El Ser Mitológico

NOVENA ESCENA

—Está escapando —le gritaba Jade a Sebastián durante la persecución del nocturno en medio de una calle, vacía, poco transitada, cerca de un parque abandonado con algunas de sus partes oxidadas y mohosas.

—Jade… encarcélanos —ordenó Sebastián, en tanto intentaban acorralar a la bestia, pero esta mucho más ágil intentó escabullirse.

Jade, a través de su razón mental, creó una pared invasora que no dejaba salir ni entrar nada ni a nadie, completamente impenetrable. Había atrapado no solo al ser sobrenatural, sino también a ella y a Sebastián. Al colisionar el ser sobrenatural contra la pared mentalizada, este arremetió con rapidez contra Jade. Modificando la velocidad del ambiente, Sebastián se apresuró, tomó a Jade quedando en la antípoda del ser sobrenatural. Este se volteó y se enfureció con un rugido de ultratumba.

Después, los cráneos incrustados en el cuerpo-tronco del nocturno se despegaron, todavía rondando el ojo rojizo. Su cuerpo se carbonizó y quedó únicamente su ojo rojizo levitando, rodeado de los tres cráneos en forma de triángulo. Más tarde, se empezaría a formar una silueta enorme calavereada. Este nuevo ser nocturno transformado era tres veces más grande que su forma congénita.

Los tres cráneos abrieron su boca esquelética y arrojaron agujas de tres tipos diferentes de elementos: agujas escarchadas, agujas ígneas y agujas filosamente metalizadas. Sebastián, a través de su razón física, empujó la tierra formando un muro terroso, para que los protegiera de los ataques vinientes. Sebastián se percató de un intenso dolor en su parte torácica derecha; trató de mitigarlo agarrándose fuertemente de él. Sebastián cayó de rodillas. Jade corrió a asistirlo. 

—Su ojo nos deteriora si utilizamos magia —decía Sebastián, entre tanto transpiraba. Al momento, la pared invasora desapareció. El brazo derecho de Jade empezó a dolerle.

—El muro… —dijo Jade— no aguantará.

Las agujas filosamente metalizadas cada vez más estaban desmoronando el muro terroso de Sebastián. Jade depositó su mano de confianza en la mano de Sebastián. Las agujas demolieron el muro terroso. Según la lentitud del espacio, Sebastián percibió como cada una de las agujas venideras ahí presentes se distribuían, se enfocaban y se construían. Sebastián transportó a Jade, cargada en sus brazos, a un lugar más seguro. 

—No podemos seguir así —reflexionó Jade aún estando en los brazos de Sebastián.

—¿Por qué no? —cuestionó Sebastián—, gracias a la unión natural entre fisicalistas y mentalistas nuestro poder mágico aumenta —expuso Sebastián.

—Porque es una relación tóxica —declaró Jade sin ver a los ojos de Sebastián.

—Contigo, cualquier cosa —suavizó Sebastián.

Jade, todavía cargada en los brazos de Sebastián, lo abrazó. El irascible ser nocturno, una vez más, arrojó las mismas agujas contra Sebastián y Jade.

—«Hechicería dual: entierro» —Debajo de los enamorados emergió un féretro que los aprisionó, el cual tenía un rótulo fronterizo: «Prisión de Amantes». Las agujas arrojadas no hicieron rasguño alguno sobre el féretro invocado por Jade.

Sebastián, dentro, se burló de Jade.

—Claro, no podía ser de otra forma —dijo Sebastián en tono irónico.

—Nos estaba protegiendo —se excusó Jade un poco ridiculizada.

—Eso es lo que me encanta de ti —aduló Sebastián, luego la besó con vehemencia. El corazón de Jade se aceleró en la medida en que se besaban.

Por enésima vez, el lazo natural de fisicalista y mentalista había sido establecido. Jade, al principio, había tenido sus dudas al respecto: siempre que lo intentaban resultaban sufriendo en demasía, pues dichas uniones naturales son, en parte, sentimentalmente extremas. Además, ellos dos eran líderes de élites: tenían más responsabilidades que exclusivamente su unión marital. Como siempre había sido, Sebastián se relajó y Jade se dejó llevar.




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