El ser que habita en mi

CAPÍTULO 13: GABRIEL.

La ciudad de Ginebra se encuentra teñida por un gélido manto blanco. Un manto al que llamamos nieve, que combina a la perfección con el vaho expulsado por los transeúntes. Hace tiempo adoraba el tacto de la nieve y la perfección de los copos; todos únicos, pero a nuestra vista iguales. El frío se ha presentado en la ciudad haciendo que este se cuele por mis huesos, sacándome más de un escalofrío. Escalofríos más de añoranza por Lucinda, que por el gélido viento que sopla y transporta los copos. Hecho de menos la calidez de mi lirio azul, sus ojos, su sonrisa, sus labios posados en los mios con suma dulzura. La misma dulzura que transmiten las mariposas al posarse sobre los pétalos de una flor.
Voy caminando por la calle, esquivando a las personas que se cruzan en mi camino, sobre todo a las parejas. Parejas felices y enamoradas, que me hacen recordar lo que he vivido en el pasado. Un pasado en ocasiones más lejano de lo que podeis llegar a imaginaros. Pero un pasado lleno de momentos felices que están gravados en mi corazón. Un corazón que sangra ante la pérdida y los secretos que esconde. 
Me desvío por la calle Rue du Cloitre con el objetivo de llegar a la catedral de San Pedro de Ginebra, en donde los miembros del círculo me aguardan. Una vez que llego entro por los pasadizos secretos, a los cuales se accede a través de una reliquia que se le entrega a cada miembro. Mi reliquia es un pequeño medallón en donde se encuetra una foto de mi primer amor. Cuando entro en la sala ya todos están colocados en sus respectivos asientos, aguardando mi llegada. Me siento en el lugar que me corresponde, al lado del miembro con mayor rango de Ginebra. Desde el mismo día en que aparecimos por primera vez en este planeta, nos clasificamos por categorías; siendo los de mayor rango los más antiguos y poderosos. En esta clasificación, me encontraba en el 2º grupo si empezasemos por la cima de la pirámide. La clasificación era sensilla y nos permitía conocer: la fuerza, experiencia y poder de todos los miembros. En esta se distinguía:
-Los padres y las madres. Uno de cada en todas las capítales de los países en donde nos encontrabamos instalados. Son nuestros líderes. Los reconocemos gracias a que el tatuaje en forma de sol que llevan es de color rojo.
-Los ancestros o sargentos. Mi grupo. Somos después de los padres y las madres los más poderosos y antiguos. Nuestro emblema es un sol de color azul.
-Los adultos o generales. Son los encargados de entrenar a los jóvenes y los novatos bajo la supervisión de un ancestro. Su color es el verde.
-Los jóvenes o cabos. Son de los miembros más recientes y menos experimentados. Su tatuaje es de color amarillo.
-Los novatos o soldados. Los que apenas se han unido al círculo. Su tatuaje es blanco.

Una vez que estamos todos sentados la reunión comienza. El ambiente que se respira es tenso, fruto de una inminente guerra a punto de estallar. Una guerra cuyo principal objetivo es Lucinda. Su nombre recorre toda la sala de un lado a otro como fruto del eco. Un eco que me impide concentrarme y que hace que me pierda en la conversación.
-Gabriel, te mandaremos de nuevo a Capri. Serás el nuevo encargado de supervisar los entrenamientos de los cabos y soldados. No hay nadie que pueda hacerlo mejor que tú. Tu experiencia en el campo de la batalla y en la lucha te precede. Confiamos en ti.-Dice Madre. Yo simplemente asiento movido por la inercia. 
Voy a volver al lugar en donde todo comenzó. En donde mi peor pesadilla cobró vida. Voy a viajar a Capri de neuvo, la ciudad que el Instituto de Lucinda decidió como destino de viaje de Navidad. La ciudad en la cual espero volverla a ver de nuevo, aunque sea oculto entre las sombras. Tengo una gran misión, y esa es proteger a Lucinda ante todo. 
Justo antes de salir de la Catedral Madre me retiene.
-Gabriel ten mucho cuidado y no confíes en nadie. Nuestros enemigos cada vez se hacen más fuertes y temo lo que pueda pasar.-Me dice mirando el cielo oscurecido por la noche del cuál siguen cayendo copos sin cesar.
-Lo tendré Madre. No permitiré que la historia se repita.- Me alejo de la Catedral,dejando a Madre atrás cubierta de nieve, camino a lo que fue mi piso durante este tiempo. 
Al llegar a este me encuentro con mi billete de avión y mi equipaje ya dispuesto. Llamo a un taxi que me lleva al aeropuerto en donde me aguarda uno de los pequeños aviones que dispone el círculo. Me subo en él sin saber lo que está por venir. Nadie me ha preparado para lo que allí me aguarda. Un acontecimiento que hará que la verdad salga a la luz. Un acontecimiento que dará comienzo a una nueva guerra.




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