UNDÉCIMA ESCENA

De la nada, el mundo mágico había enviado a una élite para que solucionara el problema ahí planteado. Cuando llegaron donde estaba el nocturno, pudieron notar el féretro invocado por Jade y les causó ridiculez tal rótulo ahí presente. De pronto, el féretro se desmoronó y dejó a la intemperie a los dos amantes, los cuales estaban de pie y tomados de la mano, listos para salir victoriosos en el combate contra el ser nocturno. Los amantes se percataron de la presencia de la élite mágica.

—Aseguren el perímetro —ordenó Sebastián.

La élite enviada expresó reticencia sin hacer caso a la orden explícita de Sebastián.

—Somos líderes de la élite Macapa —Apuntó Jade a Sebastián— y de la élite Dafean —Se presentó a sí misma. La élite reconoció el prestigio de las dos élites e hicieron caso.

—No sirvo dando órdenes —dijo Sebastián con una risa avergonzada.

—Tienes que saberlas transmitir —replicó Jade con un tono severo.

El nocturno volvió a rugir. El ojo del nocturno inició a concentrar una bola renegrida de energía.

—Magia nigromante —previno Sebastián.

La bola, trémula, salió disparada en una alteración rotativa del aire, resultado de la consumación del entorno físico por el que dimanaba.

—«Sello hechizado: comprensión mágica» —hechizó Jade. La bola renegrida disparada se llenó de puras letras que empezaron a sellar tal magia en un desaparecer humoso. No obstante, la celeridad del disparo de dicha bola nigromante era más rápida que el sello hechizado de Jade; por lo que Sebastián se vio obligado a modificar su velocidad acorde a la velocidad común del espacio físico y, así, poder recoger a Jade para transportarla nuevamente a un lugar, incluso, más seguro. Por poco, si no fuese por el sello de Jade, aquella bola renegrida habría impactado contra uno de los integrantes de la élite enviada.

El ser sobrenatural nocturno remetió contra Sebastián, pero este con agilidad saltó y le pateó por las costillas enviándolo lejos. Jade se río.

—¿Recuerdas nuestra táctica de baile? —le mencionó Jade.

—Jade, no es el momento… —Recordó Sebastián un tris achantado—, tienes razón —dijo mirándola como si entendiese el mensaje.

Jade se enajenó trazando símbolos extraños sobre la vestimenta de ella y sobre la de Sebastián.

—«Moción hechizada: danza de sello» —hechizaron al unísono.

Los símbolos extraños de sus vestimentas empezaron a salirse por los bordes, presentándose por todo el espacio físico. Aquella rueda de símbolos en vaivén se musicalizó. Al ritmo de la música hechizada, Jade inició su baile moviendo sus caderas con algunos pasos repetitivos, mientras que Sebastián bailó con las manos arribas de lado a lado.

Los de la élite les pareció cómico y se burlaron. Sebastián se encogió. Jade se acercó y lo obligó a danzar. El nocturno arremetió contra ellos. Jade, apegada a la música, empujó a Sebastián. La bestia pasó entre ellos. Los amantes danzaron en torno al nocturno. El ser oscuro los intentaba agredir cuerpo a cuerpo, pero estos al son de la música lo esquivaban con facilidad.     

Viéndose incapaz de alcanzarlos, el ser oscuro volvió a utilizar magia nigromante, pero nada salía. El sello hechizado anterior de Jade había cancelado la magia nigromante del ser nocturno, al menos, por un lapso corto de tiempo, mientras el ser oscuro descubría cómo recuperar su nigromancia. Así que, no teniendo de otra, dicho ser esquelético arrojó una ráfaga de fuego, un chorro de agua y una embestida de piedras puntiagudas. «Tragó el anzuelo», pensaron los amantes sin discrepancia.

Los amantas continuaban danzando sin perder la musicalidad. Los símbolos extraños se adhirieron a la magia bélica que perturbaba la música ahí presente. La magia bélica generada por la bestia esquelética se selló en un murmullo de notas musicales, en seguida, todo componente huesoso del ser nocturno se marcó en incandescentes notas musicales. El ser nocturno se deshuesó en una marca de sello que lo comprimió a la nada.

Jade, feliz, corrió a los brazos de Sebastián y este la recibió con un apasionante beso.