El Shinigami que un día se enamoró de un Ángel

Prólogo

Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid—Barajas. España, año 2023.

El aeropuerto estaba repleto de personas a pesar de la llegada de los primeros vientos invernales. Todas las pantallas mostraban las salidas y llegadas de las aerolíneas nacionales como internacionales en horario.

Una mujer de unos 40 años de tez caucásica, ojos en forma de almendra cuyas pupilas eran de color miel, y largo cabello ondulado color castaño claro, se acerco a la mesa redonda donde la esperaba una niña que era el vivo reflejo suyo con la única diferencia que sus ojos eran grises como los de su padre.

Colocó sobre la mesa las bandejas con las meriendas para ambas, y se sentó a la vez que le preguntaba a su hija lo que estaba mirando con tanto una de las puertas de ingreso.

—Ojalá el tío Lucas venga con nosotras a Argentina—dijo la niña de 10 años mientras le colocaba azúcar a su café con leche.

—Ya me confirmo que venia pero no estaba muy seguro. Estaba con dolor de cabeza.

—¿Estaba triste porque se peleo con su amigo Akira?

Victoria dudo en seguir hablando por algunos momentos, su hija era demasiado joven para entender las relaciones de los adultos.

—Tu tío y Akira son amigos desde hace años, y es por eso que se puso mal por la discusión que tuvieron—fue lo único que se atrevió a decir.

—¡Oh!

En ese momento vieron ingresar a un muchacho vestido con unos jeas oscuros, una campera negra gruesa, zapatillas negras con bordes blancos, y lentes de sol, que arrastraba una valija roja con su mano derecha mientras que en su hombro izquierdo llevaba su bolso de mano.

Victoria reconoció a su hermano menor, y lo llamo a los gritos pero su hija le gano de mano y corrió a abrazarlo. Como no podía dejar la mesa sola, espero que los dos regresaran a ella.

—Lucas—dijo Victoria a la vez que abrazaba a su hermano con fuerza.

El nombrado volvió a sentirse un niño de nuevo cuando los más grandes de su colegio lo golpeaban, y le tiraban sus cosas por el simple echo de querer hacerlo. Y su hermana mayor siempre salia en su defensa, y los golpeados terminaban siendo ellos.

Pero el dolor que sentía Lucas en ese momento no era por los golpes o los insultos de un grupo de niños que les faltaba educación sino que su malestar se debía al amor; un amor que corría el riesgo de romperse por la falta de confianza en si mismo.

Se sentía tan poca cosa que prefería que Akira estuviera con alguien más que hundirlo en el pozo junto a él.

—Me costo mucho venir—dijo Lucas con la voz entre cortada—.Estuve llorando en el baño por más de una hora.

—Vas a ver que este viaje te va a hacer bien. Te va a ayudar a pensar—le dijo Victoria mientras le limpiaba las lágrimas con la mano—.Pero creeme cuando te digo que Akira te ama más de lo que pensás.

Lucas nada más pudo asentir con su cabeza. Ya no quería seguir hablando.

Varios minutos después la familia Impellizzeri se encamino a su puerta de embarque con destino a la ciudad de Buenos Aires, para luego tomar un vuelo de cabotaje rumbo a destino final:

La ciudad de Rosario.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.