El ser que habita en mi

Hipatia de Alenjandria

Me encuentro tumbada en lo que ahora es mi nueva cama, tras un duro entrenamiento con Gabriel. Estoy impaciente por escuchar nuestra historia, por recordar todo nuestro pasado. Siento el peso de Gabriel sobre nuestra cama. Veo como se tumba en esta, y como acerca mi cuerpo al de el. Al poco comienza a jugar con mi pelo, enredándolo entre sus manos.

-La primera vez que nos vimos fue en Alejandría, en el siglo IV D.C. Yo asistía a las clases impartidas por Hipatia, en donde aprendía matemáticas, filosofía, astronomía. Adoraba todas sus clases y ansiaba conocer más del mundo en el que acababa de aparecer, por lo que muchas veces me escapaba a la biblioteca de su padre, la biblioteca del Serapeo. Allí fue donde te vi por primera vez. Estabas observando los libros embelesada junto a Hipatia. Estabas tan concentrada que no te diste cuenta de mi presencia; pero Hipatia si se percató. Poco después nuestras miradas se cruzaron y supe inmediatamente que también eras una Iluminada. Te veías hermosa bajo la luz del sol, que sacaba de tu cabello varios destellos dorados. Parecías un ángel. Me enamoré de ti a primera vista, no pude evitarlo. Desde aquel día siempre visitaba la biblioteca, solo con el objetivo y la esperanza de volverte a ver.

Un día reuní el valor suficiente para hablarte. Recuerdo haberte pedido un libro de Platón para poder estudiarlo y tú me ofreciste justo el que tenías en tus manos. Fue nuestro primer contacto físico; pero no el último. Después de aquel día nos reuníamos con frecuencia en la biblioteca, junto a Hipatia. Intercambiábamos todos nuestros conocimientos. Era increíble oírte hablar de Platón, Aristóteles, de las artes de la matemática, de la ciencia de la astronomía. Me fui enamorando poco a poco de ti y un día reuní el valor suficiente para pedirte una cita.

En aquella primera cita, nos mostrábamos nerviosos, no por el hecho de estar juntos solos; sino ante el hecho de que la revolución entre judíos y cristianos había estallado. Temíamos lo que podía pasar; pues los Ocuros estaban cada vez consiguiendo más aliados y fuerza. Todo lo que adorábamos estaba desapareciendo, y el mundo en la bella Alejandría se tiñó de rojo, dolor y tristeza esa misma noche. Al regresar de nuestra cita, descubrimos que Hipatia había sido cruelmente asesinada. Los Oscuros le habían arrebatado la vida sin piedad, y posiblemente nosotros seríamos los siguientes si descubriesen nuestra existencia. Aquella noche los dos juntos abandonamos la ciudad y nos encaminamos a la sede de Roma, junto con otros Iluminados de la sede de Alejandría. Aquella noche perdimos a una gran amiga y maestra.

Durante varios días no hablaste. Tenías tanto dolor dentro guardado, que temía perderte; pero al 8º día de camino me hablaste por fin.

-No me dejes nunca. Jamás podría llegar a superarlo. Eres lo más bello que me ha pasado hasta entonces-me dijiste, mirándome a los ojos directamente.

-Nunca-te respondí. Luego de eso te besé. No era la idea del primer beso que tenía planeado; pero en aquel mundo lleno de dolor y tristeza se necesitaba algo de amor, esperanza. Desde aquel día jamás nos separamos, nos volvimos uno.

-Lo recuerdo. Recuerdo ese primer beso y la energía que brotó en mi interior. Recuerdo como gracias a ti la tristeza y el dolor poco a poco fueron desapareciendo y convirtiéndose en fortaleza. En el pasado hiciste los mismo que en el futuro, me diste alas-le digo a Gabriel, al tiempo que acaricio su mejilla-Tú te convertiste en el astrolabio que perfeccionamos con Hipatia, te convertiste en mi guía, en mi protector en las largas noches. Fuiste la luz en la oscuridad-Siento los labios de Gabriel posarse sobre los míos.

-Te equivocas. Tú eras la luz, el ser que me daba fuerzas para no rendirme nunca, el que me animaba a seguir cada día. Una sonrisa tuya era suficiente para luchar por la vida.

-¿Todas las historias serán tristes?-pregunto tras unos minutos de silencio.

-Algunas si, otras no. Habrá de todo, los Oscuros influirán mucho en nuestra vida y descubrirás como muchos hechos trágicos en la historia fueron por su causa.

-Ojalá no existieran.

-Yo también lo deseo; pero para que haya luz tiene que haber también oscuridad. Tiene que existir un equilibrio en este mundo.

Acabamos acurrucados sobre nuestra cama, contemplando el cielo estrellado, de la misma forma que lo hicimos antaño al lado de nuestra querida amiga Hipatia.
 




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