?

—¡Me doy cuenta!

Bear me rodeó como un animal rodearía a su presa.

—Solo se le ven los ojos y la boca… ¿Cómo puedes notarlo?

—A diferencia de ti —le dijo Morgana—, ¡yo la conozco bien!

—¿Quieres que tome venganza por todo lo que me hiciste anoche? —gruñó Bear por detrás de mí y un dedo señalador cruzó mi hombro; Morgana tapó su rostro a túnica alzada y ruborizándose chilló:

—No podía controlarme.

—Ya paren, ustedes dos… —dije sacándome los guantes y Bear preguntó una vez más: «¿quieres que tome venganza, tonta?». Morgana le respondió enseñándole la lengua.

—Ja… Pero qué tonta —dijo Bear, ignorándola y se puso en búsqueda de sus calcetines—. ¿Dónde…?

La muchacha rubia se me acercó; corrió una de las puntas del gorro con cascabeles. Habló en mi oreja:

—Hablando del frasco… ¿Hace cuánto no lo renuevas? —Ella observó a todas direcciones—. No debo recordarte que es todo lo que soy, lo que allí alberga es mi esperanza, mi imagen. Dime que no ha sido hace tanto.

—La última vez fue antes de que me enviaran al colegio disciplinario.

—¡¿Qué dices?! —gritó.

—Planeaba hacerlo durante esta semana o la próxima, pero…

—¿No crees que ha durado demasiado? ¿Que pronto va a acabarse?

—¡Tendrás que esperar!

Yvon y Simon se miraron.

—¿Por qué me haces esto? —sollozó—. ¡¿A mí?!

—No tengo caldero, Morgana —resoplé junto a ella—. Estoy en un aprieto, ¿entiendes?

—¿Y qué hay de mí? ¡No soy nada sin esa poción!

—Descuida. —Llevé un dedo a la cabeza y tocándola sin parar añadí—: Todo está asegurado, llevó la cuenta aquí. No hay nada de qué preocuparse.

—Pero…

—Le pediré al profesor Cook que me permita usar el suyo, pero deberás esperar a la semana que viene —dije quitándome la corta falda con volantes—. Esperemos a que todo se calme un poco.

—¿Podemos fiarnos de él?

—Sí.

—¡Arwen! —chilló.

—Te he dicho que sí…

Ella se dio media vuelta en el lugar, murmurando cosas.

—Se lo pediré a Alex… Tú le enseñaste cómo, ¿me equivoco? Por si algo llegara a ocurrir contigo. Él conoce la fórmula.

—Sí, pero podría haber complejidades…

—¿De qué tipo? —preguntó.

—Bueno… Verás —dije haciendo pausas al hablar.

—¡Bah! ¡Mi vida no es nada sin ella, Arwen! —Me zarandeó por los hombros—. ¡Vamos! Te juro que te regalaré esas hebras de té que tanto te gustan, con un juego despampanante de tazas… todo para tu cumpleaños. ¡Solo hazlo! —persistió Morgana con el afán de convencerme—. Yo no puedo prescindir de esa poción y tú sabes bien que es fungible. ¡Lo sabes! —La región de su rostro se hundía poco a poco en una exagerada desesperación.




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