El Ser Mitológico

CUARTA ESCENA

—¿Dónde es? —preguntó Agnis.

—Espera… —contestó Ryan—, ya va a ser medianoche. Agnis lo atisbó con una expresión desconcertada.

Cuando fue medianoche, se pudo observar que por las calles de la ciudad encantada empezaban a resaltarse indicios que conformaban un camino; aquellas siluetas descriptivas dibujadas sobre el suelo de la ciudad encantada resplandecían en toda la ciudad tiñéndola de colores fluorescentes.

—¿No es asombroso? —comentó Ryan con un brillo en sus ojos. Agnis se abstuvo de hablar—. La ciudad encantada es conocida por… —decía Ryan—, ya sabes, objetos exóticos…

—Porque a eso se dedica el encantamiento, ¿no? —ironizó Agnis mientras seguían aquel camino.

Ignorando a Agnis, Ryan se detuvo en seco.

—¿Por qué te detienes? —preguntó Agnis sintiendo que cada vez que iba detrás de Ryan siempre de alguna manera chocaba con él.

—Hemos llegado.

Ladeando un poco a Ryan, Agnis notó que en realidad había una enorme fiesta comparada con las fiestas en el mundo natural: había una gran mansión con una profusión diversa de seres, así como también algunos objetos excéntricos. Nuevamente, Agnis estaba detrás de los pasos de Ryan, pero en este turno cuando Ryan se detuvo, también él lo hizo.

—Ryan —saludó una mujer a Ryan con un beso en la mejilla. Agnis detalló a dicha mujer siendo consciente de que era una majestuosidad angelical. Al parecer, se había dado cuenta que los ángeles, demonios e, incluso, los propios hijos de la muerte eran seres espléndidamente magníficos. «Por eso los llaman seres supranaturales», pensó Agnis sintiéndose un poco menospreciado de sí mismo. Agnis encogió su postura y estando detrás de Ryan se sujetó discretamente de la camisa de Ryan.

—Ruth —Ryan le dio un apretón de hombros percibiendo el comportamiento incómodo de Agnis—, te presento a Agnis —introdujo a Agnis con un ademan cordial. Ruth quedó viéndole.

—¿Eres el del trisquel mágico? —interrogó Ruth esbozando una expresión facial de duda o recuerdo.

Agnis sintió una punzada en su corazón.

—Parecido —Trató de evadir el tema doloroso. Ruth se dio cuenta de su expresión afligida. 

—¡Enhorabuena! —Ruth acabó la conversación—. Nos vemos por ahí —le dijo a Ryan.

De entre la multitud hasta las afueras de la mansión, Agnis intentó abrir paso dejando de lado a Ryan.

—Oye —dijo Ryan mientras se rascaba su cabeza—, ella es Ruth de la élite Dafean.

Ahora Agnis entendía por qué ella lo conocía como el del trisquel mágico, pues recordaba que los integrantes de la élite Dafean habían estado en el combate contra el gran demonio antiguo de la ilusión Mara. Sin embargo, Agnis no se había fijado en ellos ni en lo más mínimo; por ende, no los reconocería. Agnis sabía que debía reconocerlos, dado que la élite Dafean era muy próxima a la élite Macapa y, en parte, se imaginaba que era por el idilio entre Sebastián y Jade. Agnis soltó una risita.

—¿De qué te ríes? —le preguntó Ryan asimilando su risa contagiosa.

—¿Todos los integrantes de Dafean están aquí? —consultó Agnis sin mirarlo a los ojos.

—No lo sé —respondió Ryan un poco extrañado—. ¿Quieres que te los presente? —Ryan enarcó una ceja.

—No… —Evadió Agnis la pregunta—, bueno —titubeó—, preséntamelos solo si —enfatizó— se da la ocasión.

—Ven acá… —Ryan tomó de la mano a Agnis y lo condujo a la parte de la mansión donde se encontraban las bebidas. Agnis se deleitó ante tanta abundancia de bebidas ahí presentes. Cada ser estaba tomando bebidas con colores y olores un tanto diferentes. Uno de los ahí presentes ofreció bebida a Agnis, este la recibió a punto de ingerirla.

—Ten cuidado… —previno Ryan quitándole la copa de entre las manos a Agnis—. Son bebidas encantadas —explicó— y esta —Detallando la copa— definitivamente es un alucinógeno mágico.

Agnis soltó una risita. Ni siquiera conocía a detalle las fiestas del mundo natural, ¿por qué conocería las del mundo sobrenatural?

—¿Alguna de interés? —consultó Agnis.

—Esta te va a encantar —dijo Ryan, cogió una copa amontonada en una mesa cercana a él y se la pasó a Agnis.

—¿Qué es? —le preguntó mientras se fijaba en la copa.

—Te permitirá ver…, imaginar —precisó Ryan— la aurora de un ser.

Agnis veía cómo la bebida allí dentro de la copa borbotaba, tenía un color como la luz magnificente del sol, solo que menos intensa. Agnis bebió a fondo la copa y degustaba un sabor energizante. Sus pupilas se dilataron. Agnis observó detenidamente la aurora de Ryan: se emanaron proporcionalmente colores opacos y renegridos, pero más tarde yacería de todo ello una luminiscencia circundante a su ser, como un tipo de protector contra la oscuridad. Agnis se horripiló al ver la oscuridad, así que inconscientemente se abalanzó contra Ryan, contra su protector oscuro.

—¿Conque te ha gustado mi aura?, ¿Eh? —Se vanaglorió Ryan. Agnis estaba aferrado a él.

—Es tu turno —dijo Agnis al instante que escondía su rostro sonrojado en la ropa de Ryan.




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