CAPÍTULO 4
Charlotte.
Cuando entro en casa de Desi, lo primero que huelo es a galletas recién hechas y al suavizante de la ropa recién lavada. Me quito las zapatillas en la entrada y cierro la puerta despacio, aún con el mal sabor de boca de la entrevista y del encontronazo con el famoso doctor Arthur Parker.
—¡Mamáaaa! —La vocecita de Nora me atraviesa el alma antes de que termine de cerrar.
Me agacho justo a tiempo para recibir ese cuerpecito lanzado en mi dirección como un torbellino.
—¡Ay, mi amor! —La abrazo fuerte y la lleno de besos por el cuello y los mofletes—. ¿Te has portado bien?
—¡Súper bien! —me dice, orgullosa—. Desi me ha dejado ayudarle a poner la mesa y hemos hecho galletas de chocolate. ¡Yo rompí el huevo sin cáscaras!
—Sin cáscaras, ¿eh? Eso sí que es nivel experto.
Desi asoma desde la cocina con el delantal puesto y una sonrisa de oreja a oreja.
—No te miente, lo ha hecho genial. Aunque la mitad del chocolate desapareció misteriosamente antes de llegar al horno.
—¡Fuiste tú! —Nora la señala acusadoramente, divertida.
—¡Calumnias! —responde Desi, teatralmente—. La señorita Nora es la única con la boca pringada de chocolate.
Las tres reímos, y siento la agradable sensación de que estoy en casa.
—¿Has comido algo? —me pregunta Desi, mientras se acerca y me da un beso en la mejilla.
—Poco y mal, odio comer tarde.
—Pues ve sentándote. Te tengo preparado algo decente.
—¿Y tú, cómo lo has pasado, pequeña terremoto? —le pregunto a Nora mientras nos sentamos en la mesa.
—Muy bien. Hemos pintado, y luego la tía Desi me ha leído un cuento de una rana que no quería ser rana.
—¿No quería ser rana? ¿Y qué quería ser?
—Pues… ¡Un gato! —responde entre risas, como si fuera lo más loco del mundo.
Desi me sirve un plato de sopa caliente, una de esas sopas que te abrazan desde dentro. Mientras como, Nora se sienta a mi lado y apoya la cabeza en mi brazo.
—Mamá... —dice bajito, acariciando el borde de mi blusa—. Yo le he dicho a Desi que le voy a escribir un cuento, uno de los buenos, para que no esté triste si tú te vas a trabajar muchas horas.
Se me hace un nudo en la garganta porque posiblemente la que se disgusta sea ella cuando me voy.
—¿Le vas a escribir un cuento a Desi?
—Sí. Va a ser de una niña que se queda en casa con una señora muy buena que le da galletas y le canta canciones. Y cuando llega su mamá, le cuenta que no ha llorado, todo lo que ha hecho y la abraza muy fuerte.
—Eso suena precioso, mi amor.
—Yo puedo ayudarte a dibujarlo también. —añade mi amiga. —Tú me das los colores que te parezca, ¿vale?
—¿Lo vas a leer cuando lo acabe?
—Eso está hecho cariño —le prometo, besándole la frente.
Cuando se termina su vaso de leche, Desi la anima a ir a su habitación un rato a colorear.
—Tienes todos tus lápices afiladitos, señorita artista —dice y le guiña un ojo.
Nora abre los ojos feliz y se marcha dando pequeños saltitos, canturreando. Cuando ya no se la oye, Desi me mira, con esa complicidad y curiosidad que solo ella sabe expresar.
—Bueno… ¿y? ¿Qué tal la entrevista?
—¿Quieres la versión corta o la versión con palabrotas?
—¿Tan mal ha ido? Dame la versión larga. Tengo galletas, tiempo y el oído muy entrenado.
—Pues nada más llegar al parking, me cruzo con un coche negro que casi me arranca el retrovisor. Y luego al ir a entrar a la clínica, un caballero por decirlo de alguna forma, choca contra mí, me disculpo y me dice que mire por donde ando, que si todavía no me había dado cuenta de que estoy en una clínica... Vamos, un borde integral. Ni un lo siento ni nada, encima me ha mirado por encima del hombro como si yo fuera un insecto en su camino.
—¿Y qué hiciste?
—Lo miré igual, claro. No me iba a quedar callada.
—Bien hecho. ¿Pero que más? ¿Y la entrevista?
—Entro a la oficina donde me iban a hacer la entrevista, y me recibe una señora encantadora, muy cálida, elegante, y muy tranquila...
—¿Margaret? —asiento. —La directora.
—Exacto. Y me dice que ha estado viendo mi currículum, que le ha parecido muy completo, que le gusta que venga ya con experiencia... hasta ahí bien. Hasta que le cuento que me mudé por temas personales, y que busco un cambio tranquilo...
—¿Y entonces?
—¡Entra el tipo del choque!
—¿El qué?
—Sí. El guapo borde y sin modales... es el doctor Arthur Parker.
—¿El Arthur Parker? ¿El pediatra?
—Sí. Se quedó tan helado como yo. Y lo peor es que no parecía sorprendido de verme ahí... Más bien parecía irritado. Como si mi presencia le molestara.
—Madre mía... eso sí que es mala suerte.
—Y encima apenas dijo tres frases. Se quedó mirándome como si ya me hubiera descartado solo por existir.
—¿Pero fuiste profesional?
—Claro... Bueno, más o menos. Le di la mano, le sonreí, me tragué las ganas de decirle que si siempre va por la vida como un prepotente. Pero no me amagué.
Desi niega con la cabeza, divertida.
—Pues mira, si ese es el médico estrella de la clínica, prepárate para un ambiente fresquito.
—Fresquito no... gélido. Pero escuché que es él mismo, el que elige a el personal con el que trabaja...
—Bah, seguro que no es tan fiero. Igual solo tiene cara de vinagre, pero luego es majo.
—O igual es exactamente eso, vinagre.
Nos reímos las dos. Me termino la sopa, y me permito relajarme un rato. Por fin desde que todo acabó, he llegado a Ashburd, y siento que tengo un lugar donde puedo bajar la guardia.
Por muy frío que parezca ese doctor Parker, si llego a trabajar allí... aprenderá que conmigo no va a poder simplemente hacer que me calle solo con una mirada.
Ni de lejos, aunque me cueste un par de canas. Necesito ese trabajo y él necesita bajar esos humos.
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divorcio y vida nueva, doctor amargado pero con corazón, nueva vida en otro lugar
Editado: 30.10.2025