El Ser Mitológico

QUINTA ESCENA

Acorde a la irrupción de la figura geometral, el haz crepuscular había aflorado desde lo más prominente del mundo sobrenatural. Desacorde al manifiesto diurno, la luminiscencia vespertina había comenzado a gobernar en el mundo sobrenatural. Entonces, ¿qué es eso que permite guardar la noción del tiempo o, al menos, la noción de lo que es importante en nosotros a través del tiempo?

Al final, la esfera de madera resistente había quedado hecho añicos, pero siempre salvaguardando la integridad del grupo de Ryan. Ethan se enderezó con un porte formal, como si no hubiese atravesado por una amalgama de movimientos giratorios, aunque en el fondo se sintiera congojado. El cuantioso conocimiento que Ethan tenía no le servía para saber, averiguar o siquiera discernir qué era lo que estaba pasando o, bien dicho, le estaba sucediendo.

Cada vez que Ethan miraba a Agnis sus sentimientos repiqueteaban al son de lo fortuito. Cada momento en el que observaba cómo Agnis se relacionaba con Ryan, su corazón se fraccionaba en pequeñas piezas que, quizá, jamás volverían a unirse y si así fuese, jamás volverían a ser las mismas, las mismas piezas, el mismo corazón, la misma unidad de Ethan.

Agnis se alejó para vomitar.

—Tómatelo con calma —dijo Sebastián.

—Ya se está haciendo de noche —avisó Jade.

Todos ahí presentes observaron de manera prolija el lugar: vieron un cuadrado completo hecho de pura piedra. Agnis vio que aquellos muros estaban finamente pulidos por una mano errante, aunque parecían tener un retoque musgoso en alguna de sus partes. Ethan se fijó que la plataforma en la que estaban parados era asimétrica. Sebastián se dio cuenta que arriba de uno de los muros había un sátiro sentado que los observaba.

—Ahí arriba —prorrumpió Sebastián haciendo un señalamiento.

Todos se fijaron en lo que señaló Sebastián. Agnis pudo describir que aquel ser sobrenatural tenía un cuerpo inferior como la de una cabra y un cuerpo superior como la de un hombre con algunas partes velludas. Agnis contempló que sostenía una flauta transversal de madera entre sus manos.

—Saludad a los forasteros —canturreó el sátiro—, que poco cuidado habéis tenido —El sátiro tocó una nota melódica— y ahora en el juego os habéis sumergido —Seguía tocando notas melódicas.

El sátiro estaba dando vueltas alrededor de los enormes muros de piedras en grandes zancadas. Los chicos, menos Agnis, se alertaron prestando detalle a cada cosa, por muy ínfima que fuese, que el sátiro hiciese. El sátiro se detuvo y los atisbó.

—Buena suerte —dijo el sátiro con una sonrisa plácida. Luego tocó su última nota melódica y desapareció.

Todos, incluyendo a Ethan, hicieron una rueda estratégica en torno a Agnis.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Agnis con tono desconcertado.

—Su melodía… —advirtió Ethan a todos, no solamente a Agnis—. Estaba llamando a algo.

Desde la perspectiva frontal de Agnis, apareció una mujer con un velo blanco no transparente pegado a su fino cuerpo, con una venda, descollada en sangre, en los ojos, amordazada con un alambre blanco de púas ensangrentadas y, además, en su mano derecha sostenía un esbelto báculo blanco, semejante a la textura de un bambú. Detrás de la mujer sobrenatural, había un lobo antropomorfo con dos espadas en sus manos, aquel ser nocturno era conocido como un hombre lobo, pero este era diferente, pues tenía partes esculpidas como si se tratase de algún tipo de títere.

—Diablos… La mujer titiritera —nombró Sebastián.

—¿Ah? —se interrogó Agnis.

Ryan tomó a Agnis apartándose un poco más atrás de los chicos, estos se colocaron al frente de la batalla.

—La mujer titiritera es un ser crepuscular que convierte a otros seres en títeres —explicó Ryan tratando de supervisar a Agnis—. Su poder mágico es excesivo. Por ello, no te puedes enfrentar a ella.

«No es como si quisiera», pensó mentalmente Agnis.

—¿Los maneja con su báculo? —dijo Agnis fijándose en la majestuosidad de su báculo.

Ryan le atizó un golpe sacándolo de la atracción.

—No te fijes en su báculo —le espetó Ryan—, es lo que te convierte en títere.

—Los crepusculares son por naturaleza encantadores —explicó Ryan—, entonces pueden utilizar la magia de o mediante los objetos.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo la mujer titiritera con una voz casi ecuánime—. ¿Un conjurador? —Olfateó—. Serás mi nueva colección —manifestó con furor.

La mujer titiritera izó su báculo enfrente de los chicos y lo dejó caer sobre el suelo, provocando un suave crujido.

—«Encantamiento: ola de agua» —Desde la superficie del báculo surgió una oleada de agua impetuosa que se acaudilló hacia el grupo de Ryan.

Ryan cogió a Agnis y se elevó. Ethan colocó sus manos en frente de la oleada que se aproximaba.

—«Conjuración material: pared de aire» —Una pared airosa se formó delante de los chicos y retuvo, a la vez, la oleada acuosa, mientras la dejaba pasar por los costados de la pared, sin afectar a Ethan ni a Sebastián ni a Jade.

De manera inesperada, el hombre lobo títere se abalanzó contra los chicos en un gran salto continuo giratorio. Sebastián se concentró en sus movimientos giratorios y captó el movimiento que se aproximaba. Subió su antebrazo al momento que las espadas cortantes del títere se dirigían hacia él. Se escuchó el tintinear estridente del roce de las espadas contra el resistente antebrazo de Sebastián. Este, luego, golpeó al títere justo en su estómago mandándolo lejos hasta impactar contra uno de los muros.




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