El ser que habita en mi

CAPÍTULO 12: EL JOVEN BLACK

Me encuentro sentada en la silla de mi nuevo escritorio terminando la tarea cuando llaman a la puerta. Al abrirla me encuentro con Rosalie que me tiende una carta. Le doy la vuelta al sobre y veo que es de Gabriel lo cual me saca una sonrisa. Nunca dejará de sorprenderme su dulzura. A día de hoy todavía no consigo entender como pude llegar a gustarle. Abro el sobre y me encuentro con una foto nuestra subidos en nuestra barca en el lago. Al darle la vuelta observo que está escrita.

Querido Lirio azul, no sé cómo decirte esto sin causarte ningún daño pues me había prometido a mi mismo no hacerte llorar nunca. Lamentablemente el destino es caprichoso e injusto, tan injusto hasta el punto de que separa nuestros caminos. Mañana ya no me encontraré en esta bella ciudad a tu lado, no obstante siempre estarás conmigo en mi corazón. No quiero que me busques; lo único que deseo es que sigas descubriendo los colores de la vida. Los de verdad. Quizás en el futuro nuestros caminos vuelvan a reencontrarse, pues tú para mi eres como un gran faro, lleno de luz que me ha hecho encontrarte una vez.

Siempre te querré

Gabriel

Tan pronto termino de leer esas palabras, salgo de la habitación y bajo las escaleras corriendo. Salgo al exterior con lágrimas en los ojos, al tiempo que dirijo mi mirada borrosa en todas las direcciones; pero no lo veo. Gabriel se ha ido dejándome sóla y con un gran dolor en mi pecho. Dolor que nunca antes había experimentado. Me siento en la puerta de entrada en posición fetal, abrazándome a mí misma para entrar en calor. Mantengo la esperanza de que aparezca por alguna de las calles y me bese como nunca y me diga al oído que todo ha sido un error, que no se va a ir. La puerta de entrada se abre para dejar salir a Rosalie que me abraza.

-Se ha ido-Le digo, llorando de manera desconsolada. Al igual que las hojas de los árboles en otoño, Gabriel se ha ido con el viento sin decir su destino y dejando tras de sí una huella imposible de borrar.

Los días siguientes a la marcha de Gabriel son los peores. Su rostro, al igual que su sonrisa me persigue allá por donde voy ¿Cómo voy a conseguir olvidarlo así? La marcha de Gabriel junto con las palabras de mis compañeros que me culpan por su marcha, han hecho que vuelva a ver todo de color negro y gris. Los colores brillantes, alegres que había descubierto a su lado han desaparecido completamente bajo la intensa lluvia que convierte todas las imágenes en formas borrosas.

Estoy sentada entre unas de las librerías de la biblioteca, alejada de la gente. Tengo un libro en mi mano, uno que me regaló Gabriel y del cual estoy enamorada perdidamente. Se trata del libro "La emperatriz de los etéreos" de Laura Gallego García. En este, Bipa, la protagonista emprende un gran viaje en busca de Aer que ha decido salir de la protección que le brindaba su lugar en las cuevas, en busca de la Emperatriz de los Eteréos. Vive un gran número de aventuras, pero al final consigue reencontrarse con Aer y regresan juntos a su hogar de nuevo. Ojalá fuese tan valiente como Bipa y me atreviese a salir en su busca; pero esto es la realidad. Nunca he salido de Roma, y siendo sinceros no sé dónde se encuentra Gabriel ahora mismo. El mundo es demasiado grande para explorarlo sin tener recursos y conocimientos suficientes sobre este. Por mi mente recorre la idea de que puede encontarse en Capri, su lugar natal, pero ¿Quién me lo garantiza? Sólo me queda esperar a que él regrese a mi lado de nuevo para hacer desaparecer la tristeza que me va consumiendo por dentro.

Una semana después de la marcha de Gabriel llega un joven extranjero de París. Su cabello negro como el carbón y sus ojos azules oscuros como el agua del final de los pozos ha conseguido revolucionar al colegio entero, que ya se ha olvidado de Gabriel. El nuevo estudiante se sienta justo a mi lado y tan pronto coloca una mano sobre la mía, siento una corriente atravesar esta.

-Lo lamento, de vez en cuando suelo dar calambres. Espero que no te haya hecho daño-Me dice mirándome directamente a los ojos. Niego con la cabeza, ante la incapacidad de dejar salir alguna palabra por mi boca. Estoy completamente bloqueada e hipnotizada. Nunca me había sentido así antes, ni siquiera cuando estaba con Gabriel.-Mi nombre es Adrien Black-Me dice al tiempo que saca los libros de su mochila y aparta su vista de la mía.

-Yo soy Lucinda-Consigo decir al fin, al tiempo que la sensación de hipnotismo desaparece.

-Me alegra conocerte Lucinda. Espero que seamos buenos amigos-Me dice, enseñándome una gran sonrisa, la cual correspondo sin saber por qué, dado que mi corazón pertenece a Gabriel.

Las siguientes clases ocurren con Adrien sentado a mi lado, que me deja ver su lado más dulce y amable. Un lado que me recuerda al de Gabriel. Al terminar las clases Adrien se tropieza conmigo haciendo que el libro que tengo en las manos se me caiga al suelo.

-Lo lamento mucho Lucinda, no te había visto. Iba muy despistado-Me dice al tiempo que me devuelve el libro y la fotografía que había dentro-Perdona que te moleste, pero me preguntaba si me podías enseñar la ciudad-Lo miro directamente a los ojos, intentando encontrar cualquier atisbo de broma en el color de su aura, pero no lo veo.-Si no es molestia claro, sino no pasa nada-Me comenta bajando la mirada, haciéndome percatar de que lo he hecho sentirse incómodo.




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