El Ser Mitológico

DUODÉCIMA ESCENA

A veces el sentimiento no es lo que se espera que sea. Otras veces se experimenta al sentimiento con la esperanza de que sea lo que nos conviene que sea. Algunas otras veces sumirse en el sentimiento es palpar el suplicio abismal de lo que en realidad es. No obstante, durante la vida existe únicamente una vez en la que se puede sentir lo que el sumo Liche de Ethan significa para Ethan mismo: la subversión de los sentimientos o, precisamente, el manifiesto apical del sentimiento.

—No lo hagas —Katie lloraba.

—Buscaremos otra forma —decía Emma un poco alterada.

—No hay otra forma —explicó Sebastián—. Tengo que detenerlos, de lo contrario se matarán entre ellos mismos.

—Bonum no morirá —aseguró Emma sin considerar a Ethan.

—Pero Agnis sí —afirmó Sebastián.

—Ya encontrarán un mejor líder —dijo Sebastián despidiéndose.

Sebastián iba caminando hacia el campo de batalla. Por un segundo se le hizo ver la sonrisa deslumbrante de Jade y sonrió. A medida que avanzaba, Sebastián se enfocó en su razón física, en adaptarse al medio físico y en ser uno con el entorno. «Fisicalismo I», pensó Sebastián plenamente concentrado con sus ojos cerrados. Cuando Sebastián abrió los ojos, estos estaban en llamas, coloreados de tonalidades cálidas.

Sebastián pegó un pequeño salto que lo llevó a la misma altura de Bonum y el sumo Liche.

—Deténganse —dijo Sebastián con comportamientos maníacos.

Tanto Bonum como el sumo Liche lo desafiaron sin decir palabra alguna. En un instante, Sebastián se localizó detrás de Bonum, alzó su mano de forma recta e iba a inhibir uno de los puntos físicos del cuerpo de Agnis. Sebastián bajó su mano con destreza, pero Bonum mandó atrás su mano derecha y detuvo el golpe de Sebastián. Este empujó a Bonum por los aires. En otro instante, apareció donde el sumo Liche esquivando cada ataque del espesor que botaba el sumo Liche. Sebastián agarró su báculo y en segundos lo hizo añicos. Expelió Sebastián al sumo Liche por los aires.

—Los fisicalistas somos los mejores guerreros del mundo mágico —dijo con voz psicótica. Los fisicalistas pueden recurrir a las profundidades mágicas de la razón física, debido a tal motivo se convierten entre uno de los mejores guerreros del mundo mágico. Sin embargo, el fisicalismo de la razón física exige una cantidad enorme de desgaste natural, lo cual les provocaría la muerte paulatina.

Desde lados diferentes, tanto el sumo Liche como Bonum estaban a punto de hacer magia.

—«Conjuración nigromante: destrucción masiva» —conjuró el sumo Liche con espesor en la boca.

Sebastián se incendió en una llamarada oscura.

—«Beneficio: destierro a los infiernos» —conjuró Bonum con un tono enojado.

Sebastián se incendió en una llamarada blanca.

Sebastián ahora estaba incinerándose entre una llamarada blanca y oscura. En el estado en el que estaba no podría seguir luchando, tenía que seguir con lo planeado sin importar las consecuencias, debía adentrarse más en la magia del fisicalismo. «Fisicalismo II», dijo Sebastián para sus adentros. Luego se quitó la llamarada en la que estaba como si se estuviera limpiando.

Sebastián alzó sus dos brazos con sus únicos dos dedos abiertos, índice y corazón. Detrás de él se levantaron dos descomunales rocas. Acto seguido, Sebastián bajó sus brazos con agilidad apuntando, a la vez, al sumo Liche y a Bonum. Tras ellos se abalanzaron las dos descomunales rocas a una velocidad impresionante. El sumo Liche oscureció a cenizas la roca que iba dirigida hacia él, mientras que Bonum aclareció a vapor la roca que estaba a punto de atacarlo.

Sebastián los señaló y después cerró sus puños. Todo en torno al sumo Liche empezó a aprisionarlo al igual que lo que pasó con el entorno físico de Bonum. Ambos estaban siendo encarcelados por cualquier objeto físico ahí presente. La cárcel esferal del sumo Liche comenzó a ennegrecerse en la misma medida que la prisión esferal de Bonum se emblanquecía. Nuevamente, el sumo Liche y Bonum yacían libres.

—Te falta más que fuerza para detenerme —le objetó Bonum a Sebastián.

En un parpadeo de Bonum, Sebastián estaba frente a él.

—Duerme —dijo Sebastián mientras daba un pequeño golpecito al cuerpo de Agnis.

Agnis caía de los cielos. En otro parpadeo, Sebastián cogió a Agnis y se lo entregó a las chicas.

—Ahora solo me faltas tú —dijo Sebastián con una sonrisa maníaca.

—Adelante —retó el sumo Liche.

Sebastián sintió una picada en el corazón.

—«Necromancia conjurada: último aullido» —conjuró el sumo Liche. Después echó un fino soplido tajante.

Sebastián retrocedió su codo para tomar impulso y golpeó la superficie airosa, la cual contrarrestó el ataque del sumo Liche. Sebastián volvió a sentir otra picada, pero esta vez cayó inconsciente sintiendo múltiples picadas en todo su ser físico.

—«Necromancia conjurada: último aullido» —reiteró el sumo Liche. Ese fino soplido se encabezaba hacia el decaído de Sebastián. El soplido pasó hasta el otro extremo, pero Sebastián ya no estaba cayendo, Emma lo tenía entre sus brazos.




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