21: 00 PM. En aquel mencionado restaurante, a un seguía Eunice, había laborado por quince horas, quizás su deseo por obtener algo propio era más grande y fuerte que cualquier cosa, y es que cuando se carece, se sabe lo que se siente, porque se ha vivido en carne propia, y ella solo buscaba darle a sus hijos lo que tal vez nunca tuvo. Después de finalizar sus horas de trabajo, la Sra. Eunice, se encontraba en el sanitario del restaurante, estaba lavándose los pechos, el cabello y la cara, pues; en su casa no tenía una sanitario personal, los vecinos le prestaban donde sus hijos pudiesen hacer su hace personal y sus necesidades básicas, sin embargo a ella le apenaba mucho tener que estar molestando a sus vecinos y para que sus compañeros de trabajo no la viesen casi salir bañada, siempre salía por la puerta trasera. Solemos creer que en los países más desarrollados del mundo no hay pobreza; pero si lo hay, muestra de ello es la vida de Eunice, que no es nada diferente a la de tantos en el mundo, enfrentándose a duras situaciones socioeconómicas. La Sra. Eunice llevaba para sus hijos comida rápida. La vida podía ser muy feroz, que obligaba a las personas a sonreír por necesidad, aun sintiendo que se desarmarían con todo lo que soportaban en sus almas. Ahora, conocer la casa de esta mujer era muy decepcionante, pues su familia no solo sufría de hambre en alimento, desorganización, sino también carecía de un amor que debía estar por encima de cualquier hambre.
— ¿Y Tom? Preguntaba la endeble madre, mientras señalándolo respondía la hija de esta mujer, mostrando al niño dormido sobre un viejo sofá.
—Se durmió, ahí se quedó desde hace una hora. Cuan reducido era aquel espacio, muy lleno de carencia, había mucha falta tanto de lo esencial como de lo espiritual, aquí si se podía hablar de una extrema pobreza, porque se carecía de los dos bienes más comunes, los bienes materiales y espirituales.
— ¿No habrá vuelto a robar mas tu hermano Iker? Me da vergüenza que no me quieran ni rentar un cuartito más grande por la mala reputación de ratero que tiene tu hermano. Comentaba la señora al dirigirse a su hija mayor, quien comía una papitas fritas, y al sabor de esas sabrosas papas respondía:
— No, no, no que yo lo sepa madre, mucho menos que yo le haya visto algo que no es de nosotros, ¡Ah! Por cierto, vino a buscarte el hermano pastor Jordán. Terminó de comunicar a su madre, quien mirándola extrañada le dijo:
— ¿Qué quería ese hombre? ¡Joder y joder! Como él vive de las limosnas del pueblo, cree que todo mundo tiene su tonto tiempo para andar tras de él, alabando a Dios, ¿Qué Dios? Si ni del pobre se acuerdan esos pastorcitos, ellos son como los políticos, viven engordando sus bolsas a base del pueblo, y los pastores a base de los disque feligreses, hombre tonto, como que si sonreír fuera gratis en este miserable mundo. Y salió de entre las sabanas su hijo Iker, quien rebatió contra su madre:
— Ojalá sonrieras como le sonríes a los de tu trabajo, el día que pares de gritar y gritar en tu casa, y regales sonrisas en lugar de malas caras, ese día, entonces habrá que hacer fiesta aunque sea con frijoles y arroz. Eunice incomoda por las palabras de su hijo reaccionó con violencia tras sujetar una de las chancletas que traía puestas, con la cual le pegó por la espalda al muchacho, diciéndole al susodicho:
— Soy tu nana, tu madre, no tu hija, ni tu amiga, a mi me debes respeto, no soy una perra a la que le gritas para que se salga de tu presencia, hijo, yo también estoy harta de la miseria; pero… ¿Qué crees? No puedo ni si quiera ser prostituta porque no pagarían por este cuerpo desecho, por esta cara de vieja acabada en un trabajo donde ni prestaciones hay, o aceptas trabajar con el salario mínimo y los maltratos de tus jefes o te largas, ¿Qué prefieres? ¿El hambre o aguantar? Pues; prefiero aguantar para traerles a ustedes que comer, para tener para pagar esta casita de juguetes donde vivimos, así que antes de enjuiciar a tu madre por su sonrisa, averíguate cómo y cuándo tu estúpida madre perdió eso que pides y porque le da una sonrisa a esos clientes, hijo, yo no doy sonrisas gratis, a mi me pagan por pelar los dientes, por actuar diariamente frente a quien vaya al restaurante, no me pagan para ir hablar de mis desdichas. Eunice había dejado salir un poco de su dolor y de su soledad, claro, gritos, desesperanza, hambre de amor y falta de Dios era de lo que mas carecía la familia de Eunice; producto de ello un infierno era lo que ahí se vivía.
A la mañana siguiente, sucedió que nuevamente la madre de estos adolecentes se fue a trabajar, su hijo Iker, se reencontró con su nuevo amigo de muy malas mañas, y esto sucedió porque dicho malandrín se invitó solo para ir a casa del chico, claro estaba, las intenciones de este muchacho eran ir tras la hermana de su nuevo amigo.
— Así que se llama; Aracely. Se murmuraba aquel mal chico, mientras se saboreaba sus labios como cuales estuviesen besando los de entredicha muchacha, estas habían sido las expresiones llenas de malas intenciones por parte de Desgracia, mientras la chica parecía no esconder lo mucho que le gustaba este tipo, joven quien la vio, le regaló una sonrisa, con la misma ella le cuestionó:
— ¿Y usted es? Por fin hubo alguien que supo el verdadero nombre del malandrín, pues; el amor hace que hasta el más malo saque su mejor parte de si, con esto él contestó:
— ¡Wilfrido! Desgracia reveló su verdadera identidad, logrando con ello ganarse una sonrisa mas de aquella que no podía negar que babeaba por él, pues; era este el primer amor en la vida de ella, era el único que la había visto como mujer a sus 18 años de edad, viéndola inocente de las malas intenciones de algunos, este se acercó más a ella y con suave voz de enamorador le dijo:
— ¡Eres tan linda! ¡Tan especial! Tan bella, que… no sé, no se molestara tu novio si te digo lo bella que eres. Instante preciso en el que ella le respondió: