El SÉptimo Dictador

HIDDENFIRE

—¡Reciban a su nuevo líder! ¡El séptimo Dictador de Hiddenfire, William Barrow II!

En el lugar más recóndito y remoto que te puedes imaginar, a unos kilómetros por el camino al norte, un letrero de madera junto a un puesto policial dan la cálida bienvenida a la grandiosa Hiddenfire. Habitado por los pueblerinos, comerciantes, granjeros, y gente diversa, haciendo de este un mejor lugar para vivir.

"La obediencia y disciplina hacen grandiosa a nuestra nación."

Pero todo tiene su lado oscuro, y Hiddenfire no es la excepción.

Gobernados por un tirano Dictador, cuya riqueza minera del país la hace propia, hijo del sexto Dictador, William II se ha convertido en el séptimo Líder Supremo, llegando al poder como el Dictador más joven desde la fundación del país. Guiado por las enseñanzas de su padre y anteriores predecesores, procura la estabilidad de su pueblo; y con estabilidad se refiere al sometimiento y sumisión del mismo.

Lejos de la Torre Suprema, al lado suroeste no muy lejano de los barrios bajos y el lugar de los mercaderes, se encuentra una pequeña granja con tres vacas lecheras, nueve gallinas ponedoras y una huerta de zanahorias. Propiedad del respetado señor John Wollstonecraft.

En un pedazo de papel arrugado, con una pluma de su gallina más gorda, anotaba las ganancias del mes. Fue tiempo malo para él y su granja. Las vacas estaban enflacando, tanto que la leche escaseaba. Las gallinas, por alguna razón, no estaban poniendo la misma cantidad de huevos que el mes pasado. Y la huerta tardó más tiempo en cosecharse, así que no pudo venderle al comerciante su producto.

Preocupado por el futuro difícil que prometía a su hija, decidió que este mes no pagaría la tarifa del suelo; porque tienes que pagar para vivir.

Y aquí, en Hiddenfire, no das un paso en falso sin que el séptimo Dictador se entere.

El Real Escuadrón Policial, mejor conocidos como EREP, se encargan de impartir y hacer cumplir estrictamente las órdenes del Líder Supremo a aquellos que se quieran oponer a su mandato, y al mismo tiempo de ―por cuenta propia― propagar el miedo en los habitantes.

Pero como se mencionó antes, aquí no desobedeces las órdenes del Dictador si no quieres la muerte. Y cualquier sospecha de actividad ilícita o alguna clase de oposición o rebeldía, se paga con la propia vida.




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