El vuelo desde España a Argentina duro aproximadamente 16 hs, llegando al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini o mejor conocido como el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, a tiempo. Ya era de madrugada, y nuestros protagonistas después de tomar sus valijas, optaron por sentarse en el área de descanso. Había sido un vuelo largo y agotador. La pequeña era la más afectada por lo que no tardo en dormirse en el regazo de su madre.
—No puedo creer que estemos acá—dijo Victoria mientras sacaba una galletita de vainilla de su paquete—¿Cuántos años pasaron desde que nos fuimos?
—Creo que 7 años—contesto Lucas ya más calmado—¡No! Fueron 8 porque hace 9 años que murió mamá.
—Claro. Como pasa el tiempo. Y yo que siempre decía que nunca me iría de Rosario, que iba a morir en mi ciudad; y ahora vivimos en Europa.
—No te culpes, Vicky. Hiciste lo que era mejor para tu familia, y nadie te puede juzgar por eso. La gente piensa que mudarse a otro país es fácil pero el proceso es distinto para cada uno y empezar de cero no es tarea sencilla.
—Tenés razón. Por suerte te animaste a venir con nosotros, y eso lo hace un poco más sencillo. No iba a poder vivir sin vos.
—Sos la mejor hermana del mundo.
—Gracias.
—¡Che, decime algo lindo también! Y encima que te abro mi corazón de hermano.
Victoria comenzó a reír.
—Sos único y sos la luz en la vida de todos los que te rodean pero falta que te lo creas más—dijo Victoria.
A Lucas se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas.
Pero no hubo tiempo de lamentaciones ya que por los parlantes comenzaron a llamar el numero de vuelo rumbo a la ciudad de Rosario.
Victoria despertó a su hija con delicadeza para ir a la puerta de embarque correspondiente. Saludaron al agente de trafico aéreo, hicieron entrega de sus boletos de avión, y una vez que estaba todo listo fueron rumbo al avión.
En el camino hacia el transporte, Lucas recibió una notificación de e-mail con el asunto "Te necesito", y se llevo una de sus manos a la boca al leer el nombre del remitente: Akira Takeuchi.
El joven de 26 años estuvo un rato largo mirando la notificación pero se contuvo de abrir el mail, y continuó su camino.
—Perdoname Akira pero... necesito estar lejos tuyo para pensar—se dijo asi mismo Lucas—.No sabia que amarte dolería tanto.
Por su parte Victoria noto esta actitud de su hermano pero prefirió no decir nada.
La distancia entre un aeropuerto y el otro era de apenas 1 hora. La familia Impellizzeri toco suelo rosarino a las 06:45 A.M. Un sin fin de recuerdos invadieron la memoria de los hermanos, hacia años que no visitaban el país a causa de sus trabajos que les consumía gran parte del día.
Victoria era la directora de una editorial literaria muy importante en la ciudad de Madrid, no era muy famosa pero entre sus representados había varios escritores que actualmente eran muy conocidos, los cuales tenían firmas de ejemplares en muchas ciudades de España. Por otro lado, Lucas trabajaba como editor en el área de manga en una editorial hermana a la de su propia hermana. Y eso provocaba que se pudieran ver cuando ambas casas coincidían en algún evento.
Ambos hermanos vivan en el barrio de Moncloa-Aravaca, con tres casas de diferencia, y se visitaban con bastante frecuencia, sobretodo los fines de semana. Algunas veces salían a pasear por el parque y la playa. Su relación siempre había sido muy buena, y pocas veces habían discutido en su juventud, y el estar trabajando juntos era lo mejor que les hubiese pasado. Era tal su conexión que Victoria supo el cambio de actitud de su hermano cuando al cabo de unos meses de trabajar en la sección de manga, regresaba a casa con una sonrisa en el rostro. Poco a poco fue descubriendo que la razón de su conducta era debida al nuevo editor en jefe.
Se trataba de un joven japonés algunos años mayor que Lucas, de nombre Akira Takeuchi quien había emigrado a España desde Okinawa varios años atrás, en búsqueda de oportunidades en el ámbito editorial y gracias a que había estudiado español en un curso pensó que serviría de ayuda en su nueva vida.
La química entre Lucas y Akira fue casi inmediata pero las diferencias culturales y muchas veces lingüística hacía que ambos no pudieran entenderse, y eso podía generar conflictos. Sin embargo eso no fue impedimento suficiente como para evitar que no compartieran charlas, salidas o eventos sociales.
Además...
—Mamá, el taxi ya está acá—le dijo Cecilia sacando de su trance a su madre.
—Sí, sí. Vamos.
Lucas por su parte ya se encontraba subiendo las valijas en el baúl del auto. Una vez adentro, le indicaron al taxista la dirección.
El hombre asintió y se pusieron en marcha.
Media hora más tarde, arribaron al hotel ubicado en calle Italia a la altura del 1100. Victoria pagó y bajaron.
El hotel H.J era un edificio de siete pisos con 34 habitaciones en total. Las habitaciones frontales tenían cada una un pequeño balconcito semi circular. El suelo era de parqué blanco con líneas grises. Tanto en la derecha como en la izquierda de la entrada había sillones perfectamente ubicados, de todos los colores y tamaños. A unos pocos metros del ingreso había una escalera caracol que llevaba hacia un entre piso. Algunas plantas de interior aportaban sofisticación al ambiente. También había cuadros que le pertenecían a artistas locales en cada pared existente de ese enorme edificio.
En ese momento había varias personas bajando a desayunar. La familia se aproximó a la recepción.
Los atendió un hombre de unos treinta años, de tez morena, cabello lacio color castaño oscuro y ojos redondos color café. Su rostro era anguloso y de labios anchos. Estaba de vestido con un traje color azul marino, una camisa blanca de bajo de un saco azul marino; en su lado izquierdo tenía un pequeño cartel dorado en el que se leía "Javier Cisneros".
—Bienvenidos al Hotel H.J, soy Javier Cisneros, ¿en qué los puedo ayudar?—los saludó el muchacho afectuosamente.