Tras suspirar una vez más añorando un pasado que sé que no volverá. Como todos los días desde que permití que él entrara por completo a mi vida, traté de recordar sus palabras, el timbre de su voz e incluso el brillo de su mirada cuando nuestros ojos se encontraban. El aroma en su cuello y cómo su piel se erizaba cada que lo besaba en esa zona.
Esbocé una sonrisa al tiempo que tocaba mi corazón donde latía aceleradamente al recordar cómo se carcajeaba, siendo aquello para mis oídos el mejor sonido que alguna vez escucharía.
No deseaba olvidarlo nunca y tengo la seguridad de que jamás sucederá aquello, porque así yo dejara de respirar, nuestros recuerdos trascendería a través del tiempo, porque nuestro amor sería por siempre eterno.
Mi mente divagaba mientras mis pies en la arena marcaban mis pasos, dejando huellas. Entonces el aroma salino, invadió mis fosas nasales, provocando que detenga mis pasos para sentir como el viento fresco golpeaba mi rostro y escuchar con detenimiento el sonido de las olas chocando entre sí al llegar a la orilla, llenándome de deseos de mirar la playa donde Aiden y yo compartimos muchos momentos en ese sitio.
Me senté en la arena y con una sonrisa en mi rostro, giré mi cabeza al tiempo que llamaba con mi mano a mi tesoro más grande y recordaba mi historia junto a Aiden y el día en que lo reencontré; ese día lo recuerdo tan vívidamente, el vestuario que llevaba..., su cabello largo cubierto con la gorra hacia atrás; su ridículo uniforme y como extrañamente le formaba en su cuerpo, mirándose admirablemente tentador. Sin mencionar que para mí el tiempo se detuvo por un momento justo en cuanto nuestros ojos se encontraron y su sonrisa resplandeciente pintó su rostro.
Hubiera deseado que ese momento se convirtiera en eterno, claro si hubiera sabido lo que el destino nos tenía preparado.
¿Destino? O
¿Coincidencia?
Nunca en mi vida me había puesto a pensar en esas palabras y su significado.
No creía en ninguna de ellas, tal vez porque su trasfondo era el mismo o al menos en ese momento, antes de él, lo pensaba de esa manera.
Consideraba que las situaciones pasan porque tenían que pasar, simple, pues, para mí lo era; si es una coincidencia u obra del destino, al final del día llevaba a un mismo resultado donde el suceso se tenía que dar.
¿Cuál era la diferencia entre esas palabras?
Muchas veces había reafirmado ello, sin saber que después desearía que la coincidencia o el destino, cualquiera que fuera el caso, se volviera a cruzar en mi vida, pero lastimosamente eso no ocurriría porque cada día lo extrañaba un poco más que el día anterior.