El Ser Mitológico

TERCERA ESCENA

—¡¿Expiación acuosa?! —preguntó Agnis anonadado.

—¿Ha dicho otra cosa? —cuestionó Emma con irritación.

—¿Qué se supone que debamos hacer? —dijo Katie con un matiz de preocupación y drama sin tener respuesta alguna. 

—¿No piensan hacer nada al respecto? —preguntó Agnis un poco asustado.

—Lo dice la persona que no ha hecho nada hasta ahora —dijo Ethan con una sonorosa voz de fastidio.

Agnis se alegró que por primera vez Ethan se atreviera a decirle algo, aunque es verdad que se molestó por el comentario. Agnis guardó silencio, pues era verdad que no había hecho nada, ni siquiera en su propia vida.

—Vamos, Ethan. Sé más condescendiente con Agnis, ni siquiera sabe qué es —afirmó Sebastián dándose cuenta que él también estaba siendo duro.

—Chicos, está por empezar —señaló Katie con su dedo tembloroso.

«Siéntate», escuchó Agnis. Este se sentó, entrecruzó sus piernas, se relajó e intentó meditar. «…», susurró mentalmente una voz categórica dentro de Agnis en unas palabras ininteligibles, pero Agnis entendió lo que quiso decir, comprendió la situación y se preparó:

—«Hechicería temporal: flujo retrospectivo del evento» —En torno a la pose meditativa de Agnis empezó a fluir una complejidad sistemática de grafía: unos símbolos que pasaban de figuras geométricas a abstracciones pictóricas que lentamente iban ascendiendo hacia los cielos.

Cada momento e instante en el que el hechizo subía a la expiación acuosa iba, poco a poco, regresando la temporalidad de dicho evento, de tal manera que la expiación acuosa iba desapareciéndose, desvaneciéndose y disipándose acorde al tiempo hechizado. Agnis estaba completamente relajado, parecía impertérrito ante la situación. Todo se lo debía a Spot, pues este lo había adiestrado para escuchar su yo interno. Agnis se levantó con ímpetu y se dio cuenta que Spot no estaba con él: tenía que buscarlo. 

—Tú vienes con nosotros —le ordenó Sebastián a Agnis cuando Agnis se encontraba incorporado.

—No soy de tu equipo —aseguró Agnis con rebeldía.

—Pronto lo serás, créeme —objetó Sebastián con impaciencia—, por ahora nos seguirás.

De manera repentina, al frente de Macapa se localizó una inmensa araña con grandes tenazas y un caparazón fortísimo. Agnis recordó nuevamente que Spot andaba por ahí, solo, desprotegido, olvidado. Agnis palideció, tragó saliva y echó a correr.

—Por favor, no me digas que le temes a las arañas —dijo Sebastián con un pequeño matiz fastidioso—. Encárgate, Ethan —ordenó Sebastián.

Ethan renegó un poco, pero al final obedeció. Ethan obstaculizó a Agnis de una manera elegante, formal que Agnis jamás podría llegar a ser. Agnis lo vio con terror.

—Tengo que irme y no tengo tiempo —expresó Agnis con rapidez, casi inaudible.

—Tendrás que pasar sobre mí —puntualizó Ethan.

Agnis supuso que no sería competencia alguna para Ethan, pues podía notarse que estaba suficientemente entrenado. Sin embargo, lo iba a intentar sin importar las consecuencias, tenía que ir en busca de Spot para así poder salvarlo, aunque en el fondo sentía que Spot iba a ser quien lo salvaría.

Al otro lado, Sebastián, Katie y Emma estaban combatiendo el tulpa. Sebastián había derribado a la gigantesca araña, mientras que Katie encantaba su postura para que al final Emma se acercara a ella y la petrificara. Una vez derrotada la gigantesca araña, más allá se aproximaban tres enanos ágiles con manos férreas y afiladas.

Tanto Sebastián como Emma sacaron dagas hechizadas. Katie se situó detrás de ellos. Sebastián y Emma protegían a Katie derribando a los veloces enanos: Sebastián pateó a un enano, arrojando la daga hechizada hacia el corazón del enano que volaba por los aires, convirtiéndolo en cenizas; mientras que Emma controló a uno de los dos enanos restantes para que pelearan entre sí. Katie conjuró las dagas hechizadas para que atravesaran los corazones de los dos restantes enanos, los cuales se incineraron de manera inmediata. 

—Bien planeado, Katie —halagó Sebastián.

—¿Y el chico nuevo? —preguntó Emma.

—Aquí está —dijo Ethan mientras se acercaba a ellos con Agnis sobre sus hombros, como si estuviera cargando un tronco.

Agnis pataleaba para que lo bajara, quería salvar a Spot, quería encontrarlo, quería estar con él, simplemente quería sentirse cómodo, familiar. El corazón de Agnis comenzó a palpitar, percibía cómo su sangre afloraba en la lentitud, sentía su cuerpo cada vez más liviano, percibía cómo sus pensamientos se ofuscaban, sentía que cada momento más estaba cambiando.

Agnis colocó sus manos sobre la espalda gruesa de Ethan y bajo una conjuración específica dio una descarga eléctrica. Ethan lo lanzó al vacío con un alarido, Agnis colocó las manos sobre la superficie, se impulsó y dio una vuelta un poco más allá desde donde se impulsó quedando de pie.

—Tus ojos están completamente albinos —manifestó Sebastián.

Agnis volvió en sí, nuevamente. Los ojos blanquecinos de Agnis se esclarecieron por completo a su tonalidad normal. Agnis los quedó viendo y amenazó:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.