El Silbón: Una Historia Para No Dormir

La verdad

El interior era bastante acogedor se encontraba divido en 2 secciones, el ala derecha era el área del bar, mientas que la izquierda estaba reservada para mesas más grandes donde se podía ordenar algo de comida, la barra se ubicaba en el centro del lugar en forma circular y rodeaba el área donde se servían los tragos. Todo en colores maderas incluido los bancos individuales que se encontraban en su mayoría ocupados por personas tomando cervezas y conversando, mientras la música sonaba algo bajo de fondo. 
Ricardo, se acercó a la mesa donde se encontraban Carlos y Alexa, conversando alegremente. 
—¡Pensé que pasarías toda la noche parado afuera! —exclamo Carlos, al ver llegar a Ricardo y tomar asiento a su derecha. 
Ricardo, rodo sus ojos con una mueca en su boca. Sentándose calladamente. 
—Estas algo lejano —comento Alexa, mirando a Ricardo. 
—Es solo que necesito una cerveza, para entrar en calor. —devolvió. 
Carlos sonrió. 
—Ese es mi compañero ¡ya regreso! —Carlos, se levantó de la mesa y camino en dirección a la barra. 
—¿Y cómo te sientes? —pregunto Ricardo a Alexa. 
—Para ser sincera, nunca pensé que me invitaran a una salida de hombres —respondió la mujer, con una poco de suspicacia. 
Ricardo entendió lo que quiso decir su compañera y sonrió. 
—Yo fui quien le dio la idea a Carlos de venir hoy, pero fue él quien tuvo la iniciativa de invitarte —respondió Ricardo. 
—Lo he visto, observándome —dijo Alexa, casi susurrando. 
Ricardo, le dio una mirada cómplice de regreso a Alexa. 
—He escuchado, que está interesado en ti. No te enteraste por mí —dijo Ricardo, soltando una leve sonrisa— allí viene de regreso —termino Ricardo, refiriéndose a Carlos, quien regresaba con 3 cervezas en sus manos. 
—¡Bueno! ¡Bueno! Dejemos los lamentos para otro momento, hoy vinimos aquí para pasar un momento diferente. Sin el estrés de la oficina y el puto caso de los asesinatos en serie —dijo Carlos, llegando a la mesa alegremente, con 3 cervezas en sus manos y ofreciéndole una a Alexa y otra a Ricardo. 
Alexa, tomo la cerveza y se carcajeo junto a Ricardo del humor de Carlos. 
—Estas algo diferente esta noche, será la camisa que traes puesta —dijo Alexa, tomando un trago de su cerveza. Dándole una mirada cómplice a Ricardo. 
Carlos, tomo la indirecta y sonrió un poco. Sabía que algo había ocurrido entre Alexa y Ricardo, cuando salió en búsqueda de las cervezas. Pero sin importa lo que hubieran conversado, les seguiría el juego. 
Carlos, tomo un trago largo de su cerveza, casi vaciándola en una sola vez, regresando la botella de vidrio a la mesa con un leve golpe. Se levantó y le ofreció una mano a Alexa. 
—Sería tan amable, complacerme con un baile mi bella dama —dijo Carlos caballerosamente. 
Alexa, lo vio por un par de segundos, antes de levantarse de su asiento y aceptar la invitación de Carlos. 
—Si nos disculpas unos minutos, necesito evaluar las habilidades de baile de este caballero —dijo Alexa a Ricardo, quien sonreía levemente. 
—¡Oh! Te aseguro que son tan buenas como mis habilidades policiales —aseguro Carlos. 
—Eso ya lo veremos —devolvió Alexa, arrastrando a Carlos a la zona de baile. 
Ricardo, tomo un trago de su cerveza y miro a Carlos y a Alexa, bailar. Según su opinión, se veían bien juntos, la personalidad alegre y fuerte de Alexa contrastaba con el serio y gruñón de Carlos. Luego de unos minutos, el ver a Carlos recorrer el cuerpo de Alexa suavemente al ritmo de la música, y Alexa moviéndose de manera sexy y provocativa, le hacía sentir algo que no estaba seguro de que significaba, le hacía sentir incomodo, era que como si la cercanía que estaban teniendo ese momento sus compañeros, no le gustara del todo. 
¿Estas celoso, Ricardo? 
Pensó para sí mismo. Inmediatamente alejo ese pensamiento. Saco su teléfono y miro en la pantalla el número de Estela, quizás si la llamaba iba a querer unírseles y así no se sentiría tan solo o por lo menos dejaría de sentirse como lo hacía. 
Después de unos segundos, volvió a guardar el teléfono. No podía permitirse que un momento de debilidad arruinara su noche, y muchos esos sentimientos que estaba cansado de ocultar y que no sabía ya como disimular, mientras más tiempo era el que pasaba con su compañero, más fuerte era la atracción que empezaba a sentir por él. Aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que aquel beso que compartió brevemente con su compañero, despertó deseos que había tenido que ocultar por mucho tiempo. Pero si la atención de Carlos, se centraba en Alexa, sería mucho más fácil para ambos, evitar que ambos cometieran un error del cual posiblemente se arrepentiría. 
El sonido de las risas de Alexa y Carlos, lo sacó de sus pensamientos, ambos tomaron asiento nuevamente en la mesa, estaban sonrientes y alegres. Ricardo por su parte, no podía dejar de pensar que lo que estaba haciendo estaba mal, pero aun así era lo necesario para su bienestar emocional. 
—¿Y qué tal mi compañero, da la talla? —pregunto Ricardo, mirando a Alexa, con una leve expresión de diversión en su rostro. 
Carlos, miro a Alexa, en espera de su respuesta. 
—Pues…te puedo decir que es un muy buen bailarín, estoy muy sorprendida —respondió Alexa, con una sonrisa. 
—¿Ves? Compañero. ¡Te lo dije! —agrego Carlos con orgullo. 
Ricardo, sonrió y se levantó de la mesa. 
—Voy por unas cervezas, ya regreso —Ricardo se retiró, cuando llego a la barra, se apoyó sobre ella y miro hacia atrás. Alexa, sonreía alegremente, mientras Carlos hablaba, no estaba seguro de que estaban conversando, pero parecía como si fuera algo muy entretenido y divertido. 
—¡Aquí tiene! —dijo el bar tender, colocando las botellas de botellas sobre la barra. 
Ricardo giro, saco efectivo de su billetera y pago. Tomo las cervezas y regreso a la mesa. 
—Carlos, nunca pensé que fueras tan espontaneo —dijo Alexa entre risas, mientras Ricardo llegaba con las botellas de cerveza. 
—Aunque no lo creas, solo que cuando estoy trabajando, me gusta dar todo de mí — devolvió Carlos. 
Ricardo coloco las cervezas en la mesa y se sentó. 
—Te puedo decir, que este es el hombre más obsesionado con el trabajo que he conocido en mi vida —agrego Ricardo. 
—Ese veo —devolvió Alexa, mirando dulcemente a Carlos, quien ya estaba tomando un trago de su cerveza. 
—Propongo un brindis —dijo Alexa, tomando su cerveza y elevándola en aire. 
Carlos y Ricardo hicieron lo mismo. 
—Por una noche diferente y relajada —dijo Alexa, mientras las 3 chocaban sus cervezas en el aire y luego tomaban un trago. 
—¿Y dime Ricardo, como esta Estela? —pregunto Alexa. 
—Está en casa, no quiso acompañarnos hoy, ya sabes el hospital ha estado algo ocupado esto días —respondió Ricardo. 
—Sí, todos lo sabemos —devolvió Alexa. 
Las siguientes horas trascurrieron entre risas y cuentos, todos evitaban en lo más minino, hablar sobre los casos de asesinatos. Ricardo bailo un par de veces con Alexa, pero, era Carlos, el que disfrutaba más de bailar con ella. 
Aunque Ricardo, lo disimulara, no se sentía cómodo en esa posición, tenía una esposa atenta y cariñosa que lo esperaba, pero, aun así, allí estaba sintiendo celos de cada vez que Carlos y Alexa bailaban y de la aparente conexión que estaban desarrollando. No quería sentirse así, pero no podía evitarlo. Juraba haber visto a Carlos y a Alexa compartir un beso un par de veces y de alguna manera eso lo disgustaba. 
—¿Te sientes bien compañero? —pregunto Carlos a Ricardo, su voz denotaba que el alcohol ya estaba empezando hacer efecto. 
—Sí —respondió Ricardo a secas— voy un momento al baño. Se levantó y se retiró de la mesa. 
Alexa, miro preocupada a Ricardo, sabía que las cervezas de esa noche estaban pasando facturas, pero, Ricardo, había sido su compañero por suficiente tiempo, como para no preocuparse por él. 
—Deberías ir a ver cómo se siente —dijo hacia Carlos, quien la miro un poco confundido. 
—Como usted ordene, señorita —dijo Carlos retirándose y saliendo en la búsqueda de Ricardo. 
Ricardo entro al baño, dirigiéndose a los lavabos, tomo un poco de agua entre sus manos y enjuago su rostro. Y humedeció un poco sus cabellos. Luego miro unos segundos su reflejo en el espejo. 
¿Qué estás haciendo? 
Se dijo a sí mismo. 
—Maldición —exclamo. Golpeando el lavabo con ambas manos, apretando tanto que le empezó a doler. 
—¡Oye, hermano! ¿Qué ocurre? —la voz de Carlos, lo hizo mirar en dirección de la puerta. Allí estaba Carlos parado observándolo. 
—No me siento bien, creo que es hora de irme —respondió Ricardo. Intentando disimular su enojo. 
Un hombre entro al baño y se dirigió casi tropezando con Carlos hacia uno de los urinales. 
Carlos, camino hacia Ricardo. 
—Si te quieres ir, entonces vámonos —dijo Carlos con suavidad. Apoyando una mano en la espalda de Ricardo. 
Ricardo, miro rápidamente al tipo orinando, y no parecía prestarles atención. 
—Carlos, no quiero seguir con esto, ¡por favor! —dijo Ricardo, tomando la mano de Carlos y retirándola de sí mismo. 
—Pero… ¿qué ha pasado? —pregunto Carlos, pestañando rápidamente. 
Ricardo se apartó del lavabo, mientras el otro hombre, se paraba justo a su lado para lavarse las manos. Luego que término se retiró. 
—Los amigos no pelean —dijo el hombre entre labios antes de salir, claramente estaba borracho. 
Ambos miraron al hombre salir del baño. Nuevamente estaban solos. 
—¿Qué pasa? Que me muero por besarte, que por mi mente pasan pensamientos que no debo tener y esta situación me pone incomodo, allá afuera esta Alexa, esperando por ti. Y aquí estamos —soltó Ricardo. No sabía porque había dicho lo que dijo, pero sintió un alivio al dejar salir las palabras. 
Carlos sonrió, un poco. 
—Sabía que estabas celoso —dijo acercándose a Ricardo— lo pude notar desde el primer baile. 
Ricardo, miro a Carlos, apretó sus labios y soltó un leve bufido. 
—No se te escapa nada. ¿No? —devolvió. 
—Yo nunca te he presionado, porque quiero que el día que me dejes acercarme a ti, sea con tus reglas. Tú tienes una familia y quiero respetar eso, pero como evito que mi corazón se acelere al verte —explico Carlos. 
—Esto no es sano, Carlos. ¿No lo ves? —replico Ricardo. 
—¿Que no es sano? Que ambos nos gustemos y que tengamos que fingir que no pasa nada, simplemente por guardar las apariencias —inquirió Carlos. 
Ricardo, miro a Carlos sin decir, nada. No tenía ganas de argumentar y mucho menos cuando Carlos tenía la razón. 
Carlos, se acercó más a Ricardo, hasta que quedaron a solo centímetros uno de otro. 
—¿Qué haces? Podría entrar alguien más —advirtió Ricardo. 
—No sé lo que estoy haciendo, pero sé que quiero hacerlo —devolvió Carlos. 
Carlos, tomó entre sus manos el rostro de Ricardo y apretó sus labios contra los de él. Luego de unos segundos de resistencia, Ricardo cedió, dejando que Carlos devorara su boca. 
Se sentía bien, su corazón se sentía como si fuera a salir de su pecho, el olor de Carlos y el sabor dulce de sus labios, llevaba a Ricardo a un estado que no había experimentado en mucho tiempo, ni si quiera con su esposa. 
El recuerdo de su esposa, trajo de regreso a Ricardo y de un empujón alejo a Carlos. 
—Deja de jugar conmigo, estoy harto de todo esto. Mantén la distancia —amenazo Ricardo aun con su respiración acelerada. 
—Pensé que era lo que querías —devolvió Carlos. 
—¿Quién eres tú? Para decir que es lo que quiero —espeto Ricardo. 
—Está bien, me disculpo —dijo Carlos, intentando acercarse nuevamente a Ricardo. 
—Te dije que mantengas la distancia, regresa con Alexa. Es a ella la que tienes que tocar y besar. No a mí —devolvió Ricardo con un claro enojo. 
—¡Eres un imbécil! —dijo Carlos de regreso. 
Se dio media vuelta, justo en el momento en el que entraba alguien más al baño. Carlos, salió sin decir palabra alguna. 
A Ricardo, le tomo un momento, recobrar la conciencia. Se maldijo a sí mismo. Y salió del baño. 
—¿Cómo esta Ricardo? —pregunto Alexa, al ver llegar algo acelerado a Carlos. 
—Esta genial. Demasiado diría yo —devolvió Carlos— Si me disculpas, me tengo que ir. 
—Pero, ¿qué ocurrió? —inquirió Alexa, sin entender lo que estaba pasando. 
—Después tendremos tiempo de hablarlo, pero por ahora no me quiero quedar —explico Carlos. 
—Bueno, pero déjame acompañarte —dijo Alexa. Levantándose de la mesa. 
—No, quédate. Créeme en estos momentos no soy la mejor compañía —respondió Carlos— quizás puedas hacerle compañía a Ricardo. 
Carlos, se retiró del lugar sin decir una palabra más. 
—¡Carlos! ¡Carlos! —grito Alexa. Sin obtener ninguna respuesta. 
Tomo un trago de su cerveza y miro en dirección del baño, donde salía Ricardo, con cara de preocupación. 
—¿Y Carlos? —preguntó Ricardo, llegando a la mesa. Alexa lo miro. 
—Se fue. ¿Me podrías decir que paso allá? —respondió, confundida por todo. 
—Tuvimos un intercambio de palabras, nada grave —explico Ricardo, intentando no entrar en detalles. 
—Me vas a tener que disculpar, de verdad. Por todo. La noche no tenía por qué terminar así —dijo Ricardo, excusándose, saco algo de dinero y se lo dio a Alexa— toma para que puedas pagar un taxi— Dijo saliendo del lugar. 
Alexa, miro a su alrededor. La noche había avanzado muy bien. Hasta que sus compañeros dejaron que se le subiera el alcohol a la cabeza. Se prometió no volver a salir con los ellos, sin la compañía de otra mujer, por lo menos no pelearían por celos, o eso fue lo que pensaba. Pero alguno le tendría que dar explicaciones para haberla dejado sola. 
Ricardo, salió del lugar, mirando en todas direcciones, pero Carlos, no parecía estar cerca, saco su celular y miro la hora, eran poco más de las 3 de la mañana, miro hacia el cielo y la luna estaba cubierta por una densa capa de nubes grises y todo parecía demasiado calmado, una fuerte brisa fría soplo, que hizo que Ricardo, se erizara del frio. Busco el número de teléfono de Carlos y lo llamo. 
Carlos, deambulaba por las calles del pueblo, había salido tan rápido del bar y no se fijó por donde caminaba, solo quería alejarse del drama de Ricardo y el coqueteo con Alexa, no sabía muy bien lo que estaba haciendo o porque lo estaba haciendo, pero ya se le estaba escapando de las manos todo. 
Su teléfono vibro en el bolsillo trasero de su pantalón, lo saco y reviso era, Ricardo, corto la llamada y lo volvió a guardar. No tenía ganas de hablar o no sabía que decir, como le iba a decir a un hombre casado que estaba enamorado de él, mientras ese mismo hombre lo vio besándose con una mujer. Carlos, estaba seguro de que Ricardo, lo había visto cuando beso a Alexa mientras bailaban. 
Su plan para darle celos, había resultado un completo fracaso. En vez de lograr que Ricardo se acercara más a él, parecía estar alejándolo con cada nueva acción que tomaba, quizás solo debería resolver los homicidios y regresar a su ciudad, y así evitar más dramas y una pelea con Ricardo, nunca había discutido con él y el sentimiento de que todo era su culpa, lo estaba carcomiendo. 
Dio unos pasos más, y su teléfono volvió a vibrar, sentía que su cabeza daba vuelta, no sabía cuántas cervezas se había tomado, pero estaba seguro de que fueron muchas. Miro una vez la pantalla del celular, nuevamente Ricardo. Por un momento pensó en volver a cortar, pero le gano la necesidad de escuchar la voz de su compañero. 
—¡Dime! —dijo colocándose el teléfono al oído. 
—¿Dónde estás? ¿Estás bien? —pregunto Ricardo, su preocupación era evidente. 
—Sí, lo estoy. Solo necesitaba estar solo un momento —respondió Carlos, pasando una mano por su cabello. 
—¿Dónde estás? —pregunto Ricardo. 
—No sé, en realidad. Creo que estoy cerca de la hacienda donde encontraron el ultimo cuerpo —respondió Carlos, mirando a su alrededor. Ni si quiera se había dado cuenta de cuando llego a ese lugar. 
—Busca un lugar donde resguardarte, no puedes estar solo y mucho menos a esta hora por las calles —Ricardo, tenía el presentimiento de que algo no estaba bien. 
—Estoy bien, tampoco es como que no conozca completamente el pueblo, se cómo llegar a la comisaria desde aquí —respondió Carlos, algo despreocupado. 
—No te muevas, voy para allá. —Ricardo, termino la llamada. 
Carlos, miro la pantalla de su celular. Hizo un gesto con sus hombros y lo volvió a guardar. 
Recordó que muchas de las muertes, habían ocurrido cerca de las 3 am. Y pensó que podría esperar en algún lugar y esperar que el asesino volviera aparecer. Al principio le pareció una excelente idea, pero sabía que, en su estado de ebriedad, no iba a tener chances de defenderse. 
Una brisa helada soplo silbando sobre el pasto alto que adornaba las orillas de la calle, entre las ramas de los árboles, que parecían moverse de manera tan brusca que parecía que fueran a caer en cualquier momento, Carlos, hizo una pausa y se abrazó a sí mismo. La brisa hacía que se le helaran los vellos en la parte posterior de su cuello, miro a su alrededor algo nervioso, no podía quitarse la sensación de que estaba siendo observado. 
Sacudió su cabeza, regañándose por parecer un borracho paranoico. Siguió caminando, pasaba sus manos por sus brazos, intentando aliviar los escalofríos que tenía, miraba con atención a cada lugar las pocas casas que había, estaban en completo silencio. No se escuchaba ni el canto de los grillos, lo único que, Carlos, escuchaba era el sonido de sus propios pasos sobre el asfalto frio. 
La noche estaba extrañamente silenciosa, como si la misma oscuridad tuviera miedo, se detuvo cerca de una parada de autobús y tomo asiento. Saco su teléfono y marco a Ricardo. 
—¿Dónde estás? —dijo algo asustado al teléfono. 
—Me está costando un poco llegar, ¿qué pasa? —respondió Ricardo. 
—No quiero parecer paranoico, pero siento que alguien o algo me vigilia, me observa —explico Carlos al teléfono, casi a manera de susurro. 
—¿Qué estás diciendo? —devolvió Ricardo, con preocupación— Necesito que no te muevas, me harás más difícil el poder encontrarte. 
—Estoy en la parada de autobús, cerca del área de la hacienda Don Julián —indico Carlos. 
—Ya sé dónde es, estoy cerca, ya llego. —Ricardo, colgó nuevamente el teléfono, le preocupaba que Carlos, un hombre valiente, estuviera asustado o nervioso. Acelero su paso para tratar de llegar lo más rápido posible. 
Carlos, miraba la hora en su celular, mientras su pierna se movía rápidamente de arriba hacia abajo. En ese momento, deseaba tener su arma consigo, por lo menos se sentiría un poco más seguro, guardo su teléfono, y empuño sus manos, si alguien lo iba atacar se iba a defender, sin importar nada. 
El sonido del crujir de las copas de los árboles, puso a Carlos, en alerta máxima. Repentinamente el ambiente se volvió demasiado frio, podía ver su propio aliento escapar como una clara nube de vapor saliendo de su cuerpo. 
Repentinamente un extraño silbido, espeluznante y penetrante que resonaba en todo el lugar, hizo que se erizaran todos los vellos de su cuerpo, el silbido iba de una nota bastante baja hasta hacerse cada vez más agudo. Carlos, se puso de pie, busco en todas direcciones la procedencia de aquel extraño silbido. Que parecía helarle la sangre. El sonido de aquel silbido parecía sonar directamente en su mente y pareciera que fuera producido por la oscuridad misma. 
Se sacudió y volvió a tomar asiento. No paraba de pensar que el tiempo sin haber tomado, le había pasado factura o alguien pudo haber puesto algo en su cerveza, “vamos, Carlos no seas ridículo” se repetía así mismo. 
Una vez más, un nuevo silbido se hizo escuchar parecía estar algo más lejos, pero, aun así, podía sentir como si lo estuvieran susurrando en sus oídos. 
—¡Ok! Fue suficiente, ¡Sal! Sé que estas allí. Déjate de tonterías y enfréntame —grito Carlos al aire, levantándose y girando para mirar a su alrededor. Pero simplemente no había nada, ni nadie. 
Un crujido extraño, proveniente de unos altos de pasto, lo hizo mirar en esa dirección. 
Carlos, se sentía tan nervioso, que su respiración era muy rápida. Era como si su mente estuviera jugándole alguna especie de broma, y no podía evitarlo. 
Un silbido más agudo y lejano, volvió a sonar, y era como si el mismo viento soplara sobre su cuello, se dio vuelta rápidamente, podía sentir que alguien estaba detrás de él, pero no podía verlo, podía sentirse asechado, vigilado, cazado. 
—¿Quien está allí? ¡Sé que estas allí! da la cara ¡cobarde! —grito Carlos, pero una vez más se encontró hablándole al aire. Miraba en todas direcciones, no había nadie y Ricardo no aparecía. 
“Hijo, en este pueblo después de la media noche, no se recomienda andar en las calles y mucho menos solo. El silbón, está hambriento de sangre” 
Las palabras de una anciana que había entrevistado cuando llego al pueblo, llegaron a su cerebro como una especie de señal. Su trabajo era encontrar al asesino, no empezar a creer en cuentos de espantos y aparecidos. 
Un extraño nuevo silbido que parecía resonar como las notas musicales desde un do hasta otro do bastante agudo, era un sonido bastante tétrico como si anunciara la muerte, inundo el lugar, luego un nuevo sonido acompaño al primero, era como si alguien sonara algo dentro de una bolsa o saco, arrastrándolo por el suelo, el crujir de aquello, simplemente le ponía los pelos de punta. Carlos, tomo una respiración profunda, pestaño varias veces, el silbido regreso una vez más y las luces de los postes empezaron a tiritar de manera nerviosa. 
Entre luces y sombra, Carlos podía ver como una figura alta, casi tan alta como los mismos postes de alumbrado, completamente de negro, arrastraba algo a sus espaldas, mientras que el silbido se hacía cada vez más y más agudo. 
Carlos, salió a la calle, intentando enfrentar aquello que lo acechaba, pero, así como llegaba, desaparecía. Repentinamente y sin previo aviso, sintió un golpe que lo lanzo al suelo. Carlos cayó confundido, sin entender lo que estaba pasando. 
Se levantó tan rápido como pudo, para ser lanzado una vez al suelo con la misma fuerza, las luces parpadeaban rápidamente, sintió como unas manos huesudas, frías y húmedas, lo tomaban por sus brazos y lo lanzaban una vez más al suelo. El silbido no se detenía, llenando el lugar de un ambiente lúgubre, era como si solo maldad pura fuera lo que llenaba el ambiente. Carlos, gritaba por ayuda, pero nadie parecía escuchar. El miedo y pánico se apoderaron de él, cuando se dio cuenta de que al parecer no podía ver a su atacante. 
Empuño sus manos y empezó a lanzar golpes, mientras aquello que lo atacaba parecía intangible, era como si estuviera luchando contra el aire o contra la mismísima noche. 
Su piel fue rasgada por uñas muy filosas en múltiples lugares de su cuerpo, Carlos, podía sentir el ardor de su piel rasguñada, cada vez que intentaba ponerse nuevamente de pie era lanzado una vez más al suelo, lanzaba golpes en todas direcciones intentando defenderse, pero cada intento de levantarse o asestar un golpe a su adversario era inútil. Empezó arrastrarse lejos de aquello que lo atacaba. Aquello solo le costaba dar un solo paso para llegar a él, tenía las piernas extremadamente largas, fue entonces cuando el monstro revelo su cara, huesuda y carcomida, llena de agujeros que parecía ser carne descompuesta que parecía despegarse y unos ojos negros profundos que parecían no tener alma, solo oscuridad, Carlos, intento golpearlo una vez más, pero solo sintió como sus puños golpeaban algo muy suave, como una almohada de algodón o de plumas. 
Carlos, lanzo un grito ahogado que lleno la noche de dolor y miedo cerrando fuertemente sus ojos, el dolor que recorría su cuerpo era demasiado para soportar, sentía como aquello lo sostenía por sus brazos y no lo dejaba mover, mientras una boca con filosos dientes se posaba sobre su ombligo, podía sentir, como aquella cosa intentaba succionar algo dentro de él. 
El sonido de un perro ladrando, hizo que todo aquello parara repentinamente, Carlos, abrió los ojos y vio cómo su atacante se retiró de encima de él, retrocediendo, mientras los ladridos del perro se hacían un poco más fuertes, Carlos, vio la silueta de un hombre increíblemente alto y cadavérico dar pasos gigantes y perderse entre la hierba, mientras el silbido se hacía más intenso. 
—¿¡Estas bien!? —dijo Ricardo, llegando a socorrer a Carlos, quien se sostuvo de Ricardo con tanto miedo, que por poco lo tumba al suelo, también. 
—¿¡Q-q-que era eso!? ¿Q-q-que acaba de pasar? —tartamudeo Carlos, casi sin poder articular palabra alguna y su cuerpo ardiendo de dolor. 
Ricardo ayudo a Carlos ponerse de pie. Carlos, noto que el ladrido del perro, provenía del teléfono celular de Ricardo, que aún sostenía sin soltarlo. 
—¿Qué significa eso? —inquirió Carlos confundido. 
Ricardo, apago el sonido de su teléfono. 
—El ladrar de un perro, un látigo o rociarlo con picante es lo único que lo puede ahuyentar —explico, Ricardo. Tomando a Carlos por un brazo. 
—¿Me estás diciendo? —soltó Carlos, con una expresión de pánico en su rostro. 
—Sí, ese era el Silbón —soltó Ricardo. Luego Carlos perdió el conocimiento. 
 




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