El SÉptimo Dictador

IX. VERDAD

Seis horas antes.

K daba vueltas en círculos, su calzado de piel estilo militar era lo único que hacía ruido al pisar el polvo y el cemento fino desmoronado de las paredes y el techo, mientras que con la mano izquierda daba vueltas a una flecha con pintura roja en las plumas. Ella siempre prefirió el arco y flechas antes que el arma de fuego. Sí, el arma era más letal, pero tenía más desventajas que ventajas, comenzando por el tiempo que tomaba recargar los balines y encender la mecha.

Katherinne Wedgwood no era la típica mujer de pueblo que usaba largos vestidos de manta corrugada, zapatillas con tacón cuadrado, ni mucho menos era de las que se dedicaban el día entero a atender el hogar y hornear pastelillos. Ella era la líder de un grupo rebelde, la resistencia, que encabezaría la primera revolución en años. Fue su destino desde pequeña y eso siempre lo supo. La razón por la que no daba pie a un golpe de estado era el reciente cambio del Dictador y el continuo aumento de la aprobación de la gente a ese ya no tan temible hombre. Claro que no suspendieron el ataque, sólo lo atrasaron un tiempo hasta no ver cuáles eran los verdaderos planes del séptimo. ¿Ayudar a su pueblo? ¿Utilizar las riquezas de la nación para el bien de la gente? Eso no era común, y algo se traía entre manos.

Al contrario de K, Hunter parecía más relajado de lo que debería. Bostezaba de vez en cuando, recostado en el alféizar de la ventana, mirando hacia abajo del edificio ruinoso y el camino de piedra invadido por la maleza. Para él no fue inesperado el citatorio que dejó Matthew la mañana anterior, dándoles una localización ―en la que estaban ahora― para tener un encuentro porque, decía la nota, tenía algo de qué hablar con él y con K. Algo privado, personal y sumamente importante.

―Si no llega en cinco minutos nos largamos, Hunter. Matthew piensa que tenemos todo el tiempo del mundo para jugar con él, a veces lo detesto cuando se pone tan mandón.

―Es su naturaleza ―respondió Hunter, sin mirarle, atento al movimiento de las hojas de los árboles debido al viento.

Escucharon un ruido viniendo de afuera de la habitación, unas pisadas fuertes que subían los escalones hasta el tercer piso donde estaban ellos. Hunter se puso de pie, alerta. K llevó su dedo índice a su boca haciendo una señal. La puerta del cuarto se abrió lentamente chirriando por la madera desgastada, y de la oscuridad del pasillo la sombra de un hombre alto salía, dejándose ver poco a poco.

―¡Mierda! ―musitó K al reconocerlo. Tomó el arco y coló la flecha que tenía en su mano a una velocidad increíble. Apuntó directo al sujeto y no titubeó al disparar.

―¡Espera, K! ―Hunter la jaló del brazo, a causa de eso la flecha que iba a dar directo al pecho del General Zallinger se desvió pasando a centímetros de su cuerpo.

Edward sonrió de lado, admirando secretamente la buena puntería de la mujer. Subió ambas manos abiertas, en señal de rendición. Esa chica era famosa por tener una puntería perfecta, algo que no estaba dispuesto a comprobar cuando su cuerpo era el blanco.

―Tranquila, vengo en son de paz ―Caminó unos pasos adentro. Detrás de él apareció Matthew, seguido de Isabel.

―Oh, no ―Hunter soltó a K―. Eres tú ―dijo, cuando reconoció a la mujer.

―Gusto en verte otra vez. ¿Listo para la segunda ronda?

―No hemos tenido una primera, ¿y ya quieres una segunda?

Isabel hizo una línea fina de sus labios, simulando una sonrisa.

K fijó sus ojos en Matthew, ignorando la atípica conversación de su mano derecha con la escolta de William, después tendría esa charla con él.

―¡¿Qué haces con ellos?!

―Escucha, primero cálmate. No te harán daño, no si yo se los ordeno.

―No entiendo. ¡Habla de una vez!

―Tranquila ―Cerró los ojos por unos segundos, pensando en cómo haría esto―. Hunter, ¿puedes explicarle?

K lo miró. Hunter, con una seriedad y calma alarmante, lo dudó al principio. Matthew asintió hacia él. Entonces decidió poner sus cartas sobre la mesa de una vez.

―K, él es el Dictador. Matthew y William son la misma persona.

―Espera… ¿Qué? ―Boquiabierta y confundida, intercambiaba miradas con todos en esa habitación― ¿Estamos locos o qué? ¿De dónde sacas tantas tonterías? Eso… eso no puede ser. Hunter, explícame bien, y dime la verdad.

―Al principio creí que eran hermanos, pero después de que Matthew se lastimara justo donde habían herido al séptimo me hizo ver las cosas desde otro ángulo, y cuando conjeturé todo, me pareció bastante obvio. El parecido es exacto para ser únicamente parientes. Tenía la sospecha, pero verlo aquí, con estos, me hace estar completamente seguro de que se trata del Supremo Líder en persona. Lo que no entiendo es, ¿por qué?

―Hay cosas que se me salieron de las manos. Hay asuntos que me orillaron a hacer lo que hago. Ser el Dictador nunca estuvo en mis deseos, no tuve opción.

―A ver, a ver. ¿Me estás diciendo que, todo este tiempo hemos estado dándole información precisa sobre ubicaciones, armamento, planeaciones, y toda esa basura directamente al Líder Supremo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.