El ser que habita en mi

Los ojos que lo ven todo

Bajo a la cocina del edificio de la seguridad social, en donde cojo una botella de zumo de naranja del frigorífico que sirvo en un vaso. Me lo tomo al tiempo que preparo un tazón de leche con cereales para poder entrar en calor antes de dirigirme al centro. El otoño está mostrando sus temperaturas frescas ya, dejando a los árboles sin hojas. Este simple hecho me hace comparar el estado de los árboles con Gabriel, al igual que estes parece triste al no mostrar un aura llena de colores hermosos. Desde el anuncio de la visita a Capri se ha mostrado más distante y apagado de lo normal, lo puedo ver en su aura que últimamente ha mostrado tonos grises. El gris de la tristeza, de la baja energía. Ese hecho me ha atormentado todos los días porque no consigo saber la causa de su preocupación. Cuando por fin creía que mi vida podía tornarse de color de rosa, el estado de Gabriel la ensombrecía.

Una vez arreglada salgo del edificio camino al instituto. El trayecto a diferencia de los otros días se me hace diferente cuando noto que me están observando. Siento un escalofrío recorrer mi espalda, al tiempo que un sudor frío cae por mi frente. Empiezo a correr cuando veo proyectada en el suelo una sombra detrás de mí. Me giro para ver detrás mía a un joven del cual no consigo atisbar su rostro; sin embargo lo que más me preocupa es que no tiene aura y no recibo sus pensamientos. El miedo me invade por completo haciendo que tropiece con uno de los cordones de mis zapatos. Caigo al suelo raspándome la rodilla, al tiempo que la figura se va acercando con una sonrisa sombría en su rostro. Un frío glacial empieza a invadir mi cuerpo, el cual hace que mis manos se empiecen a volver azules. Una mano fuerte que se apoya en mi hombro me hace reaccionar. Empiezo a llorar ante el miedo que ya me ha invadido por completo al pensar que mi cuidadora había buscado una especie de venganza.

-¿Lucinda? ¿Qué ha ocurrido?-Reconozco esa voz tan pronto la oigo. Giro mi rostro para encontrarme frente a frente con Gabriel que muestra en sus ojos una gran preocupación. Escondo mi rostro entre el pecho de Gabriel, que se ha arrodillado para estar a mi altura, al tiempo que él me abraza.-Lucinda, necesito que me digas que ha pasado-Me repite Gabriel con voz calmada mirándome a los ojos directamente. 

-Venía de camino al centro, cuando sentí que me seguían. Empecé a correr cuando vi que un joven me perseguía pero tropecé y me caí, y luego todo se volvió frío. No sé cómo explicarlo.-Sentía como el miedo volvía a invadirme al narrar lo sucedido.

-¿Le has visto el rostro?-Niego con la cabeza a su pregunta.

-Está bien. Ahora estás a salvo. No voy a dejar que te pase nada malo. Ven vamos a buscar un lugar en donde podamos curarte esa herida y puedas entrar en calor.-Agarro la mano que me tiende, y tan pronto la siento sobre la mía noto como el miedo va desapareciendo poco a poco.

Acabamos entrando en un pequeño bar familiar en donde nos entregan unas pocas gasas así como algo de vetadine para limpiar la herida. En todo ese momento a pesar de que Gabriel permanece a mi lado, parece que está en otro mundo, observando todo con detalle, en un estado al que llamamos de alerta.

Llegamos al centro juntos en donde no nos separamos ni un segundo. Durante el descanso su móvil empieza a vibrar en su bolsillo. Observo el nombre que aparece en pantalla: Rosario. Atiende a la llamada disculpándose al tiempo que sale de la sala de estudio. Justo antes de salir veo su ceño fruncido y como lleva dos dedos de su mano derecha a este, al tiempo que su aura se torna todavía más gris. Decido centrarme en el libro que tengo sobre la mesa, pero de nuevo la sensación de que unos ojos me observan junto con la bajada de temperatura que noto hacen que me levante. Salgo de la sala en busca de Gabriel para decirle que voy a acercarme a la cafetería. Lo encuentro sentado en uno de los bancos del pasillo, todavía hablando por teléfono.

-Nos vemos hoy entonces Rosario. Tenemos que arreglar todo. Esto se está yendo de las manos.-Al verme cuelga el teléfono y se dirige a mí.

-Lo siento no quería interrumpirte, solo quería avisarte de que iba a la cafetería.

-Tú nunca me interrumpes lirio azul-Me dice depositando un beso en mis labios que recibo con agrado.-Estás helada ¿Tienes frío?

-Estoy bien, no es nada. No quiero que te preocupes-Odio mentir, ocultar secretos y aún más a Gabriel pero temo que Gabriel ya tenga sus preocupaciones para aumentar estas con las mías.

Juntos nos dirigimos a la cafetería en donde pido un café con leche clarito que me hace entrar en calor. Cuando estoy intentando coger los azucarillos que se encuentran en el estante de arriba sin éxito, Gabriel se acerca a este. Al extender su mano para coger uno, la camisa que lleva puesta se eleva dejando ver una gran cicatriz en su costado derecho.

-¿Qué te ha pasado Gabriel?-Le preguntó preocupada rozándole la cicatriz con los dedos de mi mano.

-No es nada. Es de un accidente que tuve hace unos años. Nada grave-Sé que me está mintiendo, por el hecho de que la cicatriz se ve reciente y no de hace años.- ¿Nos sentamos?-Asiento a su pregunta, al tiempo que me percato de que ambos nos estamos ocultando cosas. No sé cuál es el motivo de que Gabriel me esté ocultando un secreto, pero espero que con el tiempo ambos nos confesemos, demostrando que nuestro amor es más fuerte que cualquier secreto.-Tengo que decirte algo.




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