El Shinigami que un día se enamoró de un Ángel

Capítulo II: La casa de la bisabuela

Lucas se despertó desconcertado, y empapado de sudor. Revisó su teléfono y cayó en la cuenta que ya eran las 16 hs, y que tenía un mensaje de su hermana quien ya se había despertado de su siesta.

Le respondió que estaba despierto, y que la esperaba en el lobby en unos 10 minutos.

La imagen del sueño invadió su mente por unos instantes, pero la descartó enseguida.

Tomó su celular, su billetera y salió de la habitación.

La familia se volvió a reencontrar, y salieron rumbo a su nuevo destino. Salieron del hotel, y se encaminaron por calle Mendoza hasta llegar a Boulevard Oroño, y cruzaron la calle.

La pequeña de la familia se maravilló con la cantidad de casas de diversas arquitecturas europeas. Más bien eran casonas propias de finales del siglo XIX, y principios del siglo XX, las cuales habían sido utilizadas por las grandes familias adineradas de la ciudad pero que ahora tenían nuevos usos.

—¿Te acordás cuando nos sentábamos en esos bancos para tomar el helado que siempre se derretía?—preguntó Lucas mientras señalaba unos bancos de material de color blanco que eran sostenidos por dos figuras con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas que se fundían con el asiento.

—¡Ay sí!—exclamó su hermana a la vez que reía—.Que tiempos aquellos.

—Mami, los quiero ver—le dijo la pequeña.




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