El Ser Mitológico

SÉPTIMA ESCENA

Tanto Sebastián como Jade llegaron al lugar del caos.        

—Ayúdenme… —gritaba una muchacha mientras se arrastraba por el suelo tratando de huir del ser sobrenatural nocturno ahí presente—. Por favor, no… —suplicaba y sollozaba aquella pobre muchacha.

Jade se encaminó para ayudarla.

—Detente… —le ordenó Sebastián con un jalón de brazos—. Ya no podemos ayudarla —explicó Sebastián—, está muy cerca de esa cosa.

Delante de ella había un ser nocturno con un cuerpo troncal blanquecino que ascendía a tres calaveras circundantes a un ojo rojizo. Aquel ser nocturno con su mano arborescente degolló la garganta de la muchacha quitándole la posibilidad de sollozar y, además, arrancó con ferocidad su cabeza. Más tarde, acercando la cabeza decapitada a su ojo rojizo la calavereó hasta tal punto de formar una sombra ennegrecida alrededor de todo el cráneo.

 Jade sintió lástima por la joven que acababa de morir.

—Pudimos salvarla —recriminó Jade furiosa.

—No, no podíamos —reiteró Sebastián—. Esa bestia es de la familia Ent… —dilucidó Sebastián.

—Eso ya lo sé —interrumpió Jade.

—Con habilidades de la nigromancia —puntualizó Sebastián con un gesto de déjame-terminar. Jade comprendió la situación.

La sombra elemental, vestigio de la joven que había muerto, abalanzó una ráfaga de cuchillas sobre Sebastián y Jade. Sebastián alzó su mano en dirección de las cuchillas vinientes y moldeó su masa corporal más pesada que el ambiente en el que se encontraban. Automáticamente, las cuchillas cayeron.

El ser nocturno seguía degollando, decapitando y calavereando a cada persona ahí presente con la rapidez de un ser sobrenatural digno. Cada acción calavereada más significaba una sombra elemental más: estaban repletos de sombras elementales.

—Está asesinando a todas las personas —dijo Jade, entre tanto detenía con su control mental una ráfaga de rocas puntiagudas que una sombra elemental le estaba echando.

—Sí… —decía Sebastián y, a la vez, destrozaba cráneos—, pero… —Seguía destrozando cráneos, de esta manera, matando a las sombras elementales— si no hacemos algo por nosotros, estaremos como ellos —dijo rápidamente Sebastián sin escrúpulo alguno.

—Sebas… —gritó Jade—, cúbreme —Jade se hizo detrás de Sebastián, el cual tuvo que encargarse de todas las sombras elementales. Todas las sombras elementales al mismo tiempo arrojaron diversos ataques elementales desde ráfagas de fuego hasta piedras explosivas.

Sebastián se concentró, respiró y se preparó.

—«Hechicería elemental: gran pared airosa» —En frente de Sebastián se posicionó una pared enorme de símbolos que reintegraban la dureza del aire transformándola en una pared de aire protectora. Cada ataque fue repelido por el hechizo de Sebastián.

—Jade… —dijo Sebastián dando un paso atrás—, alguna mano por aquí —Las sombras elementales estaban reforzando un ataque combinado de diferentes elementos.

—Encárgate —dijo Jade atareada—, estoy en otra cosa.

—Recuérdame por qué seguimos saliendo —chistó Sebastián y se imaginó la cara molesta de Jade, luego esbozó una sonrisa.

Sebastián comenzó a respirar profundamente, concentrándose en sí mismo, en su ambiente y en el ataque final.

—«Hechicería física: desintegración elemental» —Delante de Sebastián se delineó un cuadrado reluciente con un círculo incrustado y en dicho círculo se esbozaban diminutas líneas diametrales oscurecidas.   

El ataque final de las sombras elementales se confinó en una simple lámina emblanquecida que se orientó hacia Sebastián. El hechizo de Sebastián desintegró cada partícula elemental que se atreviera a pasar por ella. Una vez más, Sebastián salía invicto ante la situación; no obstante, otra vez más y su derrota sería definitiva.

—Listo… —afirmó Jade levantándose de donde se encontraba.

Sebastián pudo visualizar que Jade se hallaba encima de una grafía casi cifrada, ya entendía por qué se estaba demorando en demasía: Jade estaba preparando un hechizo complejo.

—«Hechicería mental: trasfondo converso del nigromante» —Toda esa transcripción gráfica fosforeció, delineó un camino fino hacia cada uno de los cráneos de las sombras elementales y, allí mismo, en la parte superior se dibujó un carácter antinigromante, del cual descendieron reflejos neófitos de las sombras elementales.

—Luces elementales —felicitó Sebastián a Jade—. Ya recuerdo por qué seguimos saliendo —chistó de nuevo Sebastián.

En vez de molestarse Jade se alegró.

—Como siempre ha sido —mencionó—: yo tu mentalista y…

—Yo tu fisicalista —remató Sebastián.

El ser nocturno, acorralado, escapó de la batalla. Sebastián y Jade iban tras los pasos del ser nocturno.




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