El Shinigami que un día se enamoró de un Ángel

Capítulo II: La casa de la bisabuela

Lucas se despertó desconcertado, y empapado de sudor. Revisó su teléfono y cayó en la cuenta que ya eran las 16 hs, y que tenía un mensaje de su hermana quien ya se había despertado de su siesta.

Le respondió que estaba despierto, y que la esperaba en el lobby en unos 10 minutos.

La imagen del sueño invadió su mente por unos instantes, pero la descartó enseguida.

Tomó su celular, su billetera y salió de la habitación.

La familia se volvió a reencontrar, y salieron rumbo a su nuevo destino. Salieron del hotel, y se encaminaron por calle Mendoza hasta llegar a Boulevard Oroño, y cruzaron la calle.

La pequeña de la familia se maravilló con la cantidad de casas de diversas arquitecturas europeas. Más bien eran casonas propias de finales del siglo XIX, y principios del siglo XX, las cuales habían sido utilizadas por las grandes familias adineradas de la ciudad pero que ahora tenían nuevos usos.

—¿Te acordás cuando nos sentábamos en esos bancos para tomar el helado que siempre se derretía?—preguntó Lucas mientras señalaba unos bancos de material de color blanco que eran sostenidos por dos figuras con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas que se fundían con el asiento.

—¡Ay sí!—exclamó su hermana a la vez que reía—.Que tiempos aquellos.

—Mami, los quiero ver—le dijo la pequeña.

Victoria le agarró la mano a su hija, y se encaminaron al cantero central. Los adoquines de color negro formaban un rombo que contrastaban con aquellos de color más grisáceos; y a cada lado descansaban arbustos y hermosas palmeras.

—Mirá Ceci, esa es la casa de nuestra bisaabuela, veníamos muy seguido de chicos.

Detrás de unas rejas negras, un pequeño jardín delantero terminaba en una pequeña escalera blanca que conducía a una casa de dos pisos de color blanco, y un techo en agua de color gris oscuro. Una de las ventanas de hierro negro del primer piso, tenía un pequeño balconcito rectangular, mientras que la ventana del lado izquierdo tenía un balconcito semi circular. Por otro lado, las ventanas del piso superior estaban protegidas por lo que aparentaban ser unas mini columnas de estilo griego.

—¡Es hermosa!—exclamó la niña.

—Sí, lo es...—susurró Lucas.

En ese momento, el sueño regresó. Pero se sentía demasiado vívido como si ya hubiese vivido allí.

Sin perder el tiempo los hermanos junto a la niña ingresaron a la vieja casona.

Todo estaba igual como si el tiempo se hubiese detenido en el pasado.

Cecilia le pidió permiso a su mamá para recorrer el lugar y no salir al exterior.

Un par de horas despúes los hermanos subieron al segundo piso donde hallaron a Cecilia sacando cosas de un viejo baúl.

—¿Qué haces hija?—preguntó Victoria.

— Mirá mamá. El tío Lucas está en esta foto.

—¿De qué hablás es imposible? Son fotos viejas.

—Pero mirá. Es Lucas.

Victoria agarró la foto, y se puso una mano en la boca de la impresión. El muchacho era exactamente un calco de Lucas, con la excepción que su vestuario y su peinado eran de los años treinta.

La mujer le mostró a su hermano el hallazgo, y éste imitó su postura.

—¡Tío! Y este de aca se parece a Akira.

Esta vez fue Lucas quien tomó la foto, y sus manos comenzaron a temblar: ese hombre asiático vestido de traje con su sombrero de copa estaba sentado junto al muchacho parecido a él, mirando unos papeles. Se lo notaba concentrado.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Él quería olvidar a Akira pero le destino parecía querer burlarse, y le mostraba a un hombre idéntico a él.

—“Lorenzo Impellizzeri y Juntaro Tachibana. Marzo de 1932”—leyó Victoria.

—¿Será pariente nuestro?—quiso saber Lucas mientras se secaba las lágrimas.

—Quizás sí. Creo que la bisa abuela era la menor de tres hermanos. Puede ser uno de ellos.

—¡Má acá hay más cosas!—exclamó Cecilia.

Los mayores se acercaron al baúl y vieron una enorme pila de cartas viejas atadas por una cuerda. Victoria tomo una de ellas, y leyó el anverso de la misma:

—Es de Juntaro, y se la envió a Lorenzo—dijo y extrajo el papel amarillento para leerlo—. Es una carta de amor.

— ¡¿De amor?! ¿En esa época?—dijo Lucas sorprendido.

—Al parecer, ellos estaban en una relación. Por la época debió haber sido clandestina.

—¿Ellos se casaron?—quiso saber la niña.

—No lo creo. Ellos vivieron en un momento muy difícil para el amor—le respondió Lucas.

—¿Podemos leerlas, mamá? Quiero saber lo que escribían.

—No sé si…

—Por fa, dale.

—Bueno. Nos llevamos esto para leer. Volvamos al hotel, ya es un poco tarde. Y el cambio de horario me pegó fuerte.

—¡No me quiero ir!—replicó la menor.

—¡Ya sé! Volvemos al hotel, descansamos un poco más y salimos a comer algo a la noche—dijo Lucas.

—¡Síiii!

Victoria le agardeció su hermano habee calmado a la niña, ya que cuando se ponía a llorar, no paraba. Por su parte el joven guardó varias cosas que creía importante del baúl en su mochia para luego bajar e irse.

La familia hizo el camino de regreso a pura charla hasta que volvieron a separarse para ir a sus habitaciones.

Lucas sacó de su mochila las cartas, diarios personales y fotos. Se sentó en el escritorio, y se dispuso a leer todo lo que tenia delante.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.