El Septimo Mandamiento

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MANDAMIENTO

¿Sabes cuál es
el 7º mandamiento?

Era la voz de un joven que se escuchaba entre lo denso y albo de la neblina de entre las nubes, podía mirar unos enormes leones, semejantes a efigies petrificados; pero no, estos leones era reales y estaban completamente enérgicos, este simétrico dúo custodiaba la entrada principal al cielo; yo quería que esas rejas se abriesen para yo poder entrar: pero de repente vi algo majestuoso, sí, sí; era yo que estaba fuera del cielo, por dentro, donde estaban los leones, era un gigantesco espacio, parecía mágico, semejante a la descripción de los cuentos de hadas, todo era magia, un vergel inigualable. Vi, vi y vi, miles de miles de ángeles vestidos de color cósmico edén, eran miles de ángeles en cuatro costados, formaban una cruz, miles a la izquierda, miles a la derecha, miles en frente y miles atrás y de centro estaba un hombre, sí, era Él, Él, estaba ahí, era ese hombre al que todos llamaban; «Jesús», el hijo de Dios, estuve frente al hijo de Dios, me echó un vistazo y me llamó; amigo, hermano e hijo; pero de repente mi cuerpo entero se revistió magnánimamente, era yo entonces un ángel mas entre tantos ángeles celestiales.

En el consultorio de un hospital en la ciudad de Whittier. Eunice y su madre se entrevistaban con un médico, a puertas cerradas el galeno le explicaba a una de las dos que estaba enferma, no se podía saber quién era en sí la enferma, lo cierto es que la eminencia de la medicina especificó:

— Cuidado con los sobresaltos, las emociones fuertes pueden hacer mucho mal, se requiere dormir bien, descansar, alimentarse sanamente, señora, debe usted dormir más, su enfermedad está en etapa terminal, debe hacerme caso, operarse es la mejor manera de poder vivir más. Entonces se escuchó la voz de Eunice quien dijo a su madre:

 — ¡Te lo dije madre! Al pobre le llueve sobre mojado, tanto desgraciado asesinando, robando y violando sin ser castigado por la divina mano de Dios, ¿y Dios, que hace? Nos castiga a nosotras, nos envía hambre, dolores en el alma y hasta enfermedades mortales con curas exageradamente costosas. Se escuchaba renegando y casi lloran antedicha mujer, a quien su madre le decía:

— Hijita, mi hija adorada, ¡perdóname, perdóname! No pude tener recursos económicos para no hacerte pasara tanta necesidad; pero esta enfermedad no me vencerá, ni a ti, menos a mí, estaremos juntas hasta el final. Se apoyaban madre e hija, y ante el dolor el doctor les dijo:

— A partir de hoy queda usted en una lista de espera, ojalá alguien pueda donarle un riñón, la espera puede ser milagrosa o bien dolorosa, además la leucemia seguirá perjudicando mayormente su salud. No se tenía conocimiento de quién de las dos mujeres era la que en realidad estaba enferma, lo cierto era que solo de un milagro dependía la vida de alguna de ellas.

La actualidad. La realidad de nuestro mundo apunta que de punta a punta, el pecado sea vuelto devastador, tan arrasador como un tsunami, que ahoga a la humanidad. Hay noticieros hablando de hechos apocalípticos, donde los padres matan a sus hijos, e hijos que matan a sus padres, mujeres dando a luz y abandonando a sus hijos, esposos y esposas que se matan con sus familias completas, que son capaces de lanzarse al vacio cargando un hijo en el vientre, en brazos o lanzándose con ellos, mujeres abortando, cosa que ni los animales hacen, jamás se habrase visto un animal abortando, generaciones corrompidas por falta de educación espiritual. Hemos envuelto el  mundo con nuestros pecados, y ahora decimos que el mundo nos tiene envueltos en cosas increíbles, se pueden ver hijos de padres separados que producto de asuntos psicológicos terminan cometiendo trágicos crímenes en escuelas, discotecas, etcétera. Juventudes perdidas entre la vagancia, los vicios, y lo más cruel, la humanidad entera abortando el sueño de Dios, el cual es la paz y el triunfo del amor. Seguimos destruyéndonos con las innovaciones de la tecnología, desnudamos nuestros cuerpos en redes sociales pero no nuestra alma que es lo que deberíamos desnudar frente a las incontables ovejas descarriadas que somos.

Hay una mugrosa y vieja mesa en una de sus cuatro patas tiene una cuña, si no es así, la mesa estaría canteada y todo al piso se caería, en esa mesa, en el centro hay una plato, una mano se ve que lanza un centavo, se puede ver aquel blanco plato lleno de centavos y monedas muy pequeñas, algunas se ven hasta mohosas, estos son los ahorros de una familia, cuyo deseo es tener una casa propia donde vivir, y para ello recogen cada centavo que en su andar por la vida encuentran. Esta es una familia que mes a mes se debe remendar para poder comer y pagar utilidades,  donde sino sacrificas terminas siendo una familia indigente, víctimas de la pobreza y a veces victimas del ocio.



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En el texto hay: delincuencia, autoayuda, madres e hijos

Editado: 21.11.2020

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