El Ser Mitológico

SÉPTIMA ESCENA

Tras haberse transcurrido el tiempo de la primera noche en la figura geometral, el amanecer al lado de ese risco dejaba entrever la peculiaridad de la lobreguez que, quizá, la luz del día jamás podría encender o, precisamente, alcanzar. ¿Estaba aquella lobreguez de algún modo emparentada del mismo compuesto que el de la luz diurna?

—¿Qué le ocurre? —preguntó Agnis sentado junto a Sebastián, balanceando sus piernas sobre el precipicio de ese risco.

—Deja de mover tus piernas o terminarás cayéndote —amonestó Sebastián el comportamiento temerario de Agnis.

—Dime —amenazó Agnis con su expresión de seriedad.

—Ethan está sufriendo… —dijo Sebastián a secas.

—¿Por qué?

—No por qué, sino por quién —aclaró Sebastián.

—¿Por Natus Vincere? —interrogó Agnis sin referirse a Natus Vincere como su padre.

Sebastián espabiló: ¿cómo era que Agnis podía hablar con tanta facilidad?

—Sí —afirmó Sebastián—. Ethan estaba enamorado de Natus Vincere —dijo para sorpresa de Agnis— y debido a eso sufrió bastante.

—¿Aún sufre por él? —preguntó Agnis.

Sebastián asintió.

—Sufre por ti —soltó Sebastián.

—¿Por mí? —preguntó Agnis para sorpresa suya—. ¿Por qué? —interrogó Agnis.

—Te daré una sesión de filogenia mágica para poderte explicar a lo que me refiero —dijo Sebastián mientras se colocaba cómodo para su charla—. En ningún caso es posible que entre seres naturales, sobrenaturales, supranaturales y esenciales puedan procrear entre ellos mismos —expuso Sebastián—: únicamente es posible entre la misma clase mágica.

Agnis se concientizó que había estado perdiendo su tiempo en las regulaciones mágicas o, quizá, Sebastián por algún motivo lo había inscrito en sesiones mágicas convenientes para él. Empezó a dudar de la credibilidad de Sebastián.

—De seres naturales nacen seres naturales, de seres sobrenaturales nacen seres sobrenaturales, de seres supranaturales nacen seres supranaturales…

—Y de seres esenciales nacen seres esenciales —intervino Agnis—. Ve al grano.

—Te equivocas: de seres esenciales nacen únicamente seres esenciales —corrigió Sebastián con tono de regulador mágico—. Un ser esencial da a luz a otro ser esencial a cambio de su propia vida o, para ser precisos, su propia esencia mágica —explico Sebastián.

Agnis se asombró.

—De seres naturales pueden nacer seres esenciales y se les llaman hechiceros —continuó Sebastián—, de seres sobrenaturales pueden nacer seres esenciales y se les nombran encantadores —prosiguió Sebastián— y, por fin —exclamó Sebastián cansado de tanta retahíla—, de seres supranaturales pueden nacer seres esenciales y se les denominan conjuradores —finalizó Sebastián.

—Tú eres hijo de un ser esencial —apuntó Sebastián para que siguiera el razonamiento. Sin embargo, Agnis se quedó callado—. Tú eres la esencia mágica de Natus Vincere.

Agnis se erizó para sorpresa de Sebastián.

—Pero me siento diferente —decía Agnis. Entre tanto se tocaba a sí mismo para comprobarlo.

—Y lo eres —aseveró Sebastián—. Lo que pasa es que uno se enamora de lo que hace a una persona, no de lo que está hecha —arguyó Sebastián—. Además, tú nos has dejado ver una parte que Natus Vincere jamás compartió con nosotros y posiblemente no compartió con nadie más —especuló Sebastián con un tono afligido.

—¿Cómo era Natus Vincere? —preguntó Agnis con un poco de interés en su voz.

Sebastián no estaba preparado para responder esa pregunta, pues no era grato hablar de Natus Vincere y, además, no sabía si realmente había conocido quién era realmente Natus Vincere, pues es como si hubiera sentido todo ese tiempo como una ilusión o, simplemente, como un recuerdo indiscreto.

—Despertó —gritó Jade desde las profundidades.

Agnis se subió en la espalda de Sebastián y este bajó a toda velocidad por el peñasco.

—¿Estás bien? —le preguntó Agnis, aún montado sobre Sebastián, a Ethan.

Ethan situó su mano sobre su cabeza como si estuviera recordando algo y le produjera dolor.

—Ven, déjalo solo —dijo en voz bajita Ryan mientras lo bajaba de Sebastián tomándolo por la espalda.

La luz matutina se estaba yendo de la figura geometral y, a la par, la luz crepuscular se asomaba velozmente desde lo lejos. La tierra de la figura geometral repentinamente tembló.

—«Hechicería espacial: elevador» —hechizó Sebastián. Un elevador amplio se delineó delante de ellos. Todos entraron y subieron a lo alto.

—¿Sabes que el firmamento también hace parte de la figura geometral? —mencionó Ethan.

Sebastián agarró a reírse dando a entender que ni siquiera por un instante lo había pensado.

—«Hechicería mental: contorno fortificado» —hechizó Jade dándole un toque un poco más vigoroso al hechizo débil de Sebastián.

A través de los hechizos de Sebastián y Jade, Agnis podía vislumbrar cómo la figura geometral estaba evolucionando: había un surgimiento inmenso de una oleada de lava, hierro líquido, magma, agua y tierra. Todo en ese lugar estaba cambiando de una manera destructiva. Luego vio que todo empezó a reformarse: se dibujaron algunas lagunas, partes arborizadas, huecos llenos de lava, pantanos, etcétera.




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