El Ser Mitológico

DÉCIMA ESCENA

—Agnis, cuando quieras… —decía Ryan forcejando con el enorme ser nocturno—, tómate tu tiempo —Seguían forcejeando—, sin presiones —presionó Ryan.

«¿Y ahora?», pensaba Agnis mientras observaba cómo sagazmente Ryan combatía a ese ser nocturno espeluznante. Se levantó de la piedra en la que se había sentado y se dio cuenta que pararse no servía de nada para elucubrar. Volvió a sentarse, pero esto tampoco le ayudaba a pensar. La batalla entre Ryan y el ser nocturno cada vez más se acercaba hacia Agnis. Cuando el ser nocturno estuvo lo suficientemente cerca de Agnis con su largo brazo arrojó su mano para aplastarlo.

De nuevo, Ryan salvó a Agnis transportándolo a otro lugar seguro. Agnis se sintió como un estorbo.

—Lo siento… —dijo Agnis con los ojos aguados.

Ryan alzó las manos indicándole que no había ningún problema, después lo besó en la frente. Agnis flaqueó al percatarse de la calidez de su beso sobre su frente. Ryan regresó a la batalla.

—Es un ser que come magia —dijo Agnis en voz alta.

—¿Ah? —dijo Ryan desde la lejanía. Agnis se percató que lo había escuchado con la capacidad auditiva de un ser sobrenatural.

Agnis, que una vez más estaba sentado, se levantó y se concentró.

—«Conjuración elemental: burbujas explosivas» —Agnis configuró su dedo pulgar e índice para que formaran un circulo, en seguida, sopló a través de ella y de ahí se liberó un montón de burbujas que se enfocaron hacia el nocturno, pero este las empezó a absorber como si nada.

—Te dije que consume la magia directa —subrayó Ryan mientras evitaba las burbujas. Sin embargo, alcanzó a rozarse con una de ellas y cuando explotó la burbuja, lo mandó a volar lejos del ser nocturno y casi, un poco, cerca de Agnis.

Agnis se precipitó hacia Ryan.

—Lo siento… —se disculpó Agnis.

—No pasa nada —trivializó Ryan, posteriormente, tosió sangre.

El nocturno expelió su gran fuerza de su mano hacia Agnis y Ryan. Agnis sin darse cuenta de la situación empezó a lloriquear, pues se culpaba de lo que había pasado. Sin querer o sin intención alguna, el estremecimiento de Agnis generó un campo de plasma que detenía los ataques voraces del ser nocturno. Distinto a Agnis, Ryan fue consciente de todo lo que estaba pasando. «Sigue llorando, bebé», pensó Ryan un poco cínico.

—Tranquilo, voy a recuperarme —le aclaró Ryan para que se calmara.

Agnis dejó de llorar y parecía ensimismado.

—Eso es… —le dijo a Ryan. Luego le entregó su cuello para que se recuperara.

—¿Qué haces…? —le decía Ryan sonrojado, entre tanto forcejaba con Agnis.

—Aliméntate…

Por primera vez, Ryan se horrorizó. Luego se negó rotundamente.

—Te estoy dando mi consentimiento —le objetó Agnis con una mirada determinante.

—Contrario a la literatura, los vampiros no nos alimentamos de la sangre —aseveró Ryan.

—Sí, pero la sangre también es un tipo de vitalidad —confirmó Agnis.

Ryan repensó la situación por última vez y se concientizó de la coyuntura. 

—Lo haré —accedió—, pero no de tu cuello.

—¿Entonces? —Agnis se escandalizó pensando en todas las partes del cuerpo que tenía.

—Me refiero a tu muñeca —contestó Ryan a tiempo por el bien de Agnis.

Agnis le entregó su muñeca. Ryan, un poco cohibido, sujetó la muñeca de Agnis, se la llevó a la boca, la mordió con sus filosos colmillos y se aferró con voracidad a ella. Ryan saboreó una sensación paradisíaca. Agnis soltó un gemido de dolor. Ryan se detuvo y se paralizó.

Los manotazos del ser nocturno por fin deshicieron aquel campo de plasma creado, de modo inconsciente, por Agnis, pero cuando estuvo a punto de machacarlos, Ryan se llevó a Agnis lejos de donde el manotazo cayó.

—¿Estás bien? —preguntó Ryan.

—Sí… —Agnis, mareado, se desplomó hacia Ryan; este lo sostuvo.

Ryan, maníaco, le susurró algo al oído de Agnis.

—Yo me encargo del resto —dijo Ryan con un comportamiento afanoso.

Ryan se elevó hasta quedar a la misma altura del ser nocturno.

—«Encantamiento nigromante: ojo de la extinción» —Ryan se embistió con movimientos bestiales hasta empujar al nocturno, el cual cayó sentado. Posteriormente, el nocturno empezó a carbonizarse, a consumirse, a perecer. Sin embargo, como se esperaba, su ojo hueco trató de embeberse toda esa magia.

—«Hechicería transitiva: marcaje de retribución» —Agnis apuntó con uno de sus dedos hacia la espalda de Ryan y disparó con tino. La ropa de Ryan se deshilachó mostrando la aparición de una figura triangular con infinitesimales símbolos ininteligibles.

Más tarde, Ryan, volando, extendió sus brazos y piernas, y su figura frontal se ensombreció con el fin de capturar el ojo vacío del nocturno. ¿Cómo era esto posible? Puesto que Agnis había hechizado «ojo de la extinción», marcando de símbolos a su dueño Ryan, para que el encantamiento se reintegrara en su encantador y como el encanto estaba siendo absorbido por el ojo vacío del nocturno, entonces Ryan, el encantador, consumiría en sí el ojo vacío del nocturno que contenía su encanto de nigromante.




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