El Ser Mitológico

OCTAVA ESCENA

Agnis nunca había estado en la dimensión supranatural: estando ahí no percibía nada más, excepto a sí mismo. ¿Qué era la vacuidad penetrante en la que Agnis se estaba sumiendo en la dimensión supranatural? Concentró su mente en el lugar en el que se encontraba, logró darse cuenta: se trataba de una macrodimensión. Agnis se preguntó qué era lo que hacía un ser supranatural para poder entrar a las microdimensiones. Agnis recordó las esbeltas alas blancas de Jonathan, así como también las espléndidas alas negras de Ruth. Eso debía ser: las alas son el transporte dimensional de un ser supranatural dentro de la macrodimensión supranatural.

—«Encantamiento transmutativo: flauta dulce» —encantó Agnis. Su báculo acristalado se transformó en una esbelta flauta mágica de madera dúctil.

—«Encantamiento: llama al que deseo ver» —encantó Agnis mientras tocaba su flauta mágica. De la flauta de madera se desató una melodía espesa que avasalló toda la macrodimensión supranatural.

Una gran aura pesada agrietó la vacuidad en la que estaba sumido Agnis. Se veía un aura con tonalidades claras hacia sus adentros, mientras que hacia sus afueras eran tonalidades oscuras. Agnis reconoció dentro de esa aura a Ethan: era más apuesto y atractivo que el Ethan de su mundo mágico.

—¿Por qué has osado llamarme? —dijo Ethan con una voz serena, petulante y seductora.

Por un momento Agnis titubeó. Luego se sonrojó.

—Soy Natus Vincere —dijo con un ademan achantado— y he venido a conocer al colosal supranatural.

Ethan se aproximó hacia Agnis y, con las manos en los bolsillos, se inclinó hacia Agnis con una sonrisa picaresca. Agnis dio un paso atrás.

—Eres diferente —dijo Ethan. Agnis sintió que le quitaron el disfraz. Ethan hizo un gesto de olfato—. No eres un ser supranatural —Ethan volvió a olfatear—, tampoco un sobrenatural —Olfateó por última vez— ni un ser natural —Ethan sonrió—. Eres un ser esencial… —dijo Ethan mientras saboreaba— originario —Los ojos de Ethan se colocaron como cuando una bestia encuentra su presa favorita.

Agnis se sintió aplacado. Luego se exasperó: nadie iba a ensuciar su papel de Natus Vincere. Agnis, iracundo, chasqueó sus dedos. El velo vacuo que cubría a Agnis se evaporó. Agnis estaba alrededor de un coliseo con tres secciones divisoras: la raza de los ángeles, la de los demonios y la de los hijos de la muerte.

—¿Te parece un juego? —dijo Agnis indignado—. Acabas de ofender a Natus Vincere —dijo Agnis enojado, pues no iba a dejar que nada se interpusiera su destino con la de sus amigos, ni siquiera el mismísimo Ethan.

—Ya decía que eras diferente —dijo Ethan con un tono pícaro mientras se sacaba su camisa. Después la tiró. De la nada salieron las alas de Ethan: unas alas grisáceas. Agnis se dio cuenta por primera vez que Ethan era un hijo de la muerte. Las alas grisáceas de los hijos de la muerte eran agraciadas tanto en el bien como en el mal: la imparcialidad del ser.

Lo que le encantaba de la petición elitista era que conocía una faceta distinta de sus amigos. Sin embargo, se preguntó hasta qué punto era real lo que veía o, mejor dicho, hasta qué punto este Ethan coincidía con su Ethan.

—«Purga: incertidumbre del ser» —conjuró Ethan. Sus alas emitieron una onda airosa que desencadenó un poder turbio hacia Agnis.

Las venas cutáneas de Agnis se tornaron blancas.

—«Beneficio: protección certidumbre» —conjuró Agnis. La onda airosa pasó por Agnis sin ocasionarle ningún daño o efecto.

Ethan, volando con sus majestuosas alas, retrocedió sorprendido.

—¿Cómo puedes utilizar los beneficios sin ser un ángel? —vociferó Ethan desdibujando su plácida sonrisa.

—No solo eso —manifestó Agnis con un matiz arrogante. Agnis siempre había querido hablar de esa manera.

—«Conjuración: dragón sensorial» —conjuró Agnis en tanto que se echaba lentamente hacia atrás.

De los sentimientos de Agnis se emanó un vapor que se reformó en un dragón de energía. Cuando el dragón sensorial atravesó a Ethan, este por primera vez le dio una oportunidad al sentir. Agnis había hecho que Ethan sintiera, lo cual no era su fuerte. Ethan se desestabilizó. Agnis se preparó para lo que venía.

Las alas de Ethan se engrandecieron en una tenebrosidad, tan aladas como las de un dragón esquelético cubierto de sombras; mientras que su cuerpo se desgarró proporcionándose en una bestia cuadrúpeda. Su cavidad torácica estaba llena de colores y, en el fondo, se podía vislumbrar un corazón acorazado palpitando en el fulgor de la avidez emocionante.

Agnis supo que Ethan se había vuelto a convertir en un Dracoliche. Agnis tenía que ser ingenioso, porque si actuaba de la misma manera que la última vez, entonces volvería a terminar en la misma situación, solo que en esta ocasión Ethan no tendría condescendencia para con él.

Los espectadores del coliseo se impacientaron del pavor. El Dracoliche expulsó una bocanada de fuego que carbonizó a los seres supranaturales del lugar. Agnis se esfumó del lugar. Luego cuando el dragón dejó de emanar fuego destructivo, Agnis comenzó a tocar su flauta mágica. La melodía de la flauta mágica era producto del ser de Agnis. La melodía tranquilizó al Dracoliche mientras Agnis se aproximaba. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Agnis dejó de tocar y acarició al Dracoliche.




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