El significado del amor.

Capítulo |1| En casa

Diciembre, 2000.

Eran mediados de diciembre cuando sentía que mi vida en donde me encontraba, había perdido sentido.

Dejar mi ciudad natal y a los seres que en ese momento formaban parte de mi mundo me había dejado un vacío en mi pecho que, cuando me vi añorando, aquellos días cuando ellos y mi madre eran mi única felicidad, lo supe.

Esa noche, cuando durante todo el día no pude conseguir un trabajo, había decidido regresar a aquel sitio y si no lo hubiera hecho de seguro me hubiera arrepentido durante toda mi vida. Así que, con la decisión en mente, empaqué maletas y después de tres horas de viaje, los grandes árboles que cubrían el parque me recibieron, trayendo a mi memoria momentos inolvidables junto a él. 

Me estacioné en el parque, para seguidamente bajar e inhalar el aire fresco de la mañana.

Mientras manejaba, había observado como el sol reemplazaba a la luna y su claridad empezaba a alumbrar mi camino. Solamente me acompañaba la música de Coldplay y unas inmensas ganas de llegar a mi destino al que ahora con una sonrisa admiraba. 

Ayer en la noche me despedí de mi madre que, sollozante, me pidió que no regresará a este sitio donde huimos de aquel hombre que debía cuidarnos y no dañarnos como lo hizo.

Después de terapias, mi madre logró superar aquel pasado; uno que yo no lograba hacerlo, pues ella había logrado consolidar una relación estable con un hombre bueno al que yo apreciaba mucho.

También había noches en que los recuerdos de un pasado que, como dije para mí, era difícil olvidar y mucho menos superar, porque ciertamente las noches, como la anterior, era la clara muestra de ello, donde pesadillas disfrazadas de recuerdos venían a mí, haciendo inevitable que yo pudiera descansar.

Por supuesto, mi madre, para evitar que yo me marchara, sugirió que su marido me ayudaría a buscar empleo y aunque si yo aceptaba su ayuda, de seguro obtendría un empleo, inevitablemente aquello me haría sentir sumamente incómoda, por lo que me negué, afirmando aún más los deseos de hacer el viaje. 

Tampoco era como si pudiera quedarme, y el hecho de que el marido de mi madre pudiera ayudarme, no era opción. Hasta hace una semana trabajaba como cajera en un banco, al cual ingresé hace dos meses, pero por una distracción de mi parte, aunada a una llamada de ese sitio esa mañana, había dado mil dólares de un retiro en vez de cien, por suerte el problema se solucionó y el cliente al parecer era honrado, devolviendo el restante, sin embargo, y como resultado de aquel error, fui despedida.

No me quejé, de hecho acepté el despido con humildad. Si yo hubiera sido el dueño, de seguro me chantaba una buena demanda, es más, creo que incluso salí con suerte cuando recibí liquidación, puesto que sabía que era bien merecido el despido.

Ahora, una semana después y sin haber obtenido otro trabajo, sin mencionar que mis ahorros y lo que me quedaba del despido, estaban por acabarse, había optado por regresar a mi ciudad; aquella donde, aunque la mayor parte del tiempo viví con temores, había una persona que provocaba que sonriera.

Suspiré con añoranza empezando a detallar el parque y la ciudad que ya no era aquella pequeña a la que recordaba, ahora era mucho más grande con nuevas personas. Esta misma tenía un turismo activo por la playa que la rodeaba, además, su cultura, platos de la zona y gente amigable, recibían a visitantes en sus fiestas.

Unas fiestas que si mal no recuerdo, estaban cerca.

Esbocé una sonrisa y aunque mi estómago gruñía de hambre, me sentía feliz por volver. Inmediatamente, comencé a buscar algún sitio donde podría comer algo. Como recordaba, todo había sufrido muchos cambios y era normal, pues incluso yo también cambié a como me fui de este sitio.

En cuanto divisé una cafetería, sin dilación alguna, me interne en esta, pero debido a la llamada de mi madre, me hizo salir para responder.

Le expliqué que acababa de llegar al pueblo y que iba a comer algo, pero que no se preocupara porque me encontraba bien. Hablamos por un momento más, asegurándole de que la llamaría a menudo, y cuando me aseguré de que mi madre ya estaba más calmada, corté la llamada, para nuevamente internarme en la cafetería, donde para ese momento ya había suficiente gente como para ponerme a hacer la fila.

Lo que más me sorprendió, fue que la mayoría eran mujeres y jóvenes, sin embargo, cuando llegué hasta la caja lo comprendí de inmediato.

El hombre parado frente a la caja, era sumamente guapo, pero a la vez se me hacía algo conocido.

Mientras esperaba a que sea mi turno, me tomé el tiempo de detallarlo. Visiblemente, tenía el cabello largo que estaba cubierto por la ridícula gorra, similar al uniforme que, estaba de más decir, le formaba perfectamente. 

Un rostro de barba de dos días y su mentón marcado, alto y muy guapo. Tal vez mi escrutinio fue muy evidente, porque a mi lado escuché risitas y murmullos de algo cómo, "se enamoró" o, "debería limpiar su saliva", que me hicieron sonrojar.

Definitivamente, me hacía falta un hombre, hace nueve meses o un año, quizás no estoy cerca a uno y al parecer me estaba afectando.

Después de un momento en que miraba mi móvil mientras llegaba mi turno, una voz me sacó de mis cavilaciones.




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