El ser que habita en mi

El azul es el color de moda para la comprensión.

Después de mi incidente con mi cuidadora las únicas oportunidades que tenía de ver a Gabriel era en el centro, para mí eso era suficiente. Un segundo con el significaba la felicidad absoluta. Nunca antes me había sentido así, tan llena de felicidad y mucho menos nadie con anterioridad me había mostrado afecto. A pesar de los numerosos castigos que mi cuidadora intenta imponerme como: limpiar la cocina, los baños, las habitaciones, el suelo...mi sonrisa de enamorada sigue en mi rostro. Sonrisa que a mi cuidadora parece molestarle, pero que no puedo borrar.

-Lucinda, cuando acabes de limpiar los baños quiero que limpies la cocina y luego hagas la colada-Asiento hacia ella manteniendo la sonrisa.

Mis manos durante estas tres últimas semanas se han vuelto duras, llenas de callos y pequeñas heridas, al tiempo que las ojeras bajo mis ojos aumentan. Sin terminar las tareas encomendadas no puedo ir a descansar a mi torre. Si consigo aguantar, resistir es gracias a: Gabriel, a su sonrisa, a su tacto, a sus muestras de cariño. 

A pesar de todo, de tratar de fingir que todo va bien, sé que Gabriel percibe que la situación no es así, y este hecho lo dejo confirmar cuando en el descanso me quedo dormida sobre su pecho con su brazo alrededor de su cintura.

-Despierta mi bella durmiente, es hora de ir a clase-Susurra Gabriel en mi oído, al tiempo que acaricia mi rostro. Abro lentamente los ojos, intentando acostumbrarme a luz del día de nuevo-¿No estás durmiendo lo suficiente verdad?

-Todo está bien. No quiero que te preocupes más.

-Lucinda no quiero volverte a ver como hace tres semanas en la camilla de la enfermería.

-Y no me verás así de nuevo-

-Tus ojeras dicen lo contrario y tu pequeña siesta de ahora confirma mi sospecha. Tenemos que arreglar esto cuanto antes, no soporto verte así. Lo que tú cuidadora está haciendo contigo es un delito. Se está aprovechando de ti, la persona más dulce que existe-Me dice mirándome a los ojos y apartando un pequeño mechón de mi cabello de mi rostro.

-Lo sé, pero ahora no puedo hacer nada. Temo que si le contesto castigue a las demás por mi culpa. No soportaría ver eso Gabriel, a pesar de que las demás también me han ignorado.-Comento poniendo mi mano sobre la suya para levantarnos e ir a nuestra clase.

Nos encaminamos a nuestra clase, en donde nos sentamos juntos y en donde Gabriel acaricia con un dedo la palma de mi mano izquierda. Siempre me han gustado las clases, el hecho de aprender nuevas cosas me atraía, pero en estas tres últimas semanas mantenerme despierta en ellas había sido muy complicado. 

Ahora mismo nos encontramos en la clase de literatura, hablando sobre la obra de Hamlet y analizándola con detalle. El maestro está hablando sobre el personaje de Ofelia cuando llaman a la puerta. Cuando veo a aquel hombre, de estatura media y de ojos castaños y pelo de color del azabache entrar con un traje y un maletín por la puerta, que pronuncia mi nombre me pongo nerviosa. Me levanto de mi silla con el permiso de mi maestro bajo la mirada de todos mis compañeros. Salgo de mi aula detrás de aquel hombre que me dirige hacia la sala de dirección. Observo el color de su aura, pero esta es blanca, demostrándome que está en un equilibrio perfecto. 

Llegamos a la sala de dirección, en donde me siento por indicación en una silla, situada justo enfrente de la directora. En la sala también se encuentra Esme, que me dedica una sonrisa nada más verme.

-Buenos días Lucinda.-Me dice la directora.-Siento que te hagamos sacado así de clases de manera tan repentina, pero el asunto del que queremos hablar contigo es de mayor importancia. El señor que acaba de ir a buscarte es de la seguridad social y está investigando tú caso y el de otros niños de tú orfanato. Me gustaría que respondieses a unas cuantas preguntas con total sinceridad, teniendo en cuenta que nada de esto saldrá de aquí. No debes tener miedo ¿Has entendido?-Asiento nerviosa.-Perfecto, empecemos luego.

El hombre de la seguridad social se acerca a mí sentándose en una de las sillas que están a mi lado.

-Buenos días Lucinda, mi nombre es Michelangelo Hace unas tres semanas recibí una llamada de tú enfermera, Esme, que me hablo sobre tú situación y la de otros niños del orfanato. Me gustaría hacerte unas preguntas al respecto sino es molestia.

-Puede hacerlas-Respondo.

.Bien. Esme me comentó que hace tres semanas acudiste a la enfermería porque tuviste una pérdida de conciencia causada por la falta de una alimentación estable. ¿Es eso cierto?

-Si.-Veo cómo va anotando mi respuesta en un ordenador.

-Es cierto también que justo el día anterior tú cuidadora te había pegado causándote un moratón a la altura del labio.

-Sí, es cierto.

-Podrías explicarme el motivo.-Asiento en su dirección.

-Fue por haber quedado con Gabriel.

-¿Quién es Gabriel?

-Es mi lirio azul.

-No entiendo la respuesta Lucinda.-Me comenta mirándome a los ojos y dejando de teclear.

-Gabriel es su pareja-Dice Esme.-Es el chico que la trajo a la enfermería.

-Entiendo. ¿Pero cuál fue el motivo real de que te pegara?




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