El Ser Mitológico

PRIMERA ESCENA

—Agnis, despiértate —vociferaba Sebastián sujetándolo. Sebastián se daba cuenta que Agnis estaba sufriendo al ver sus dóciles lágrimas de auxilio siendo derramadas por sus dos enrojecidos cachetes.

Katie y Emma al escuchar los gritos de Sebastián llegaron de una vez a la habitación de Sebastián abriendo la puerta de un portazo. Al momento, llegó Ethan totalmente sigiloso. Agnis despertó.

—Ayúdame… —le decía Agnis específicamente a Sebastián, lo abrazó fuertemente mientras a la par chillaba desesperado—, me está atormentando… —Jadeaba—, lastimando… —tartamudeaba—, sojuzgando… —Soltó un alarido—: me está matando en vida —Lloraba sin respiro alguno.  Katie también abrazó fuertemente a Emma tras ver cómo sufría Agnis.

«Así que esto es por lo que pasabas, Natus Vincere», se dijo a sí mismo Sebastián al instante que acariciaba filialmente a Agnis. «Este era el motivo por el que me distanciabas», pensó Ethan con un poco de nostalgia. «¿Por qué le haces esto a tu propio hijo?», se dijo Emma para sus adentros consolando a Katie.

—No lo quiero —Lloraba Agnis—, Sebastián. No quiero esto.

—Y se supone que esta es la última esperanza de Natus Vincere —dijo Ethan sin escrúpulos. Luego se marchó de la pieza de Sebastián.

Mirándose directamente a los ojos, Sebastián lo apartó.

—Ven, alístate… Acompáñanos a la ceremonia de Jareth. Te servirá —añadió— para relajarte un poco y salirte un poco de este ambiente.

Sin dejar los sollozos asintió y se dispuso a alistarse para acompañarlos a la ceremonia de despedida de Jareth. Sabía que, aunque estuviera viviendo eso tan doloroso, tenía que estar ahí como pañuelo de apoyo para Katie. Ella realmente sí había perdido algo, lo de Agnis era simplemente un murmullo fantástico.

Una vez preparados, menos Ethan, todos se encaminaron hacia la ceremonia de despido de Jareth fuera de la ciudad mágica. A las afueras de la ciudad mágica se encontraba un vasto mundo arborizado con criaturas y objetos sobrenaturales. Bueno, en una pequeña parte de ese mundo se haría la ceremonia de despido por parte de la élite Dafean.

Estando allí, Agnis pudo observar un gran símbolo hechizado que, según podía interpretar, era un hechizo de olvido. Tal magia permitía a las élites poder desconectarse física, mental y emocionalmente del integrante perdido. Dicha ceremonia consistía en que cada integrante de la élite debería ofrendar sus recuerdos del integrante perdido. No es que los integrantes perdieran el reconocimiento de ese ser, sino que cuando lo recuerden, será como un ser agregado, más no un integrante activo de su élite e, incluso, de sus vidas.

—Hola, ¿Qué tal te ha ido? —le habló Sebastián a Jade.

—No es como si perder un integrante elitista no te afectara —manifestó Jade con un poco de sarcasmo.

—Tienes razón, discúlpame —dijo Sebastián—. Déjame empezar de nuevo —pidió Sebastián—: Hola, la élite Macapa viene a dar sus pésames.

—Pues no se lo han tomado en serio —manifestó crudamente Jade.

—¿Por qué lo dices?

—Uno de tus integrantes no está aquí —puntualizó mientras se daba la vuelta para recibir otros invitados.

Sebastián la rodeó.

—Oye, Ethan no está pasando por un buen momento —dijo acordándose de todo lo que estaban viviendo.

—¿Y nosotros sí? —le cuestionó Jade mientras trataba de evadir a Sebastián.

—Quizá Ethan no esté aquí presente —declaró Sebastián—, pero lo está Katie.

Jade se quedó quieta por un instante.

—Es verdad… Nosotros debemos pasar de él, pero Katie siempre lo recordará. El dolor del dulce recuerdo —advirtió— siempre estará con ella.

Jade encaminó a Sebastián hacia un chico.

—Quiero presentarte al posible siguiente integrante de Dafean… —Cuando llegaron ahí, Sebastián pudo ver a un sobrenatural adiestrado que a la vista parecía tener una edad milenaria—: este es —presentó con un gesto de saludo— Ryan.

—He oído hablar de ti —se dirigió Sebastián a Ryan—, el vampiro con habilidades nigromantes, ¿no es así?

Ryan sonrío mostrándole sus colmillos puntiagudos.

—Por lo que puedo escuchar —confesó Ryan—, eres Sebastián, un ser prodigo natural, ¿me equivoco?

Ambos chicos reían en una tensión enigmática que sentían recíprocamente. Ryan olfateó todo su alrededor.

—Discúlpenme… —dijo Ryan y desapareció por completo.

Más allá, donde se encontraba Agnis, aquel sintió un aire turbulento que se posicionó detrás de él.

—Hola, guapetón —saludó Ryan susurrándole al oído desde atrás.

Agnis se volteó en sí.

—Oh, eres tú —dijo un poco con la voz temblorosa.

—¿Quién más podría ser? —consultó Ryan.

Agnis lo ignoró y fue hacia donde estaban Emma y Katie. Ryan lo interceptó.

—Olé, te noto un poco bajo de tono…

Agnis se detuvo y prestó plena atención a Ryan. Agnis no podía negar que Ryan era atractivamente de interés común.




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