El Ser Mitológico

QUINTA ESCENA

Agnis observó que la aldea de los lobos era peculiarmente diferente a la ciudad mágica, pues Agnis creía que la ciudad mágica era más mágica, formal y demasiado técnica; mientras que la aldea de los lobos le hacían recordar las épocas antiguas del mundo natural. No era que Agnis hubiese estado en una época antigua, pero era lo que le habían enseñado en los institutos.

La aldea de los lobos estaba centrada sobre un gran monumento licántropo. Dicha silueta dejaba entrever el conocimiento de la licantropía: la transformación del antropoide al ser lobo. Un hombre lobo monástico, corriendo hacia el monumento, se cayó. Agnis lo ayudó a levantarse.

—De prisa… —decía el hombre mientras arrastraba a Agnis. Sebastián les avisó a las chicas que se dividieran: Sebastián y Agnis, y Katie y Emma— la luz crepuscular ya viene —Agnis pudo ver que alrededor de la estatua del hombre lobo había cientos de personas arrodilladas rezándole. El monje al llegar al monumento soltó a Agnis y se puso a rezar como todos los demás. Sebastián alcanzó a Agnis.

—¿Qué hacen? —le preguntó Agnis a Sebastián.

—Están encantando —dijo Sebastián mientras alaba a Agnis para sacarlo del lugar.

—¿Para qué? —decía Agnis mientras caminaba forzado entre el tumulto.

—Para protegerse de los crepusculares —dijo Sebastián.

Sebastián logró sacar a Agnis del monasterio del monumento licántropo.

—¿Los crepusculares no solo aparecían en la figura geometral? —preguntó Agnis confundido.

—Igual que los nocturnos, aparecen en toda la faz del mundo mágico —explicó Sebastián—. Solo que permanecen más en el mundo sobrenatural —precisó Sebastián.

Sebastián jaló a Agnis hacia un comerciante.

—Soy el líder de la élite Macapa del mundo mágico —anunció Sebastián—. Estamos en busca de un crepuscular —explicó Sebastián.

—En el mundo sobrenatural hay muchos —chistó el comerciante con ropa deshilachada.

—Un Liche —escupió Sebastián.

—¿Un Liche? —dijo el comerciante azarado.

—Jale —El comerciante acercó su dedo a Sebastián, al parecer, tenía un tipo de hilo amarrado.

Agnis le pareció curioso. Así que desamarró el hilo.

—No… —intentó detenerlo Sebastián, pero Agnis ya lo había desamarrado.

En un chasquido, el comerciante desapareció.

—Es el truco viejo del hilo —explicó Sebastián—. Lo tiras y desapareces —dijo Sebastián irritado—. ¿Cómo no lo sabías? —recriminó Sebastián, pero al ver la cara de culpa de Agnis se retractó y se relajó.

—¿Por qué no quiso hablar? —se interrogó Sebastián a sí mismo, tratando de cambiar el tema.

—¿Quizás porque no le pagaste? —insinuó Agnis.

Sebastián hizo caso omiso. Unos hombres lobos rodearon a Agnis y a Sebastián.

—Síganos —dijo uno de los chicos.

—¿Y si no? —dijo Agnis con comportamiento pomposo.

Agnis escuchó gruñir a uno de los hombres lobos y, además, vio la mirada punitiva de Sebastián.

—Dale, dale —dijo Agnis—. Voy.

Los hombres lobos misteriosos los guiaron por un pasadizo subterráneo, con paredes agujeradas llenas de antorchas antiguas. Los pasos en los escalones producían chirridos graciosos que terminaron haciéndolo estallar de risa. Sebastián le llamó la atención. Agnis asintió comportándose como un buen samaritano.

Por fin habían llegado a su destino. Agnis vio una mujer corpulenta, feroz e intratable delante de él.

—Es el alfa —susurró Sebastián a Agnis.

—Qué perspicacia —aduló o quizá vituperó la mujer esa.

—Soy de la élite Macapa… —se presentó Sebastián.

—No me importa —dijo la mujer a secas—. ¿Por qué buscan al Liche? —dijo la mujer yendo al grano.

 Agnis, imprudente, iba a hablar, pero Sebastián lo cogió por detrás y lo amordazó con sus manos.

—Se nos fue encargado —dijo Sebastián mientras soltaba a Agnis— seguirle el rastro.

El alfa de los hombres lobos gruñó y acto seguido acorraló contra la pared a Sebastián.

—Mientes —dijo la mujer lobo con sus colmillos exaltados—. Otra mentira y será la última —amenazó a Sebastián, indicándole que estaba dispuesta a desgarrarle su cuello.

—Ves por qué es importante decir la verdad —bromeó Agnis con calma—. El Liche es responsabilidad de nosotros, porque fuimos nosotros los que lo dejamos salir de la figura geometral —explicó Agnis evadiendo la cuestión con la verdad feérica.

La mujer alfa se sosegó, guardando sus colmillos feroces.

—Las villas aledañas a la aldea de las brujas fueron amenazadas por una élite delictiva, que, según el comunicado, no debíamos mencionarle a ningún forastero nada sobre un Liche —comentó la alfa mientras le daba la espalda a Sebastián y regresaba a su puesto de comando—. Ya que ustedes son la militancia del mundo mágico, deben informarlo —puntualizó la mujer alfa al tiempo que se sentaba.




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