El Ser Mitológico

SÉPTIMA ESCENA

—Tú eres su consciencia —dijo Ethan. Spot estaba acariciando dócilmente a Agnis, quien se encontraba en estado de inconsciencia.

Katie dio un paso hacia donde estaba Spot.

—Por eso él no nos recuerda… —farfulló Katie—, porque —añadió Emma— su consciencia está sellada.

—¿Por qué? —preguntó Sebastián incrédulo.

—Se equivocan… —dijo Spot sin quitarle la mirada filial a Agnis—, él no es Natus Vincere.

Por un momento, por un instante, por una vez la élite Macapa quedó sumida en una incoherencia total.

—Aunque no en todo —manifestó Spot. Todos estaban prestos a escuchar a Spot—: yo sí soy la consciencia de Natus Vincere….

—¿Qué pasó contigo? —preguntó Ethan con una entereza dócil.

—La resurrección que alguna vez se pactó fue consumida por la llegada de mi descendiente… —expresó Spot sin que los chicos comprendieran— y, por ende, no podía permitir que Bonum y Malum estuviesen libres —advirtió—. Después de todo, fui yo quien los creo —Se echó la culpa. Hubo una pausa—. Les presento a Agnis: mi hijo.

Lágrimas incomprensibles caían desde lo alto de los ojos de Katie. Emma sintió un vacío torácico intangible. Sebastián se sentía lúgubre. Mientras que Ethan estaba realmente apesadumbrado. Pues el nacimiento de un primogénito ser esencial supone la propia consumación del progenitor ser esencial.

—Como verán —explicó—, Agnis es mi última esperanza y quizá la esperanza de todo el mundo mágico. Cuando esta hiperrealidad desaparezca —Dejó de acariciar los cabellos de Agnis—, yo también lo haré.

—Al ser mi hijo es posible que resucite —dijo Spot—, pero si llegase a morir —advirtió—, Bonum y Malum quedarían libres sobre la faz del mundo mágico. Eso significa que —concluyó— él hace parte de Bonum y Malum.

—Sebastián —llamó Spot— fue un hermano para mí —Spot utilizó un tono impersonal—, ahora quiero que seas —le dijo Spot a Sebastián en un tono personal— como un padre para él.

—Todos ustedes —Se refirió más en general— deben cuidar de él —Ojeó a Ethan— y de los seres mágicos…

—Agnis es lo último que nos queda a todos nosotros —puntualizó Spot.

Spot cogió la palma de la mano derecha de Agnis y con uno de sus dedos afilados hizo una pequeña cortadura. La sangre se deslizó por toda la hiperrealidad antimágica, la cual la hizo desaparecer poco a poco desgarrando parte por parte dicha hiperrealidad. Al mismo tiempo, Spot empezó a disiparse en diminutas partículas de luz. Ethan dio un paso seguro hacia adelante.

—No, no me he olvidado de ti… —interrumpió la consciencia de Natus Vincere sin saber lo que posiblemente podría decir Ethan—. Esta es una nueva oportunidad de comenzar la vida sin ataduras de lo que Natus Vincere alguna vez significó —Con una picada en el corazón, Ethan, desalmado, odio por primera vez a Natus Vincere—. Ahora, ustedes son mucho más grande de lo que Natus Vincere alguna vez fue —animó Natus Vincere antes de desaparecer con la hiperrealidad antimágica.

Después de un tiempo, los chicos estaban sentados ahí en la sala de estar de su casa. Agnis ya estaba descansando sobre la habitación de Sebastián. Ninguno de ellos se veía directamente a los ojos con tal de evitar transmitir sus ideas, sentimientos o, quizá, sus pensamientos.

Ethan se puso de pie y se dirigió hacia la puerta de salida sin decir alguna palabra o echar vistazo alguno a los chicos.

—¿A dónde vas? —preguntó Sebastián interceptándolo.

—Él no es mi problema —amenazó Ethan, ladeando por completo a Sebastián y, de esa manera, logrando salir de la casa. Sebastián, inmóvil, pudo notar el dolor de Ethan, se preguntó si sería igual al dolor que él estaría sintiendo. Al menos, Sebastián tenía a Agnis, pero ¿Ethan a quien tenía en esos momentos? «Nada ni nadie a cambio de todo, eso le has dado, Natus…», dijo Sebastián para sus adentros.

—Chicas, ¿qué vamos a hacer? —dijo Sebastián con un gesto de apertura de manos.

—La verdad nos hará libres —recitó Katie con un suspiro.

—A menos que utilicemos la verdad feérica —completó Emma con una sonrisa apacible.

«No sé qué será de mí sin ti guiándonos», pensó Sebastián con una sonrisa que de alguna manera le regresaba el sosiego. A lo largo de la casa se escuchó un alarido: Agnis había despertado.




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