El Ser Mitológico

QUINTA ESCENA

—Hola, Ethan —Agnis salió corriendo a saludarlo.

Ethan lo acorraló fuertemente contra los muros adustos de la regulación mágica de la hechicería. Agnis soltó un pequeño quejido cuando impactó contra aquellos muros.

—¿Cómo te ha ido? —le preguntó Ethan con una expresión facial abrupta, al instante que su brazo izquierdo lo estaba sojuzgando.

—Bien… —Agnis dejó en claro, pero se sentía dominado. Ethan se acercó a Agnis y lo olfateó.

—Veo que has hecho amigos —habló Ethan con desdén.

—¿Cómo sabes? —le preguntaba. Sentía que su cara se ruborizaba de la presión.

—Soy un conjurador adiestrado —Se vanaglorió Ethan—. No sabía que tu tipo eran los vampiros…

Agnis se sonrojó por completo: ¿qué era exactamente lo que Ethan quería decir? Agnis lo empujó de manera abrupta, pero Ethan repelió su ataque asiéndole la muñeca.

—Me lastimas —graznó Agnis. Ethan lo soltó siendo consciente de que estaba perdiendo la cordura.

—Anda, te necesitan en casa —ordenó Ethan de ninguna manera amable.

Ethan giró en sí dándole la espalda a Agnis y se encauzó hacia la casa de la élite Macapa. Agnis seguía los pasos quedos de Ethan. Agnis percibía que Ethan estaba molesto, siempre lo estaba, pero esta vez sí que estaba enfadadísimo. ¿Acaso Ethan odiaba a Agnis?, pero ¿qué había hecho de malo Agnis para merecer la animadversión de Ethan? Seguramente Ethan era esos chicos que molestaban a otros chicos solo porque los otros chicos eran débiles, ignorantes e ingenuos.

Allí se encontraban, justo frente a la puerta de acceso a la casa de la élite Macapa. Agnis dejó de caminar cuando notó que Ethan también había parado de caminar. Agnis sintió miedo, a la espera de saber qué era lo que Ethan pensaba hacer(le).

—¿No nos recuerdas…? —consultó Ethan antes de entrar a la casa. La voz de Ethan al preguntar estaba completamente quebrada, sin mencionar que fue tan despacio que lo dijo que por una cantidad ínfima más serían palabras inaudibles. Agnis quedó pasmado ante tal pregunta. Ethan pudo entrever que Agnis realmente no tenía la más mínima idea de lo que estaba sucediendo o lo que estaba por suceder o, quizá, lo que había sucedido.

La puerta de acceso se abrió de un portazo: era Sebastián aún cubierto de sangre. Agnis cayó en cuenta: Ethan también estaba cubierto de sangre, pero no lo había notado, ni siquiera en el momento en que se encontraron, incluso ni en el encarcelamiento en el que lo había tenido Ethan.

—¿Qué ocurre? —preguntó Agnis un poco asustado.

—No pasa nada —dijo Sebastián mientras se acercaba a Agnis, lo tomaba de la mano y lo llevaba justo a la habitación de Emma.

Cuando Agnis entró pudo observar que Emma se estaba desangrando o, mejor dicho, se estaba muriendo. A su lado yacía Katie cuidándola. Agnis quedó espasmódico. Al ver a Agnis, Katie se acercó rápidamente con una jeringa, le drenó un poco de sangre y se la aplicó directamente en los ojos de Emma. Ethan, detrás de todo el mundo, apareció por la puerta de acceso al cuarto de Emma y se dio cuenta que ya era tarde.

—No hemos considerado una parte radical —aseguró Ethan jadeando—. La sangre de Natus Vincere tiene los tres mandatos de las deidades supremas: maleficio, beneficio y purga. Por ello mismo su sangre es un neutralizador.

Katie escuchando a Ethan se incorporó en sí mirando directamente a Ethan.

—Ningún mandato de las deidades supremas puede caer sobre él…  —declaró Katie hilvanando las ideas de Ethan—. A menos que Natus Vincere las absorbiera bajo inconsciencia.

—Pero, aunque las absorbiera —informó Sebastián—, podría recuperarse debido a que su sangre es neutral contra los mandatos supremos.

—Ahí está el dilema —mencionó Ethan dando unos pasos atrás—: podrá ser afectado si no es consciente.

—Sugiriendo —Katie trazó la conclusión— que se desestabilizará.

—Oh, mierda —expresó con fervor Sebastián sin quitarle supervisión alguna a Agnis—. Tendrá su primera disociación identitaria.

Agnis cayó en el suelo, rendido de rodillas con la cabeza cabizbaja.




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