El Ser Mitológico

QUINTA ESCENA

—¿Sales? —Katie estaba recostada sobre la puerta abierta de la habitación de Emma. Esta se estaba anudando los cordones de sus botas encueradas.

—Sí… —contestó Emma. Terminó de anudarse las botas y, estando lista, salió de su habitación rumbo a la puerta de salida de la casa—, hoy es la fiesta de la ciudad encantada.

—Espera… —dijo Katie alcanzándola. Emma seguía su rumbo—, ¿podemos hablar?

Emma hizo caso omiso a las palabras de Katie.

—¡No puedes ir! —gritó Katie llamando la atención de Emma—: debes estabilizar tus poderes oculares —Emma sabía que, a diferencia de la sangre de Natus Vincere, la sangre de Agnis era inestable.

Emma rotó en sí quedando enfrente de Katie, luego cruzó sus brazos.

—¿Te refieres a entrenar?

Katie asintió sin ver la mirada acusadora de Emma.

—Está bien, que no nos demore —advirtió Emma con un tono desdeñoso.

Ambas chicas, dentro de la casa, se dirigieron a la habitación de combate, un espacio posiblemente conjurado, hechizado o encantada que tiene como función ser un sitio adecuado para que las élites entrenen. Emma descendió primero por los escalones seguida por los pasos quedos de Katie. Ambas se posicionaron para que empezara el entrenamiento. Katie se quedó inmóvil.

—Si esto es para estabilizar mis poderes oculares —dijo Emma, entre tanto estaba estirando su cuerpo—, entonces ataca —bramó Emma.

—«Hechicería elemental: respiro profundo» —hechizó Katie dibujándose un enorme círculo con varias líneas diametrales que afloraron en un círculo más pequeño, de donde salió una ventisca impetuosa dirigida hacia Emma.

Emma intentó usar sus poderes oculares, pero nada ocurrió. Así que con su mano derecha recibió el ataque quedando indemne, pues fue lo suficientemente débil como para soportarlo y recuperarse a la vez.

—¿Por qué dices entrenar mis poderes oculares si ni siquiera te esfuerzas? —preguntó con dureza Emma—. Sé honesta contigo misma —vociferó Emma.

Katie percibió que aquella situación la forzaba a definir sus sentimientos, sabía que de algún modo había siempre querido a Emma, pero se preguntaba de qué forma. Katie no quería amarrarse al verdugo de sus sueños, que en las noches la acechaba avisándole de los dolores apasionantes del amar, pero en esta ocasión el verdugo de sus sueños se había manifestado en sus sentimientos. Katie sintió una picada en su corazón.

—¡Porque quiero hablar! —gritó Katie perdiendo los estribos—. «Conjuración material: piedras encendidas» —conjuró Katie. Luego alzó las manos y, con ellas, se alzaron tres enormes piedras para, después, con el chasquido de sus manos incinerarlas. Por último, las condujo hacia Emma con un movimiento de aleteo presuroso.

Emma con su ojo derecho se concentró enteramente en los tres objetos venideros: dichas piedras quemadas se disecaron resumiéndose en puras cenizas. Los poderes innatos de los seres sobrenaturales son una especie de encantamiento; por lo tanto, Emma, cansada, se agazapó contra el suelo. Emma se llenó de impotencia disfrazada de ira.

—¡Es porque no me gustas! —gritó Emma tan fuerte que su cuerpo esparció una onda sonora que iba fragmentando poco a poco cada aspereza de la habitación de batalla. Cuando esta onda tocó a Katie, se extendió sobre todo su cuerpo provocándole algunas heridas superficiales.

Katie empezó a sangrar un poco: ¿acaso Emma lo sabía todo este tiempo?  ¿Qué le hacía pensar que ella, Katie, quería que su amor fuese correspondido? Solamente deseaba transmitir sus sentimientos, quería liberarse de ellos únicamente expresándolos y esperaba que Emma los escuchara: ¿quizá no es mejor expresarlos aceptándolos que esconderlos negándolos?

Emma se dio cuenta de lo que había pasado: había herido a Katie a través de su indeterminación colérica. Se acercó e intentó ayudarla, pero Katie se rehusó a que se le acercara. Emma no quería herirla y se sentía impotente de no poder ayudarla. Incluso cuando podía disculparse, prefirió callar.

—No es tan grave… —comentó Katie con una sonrisa desdibujada— no tanto como lo que has dicho —«Así que así es cómo cortan las palabras», reflexionó Katie imaginándose que todo este tiempo ella para Emma había sido solo un juego, un juego de élite.

Sin ningún aviso previo, Katie salió del corazón de Emma con el rastro del gotear de la sangre.




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