—¿Ricardo, como fue que paso todo esto? —pregunto Estela, mientras limpiaba las heridas de Carlos, con sumo cuidado, ya que podía ver que aun estaban recientes y probablemente le dolería. Carlos, estaba recostado en su cama, inconsciente.
—Te lo explicare, pero primero necesito asegurarme de que Carlos, estará bien —respondió Ricardo preocupado.
Después de que, Carlos, perdiera el conocimiento, Ricardo, solo pudo llamar a su esposa para que lo ayudara, a trasladar a su compañero a su pequeña habitación.
Estela, llego tan rápido como había podido, el miedo y nerviosismo en la llamada de su esposo era evidente y muy rara vez lo había visto en la situación en la que lo encontró.
Angustia, nervios y miedo era evidente. Ella automáticamente también se preocupó al ver a Carlos, apenas consiente y quejándose, Ricardo, lo sostenía a duras penas en una pequeña parada de autobús. Ambos lo llevaron en el auto, pero en vez de dirigirse al hospital, Ricardo, había decidido llevarlo a su pequeña habitación, ya que, según él lo que tenía, Carlos, no lo iban a poder curar médicos ni doctores.
Una vez que llegaron, lo llevaron cuidadosamente a su habitación, en un momento Carlos, recobro levemente la conciencia, pero Ricardo, le había dicho que se calmara y que necesitaba descansar que ya estaba seguro. Estela, sabía que había ocurrido algo y su esposo, no le estaba diciendo toda la historia, pero se dispuso a limpiar las heridas en el pecho de Carlos, sin hacer muchas preguntas. Veía a Carlos, quejarse en los sueños como si estuviera teniendo pesadillas.
Luego de terminar de limpiar y asegurarse de que, Carlos, estaba en perfecto estado, ambos se retiraron de la habitación.
Ricardo, se dirigió a la pequeña cocina y se dispuso a preparar algo de café, Estela lo seguía, pensativa, en su mente intentaba darles explicación a los misteriosos rasguños de Carlos, solo esperaba que su esposo le explicara ¿Cómo? es que 2 excelentes detectives policiacos, habían terminado en esa situación.
—¿¡Amor!? — preguntó, Estela, recordándole a Ricardo que le debía una explicación por todo lo que estaba pasando.
Ricardo, hizo una leve pausa en lo que estaba haciendo, respiro lentamente y encendió la cafetera, cuando el aparato empezó a preparar el café, se giro para ver a su esposa.
—Fue el silbón —soltó sin más.
Estela, lo miro con sorpresa. El pequeño lugar se lleno de un silencio incómodo. Ambos se miraron por unos largos minutos.
—Ricardo, sabes que, como detective, no puedes andar diciendo que un espanto ataco a tu compañero —Estela, hablo con voz baja, casi susurrando.
—Ahora entiendes, porque no quise llevarlo al hospital, que iba a decir en el informe ¿que fue asaltado? —Ricardo hizo una pausa— ¡yo lo vi!
Estela, se levanto de la silla y se acercó a su esposo. Tomándolo suavemente por la cintura. Y mirándolo con dulzura.
—Amor, ese espectro va acabar con tu cordura y la de todos en la estación —Estela, podía percibir la preocupación de su esposo.
—Lo sé, es solo que no se cuanto tiempo tendremos que soportar —respondió Ricardo, preocupado.
—¿Como crees, que se sentirá Carlos cuando despierte? He escuchado que no es de creer en cuentos —preguntó Estela, con precaución.
—No lo sé, seguramente tendrá muchas preguntas. Nadie en la estación desde su llegada ha querido decirle, que esto siempre ha ocurrido aquí y en muchos otros lugares, y que no hay nada que podamos hacer —explico Ricardo.
—Lo sé, nadie creería que un alma en pena, vaga en busca de una venganza que nunca lograra consumir. —agrego Estela.
—Creo que al final de todo, nos quedamos sin opciones —respondió Ricardo, completamente desanimado.
Estela, lo miro dulcemente. Ambos chocaron sus frentes suavemente. En un reconfortante abrazo.
Al cabo de un par de minutos, Estela, soltó a Ricardo y se alejo un poco. Había algo que se moría por preguntar desde hacia demasiado tiempo, pero nunca había tenido realmente el valor de hacer la pregunta. Ricardo, siempre había sido un hombre amable, dulce y dedicado tanto a ella como con su hija de 5 años y sobre todo con su trabajo.
—¡Amor! ¿Sucede algo? —pregunto Ricardo, al notar la rara actitud que había tomado su esposa.
En la pequeña cocina, solo se podía escuchar el sonido de la cafetera gorgoteando el agua caliente, para el café.
Estela, se giro y miro a Ricardo, con una repentina mirada triste.
—Siempre has sido un excelente compañero, esposo y padre, pero tengo que preguntarte algo, que no me deja tranquila —Estela enfrento a Ricardo con una mirada cristalina, como si lagrimas estuvieran amenazando con aparecer en cualquier momento.
Ricardo, miro un poco confundido a su esposa, no entendía que había querido decir con sus palabras.
—Amor ¿Qué es lo que te ocurre? —pregunto Ricardo, ansioso por entender lo que estaba pasando por la cabeza, de su esposa.
—He visto, como te preocupas y te importa, Carlos —Estela, toma una leve respiración— cuando hablas de él, tus ojos se iluminan de manera, que va más allá de admiración. No quiero empezar a hacerme ideas erróneas, pero ¿hay algo de lo que me tenga que preocupar, Ricardo?
Las palabras de Estela, tomaron completamente desprevenido a Ricardo, miro completamente sorprendido a su esposa, nunca pensó que ella fuera capaz de hacerle ese tipo de pregunta y mucho menos en ese momento, aunque a decir verdad nunca hubiera estado realmente preparado para la bomba que acaba de ser lanzada en su cara.
—¿Dirás algo? —inquirió Estela, sus manos sudaban y su corazón palpitaba rápido, podría anticipar que de alguna manera la respuesta que recibiría no iba hacer que las cosas fueran mejor.
Ricardo, tomo una respiración, evitando hacer contacto directo con la mirada fija de Estela, que lo perseguía en espera de una respuesta que no sabía cómo dar.
El sonido de la cafetera avisando que el café estaba listo interrumpió el incomodo momento. Ricardo se giró, apoyando sus manos sobre el mesón de la cocina, maldiciéndose mentalmente por lo que estaría a punto de hacer. Tomo un par de tazas de la repisa y sirvió en ambas café, luego se dirigió a la mesa, haciendo algo de ruido golpeando la mesa cuando coloco las tazas.
Estela, entendió instintivamente la invitación de Ricardo, para tomar asiento nuevamente en la mesa.
Ambos tomaron asiento en lugares opuestos, quedando uno frente al otro, solo separados por la distancia de la mesa cuadrada.
—No sé por dónde empezar, Estela —comenzó Ricardo, tomando un sorbo de su café— yo nunca quise que pasara nada, las cosas sucedieron sin poder hacer mucho al respecto. Pero te aseguro que siempre te he respetado y no te he engañado.
Estela, se estremeció al escuchar las palabras de Ricardo. Por un momento sintió unas enormes ganas de llorar, pero sabia que no era mucho lo que podía solucionar con solo lágrimas.
—Ricardo, cuando tu y yo empezamos esta vida, nunca me importo que te gustaran los hombres o las mujeres. Yo tome el riesgo cuando te acepte, pero esto me duele. Me estas diciendo que estas enamorado de tu compañero.
—No estoy enamorado de Carlos, o eso creo —repuso Ricardo rápidamente— no se realmente lo que me pasa cuando estoy con él. pero ¡por favor! Tienes que creerme cuando te digo que no ha pasado nada, entre nosotros —las ultimas palabras de Ricardo, prácticamente le dolieron escupirlas, pues no era capaz de admitir en voz alta que cada beso que había compartido con su compañero, los había disfrutado tanto como si fuera la primera que fuera besado.
Estela, masajeo su frente con su mano, mirando en silencio como el vapor de la taza de café se elevaba. Se sentía traicionada y al mismo tiempo sentía vergüenza, como se había atrevido a empezar una vida con un hombre al que le gustaban también los hombres. Pero sabía que ya era algo tarde para arrepentirse por ello.
Las manos de Ricardo, colocándose suavemente en su mano que descansaba a un lado de la taza de café, la sacó de sus pensamientos.
—Sé que no tengo excusas para justificar lo que esta pasando, ni yo mismo entiendo como es que todo llego a este punto, pero he pasado todo este tiempo intentando manejar esto de la mejor forma, pero créeme cuando te digo que no ha pasado nada de lo que tengas que preocuparte, yo siempre te he respetado —explico Ricardo.
—Es difícil, Ricardo. Nunca pensé realmente que fuéramos a llegar a esta situación. Y no puedo culparte por ello y eso es lo que más me pesa —Estela suspiro. Tomo la taza de café y tomo un sorbo. Quizás así la vergüenza sería un poco menor.
—Sí, lo sé. Es difícil, pero te aseguro que no pasara nada. Tu eres mi amiga, mi mujer y la madre de mi hija. Si nunca te he sido infiel en 7 años, no pienso hacerlo ahora. Pero si te quiero pedir perdón por haberte puesto en esta situación. Pero, no me pareció justo mentirte en tu cara, siendo que todo estaba tan claro para ti —Ricardo, se sentía realmente mal, nunca había sido su intención lastimar a Estela, pero él no podía controlar el curso de las cosas y para bien o para mal, disfrutaba de la compañía de Carlos.
—Y… ¿qué harás después de esto? —Estela, miro fijamente a Ricardo, sabia que las cosas no serian tan sencillas como parecían, pero iba a intentar sobre llevar el hecho de que su esposo parecía sentirse atraído por su compañero, pero tampoco podía negar el atractivo de Carlos, su toque citadino le daban un aire exótico. Sonrió mentalmente al darse cuenta que era ella la que se encontraba justificando a su esposo.
—No lo sé realmente, me preocupa como vaya a reaccionar Carlos, cuando despierte, no se como tome todo al enterarse de la verdad.
—Sobrevivió al ataque del espanto más aterrador de todos, ¿cómo fue que paso todo esto? —inquirió Estela, intentando desviar sus pensamientos de todo lo que acaba de hablar con Ricardo.
Ricardo, le explico a Estela como era que todo había ocurrido y como es que Carlos había parado a un lugar solo y como casi muere en manos del Silbón. Ricardo, obvio la parte del beso en baño del bar, justificando la actitud de Carlos, con un altercado con alguien en el baño, tampoco dijo que en realidad se había sentido celoso de Carlos y Alexa, juntos. Supuso que en esos momentos mientras menos supiera, Estela, acerca de cómo él y Carlos sobrellevaban su atracción mutua.
—¿Como es que tienes una grabación de perros ladrando en tu celular? ¿En realidad funciona? —Estela, era bastante incrédula que una simple grabación hubiera detenido el ataque del Silbón.
—Tampoco supe si iba a funcionar, creo que fue cuestión de suerte, y gracias a dios que funciono, porque no se como hubiera sido todo sí, Carlos, hubiera sido asesinado por ese mounstro —Ricardo, no había contemplado realmente la idea de lo complicado que hubiera sido, de haber pasado de otra manera.
—El siente lo mismo por ti ¿no es así?
La pregunta de Estela, fue como un valde de agua fría para Ricardo, creía que el tema había pasado a segundo plano, pero estaba claro que Estela, aun no podía superar el hecho de que él admitiera que se sentía atraído hacia Carlos.
—No lo sé, Carlos, no es muy abierto que digamos —se obligo a mentir, nuevamente. Pero era necesario, no podía también decir que su compañero, pasaba gran parte del tiempo insinuándose.
—Ricardo, no sé, realmente esto es demasiado para asimilar, sé que te dije que yo te aceptaba sin importar quien o que fueras, pero ahora tenemos una hija, y tenemos que velar por ella. Tu amigo y compañero, ha sido el único sobreviviente de un ataque del Silbón en mucho tiempo incluso en décadas. —Estela, no podía dejar de pensar en todo, en Ricardo, su hija, Carlos y el Silbón, todo era demasiado.
—Sé que esta situación no es fácil, solo te pido que confíes en mí, déjame resolver todo esto. Primero debemos enfocarnos en ayudar a Carlos a salir de esta situación antes de pensar como solucionaremos lo demás. ¿Sí? —Ricardo sabia que necesitaban hablar mejor las cosas y encontrar la forma de recomponer las cosas antes de que todo llegara a un punto de no retorno, pero no podía dejar a Carlos enfrentar todo solo.
—Esta bien, tampoco es muy humano dejarlo solo en esta situación —de pronto el celular de Estela sonó interrumpiéndola de forma abrupta.
Estela, contesto la llamada y al cabo de unos segundos colgó.
—Era Cristina para avisarme que Alison se despertó y esta algo inquieta —explico, levantándose de la mesa— me voy a la casa, ¿imagino que te quedaras?
—Si, me quedare hasta que despierte y me asegure que está bien —respondió Ricardo, con un poco de vergüenza no se veía bien que se quedara solo con Carlos, justo cuando había contado a su esposa la verdad.
—¡Está bien! si despierta con dolor, dale 2 analgésicos y cuida de que no se mueva mucho por sus heridas —indico Estela, sabia que iba a dejar a su esposo solo con un hombre por el cual sentía algo, pero Carlos, estaba herido y en su condición era evidente que no podría pasar mucho.
Se acerco a Ricardo, quien estaba aun sentado. Se inclino y le dio un leve beso en la frente.
—Prométeme que no pasara nada —la voz de Estela, sonó suave.
—Lo prometo amor —respondió Ricardo, con una leve sonrisa.
Estela, salió de la cocina sin esperar que Ricardo, se levantara. Sabia que por mucho que ambos intentaran hacer que no pasaba nada, ocurría mas de lo que ambos se atrevían a admitir, quizás después de tantos años no se querían perder uno al otro, o simplemente se habían acostumbrados a estar juntos. El sexo nunca había sido un problema, la comunicación era excelente y los problemas eran mínimos entre ellos, pero hasta ella sabia que ya las cosas no eran como solían ser, todo se había vuelto rutinario y vacío, el cariño y el amor estaba allí, pero la pasión y el fuego no.
Ricardo, jugaba con su taza de café, haciéndola girar lentamente, mientras analizaba las cosas, en realidad se había atrevido a decirle a Estela, lo que sentía hacía, Carlos, no podía creer que, Estela, sola, había dado con todos los puntos, era muy inteligente, ella sabia leer a las personas, podía escudriñar en cada lugar de una manera muy singular.
Así mismo fue como ella misma llego a la conclusión de que el era un hombre bisexual, justo un año después de haberse vueltos novios, aunque antes de estar con Estela, él había tenido una que otra relación clandestina con hombres, nunca fue su intención decírselo a ella o nadie, hasta que se lo pregunto.
En ese momento ambos tenían poco mas de un año de relación, y no le quedo de otra mas que ser sincero por primera vez en su vida con alguien acerca de su sexualidad, para su consuelo y alegría, ella lo tomo de muy buena manera, ambos estaban realmente enamorados en esa época, cuando la conoció ella llevaba su uniforme de enfermera y el llevaba a un hombre mal herido al hospital. Fue una conexión casi instantánea y desde ese momento no pudieron estar uno lejos del otro, así pasaron 7 años de relación. Pero desde la llegado de Carlos, los sentimientos de Ricardo, se habían empezado a sentirse comprometidos y divididos entre su esposa y su compañero. Las cosas realmente, cambiaban más rápido de lo que parecía.
Termino su taza de café, y se dirigió al cuarto donde descansaba, Carlos, se apoyo en el marco de puerta, mirando con preocupación como su compañero, estaba empapado de sudor y se quejaba en un sueño, probablemente una pesadilla, su encuentro con el espectro era algo que no sabia realmente que secuelas dejaría.
Se acerco y tomo un recipiente con agua y alcohol, que estaba sobre la mesa de noche, y mojo un paño, lo escurrió y lo coloco sobre la frente de Carlos, estaba ardiendo en fiebre y Ricardo, se estaba empezando realmente a preocupar, aun podía recordar esa figura oscura como una sombra, alta y esquelita echada sobre Carlos, todo parecía sacado de una película de terror, pero tanto el como todos en el pueblo sabían que todo era real.
Ricardo, veía el pecho de Carlos, subir y bajar rápidamente y las heridas como rasguños que manchaban su piel, nunca había visto a su compañero sin camisa y a pesar de lo mal herido que estaba, podía distinguir que, Carlos poseía un increíble cuerpo.
Contra todos sus pensamientos, tomo asiento suavemente a un lado de la cama, y empezó a recorrer el cuerpo de Carlos, lentamente por su pecho recorriendo cada línea de su pecho y abdominales evitando despertarlo, sus dedos apenas rozaban la piel de Carlos, podía sentir el calor emanando del cuerpo de su compañero, había pasado tanto tiempo negándose así mismo lo que sentía por su compañero, pero en ese momento, nada más parecía importar.
—¡Auch!
El sonido de la voz de Carlos, saco a Ricardo, de su letargo.
—Lo siento, ¿te moleste? —dijo Ricardo, con algo de vergüenza al ser descubierto en su pequeño juego.
—Duele, pero me gusta —la voz de Carlos, estaba algo apagada, pero Ricardo, pudo detectar la picardía disimulada en las palabras.
—Tú no tienes remedio —devolvió Ricardo en medio de una sonrisa— ¿cómo te sientes?
—Algo cansado, adolorido y sobre todo confundido —Carlos hizo un gesto de dolor al intentar incorporarse en la cama.
—No te muevas, lo que sufriste fue algo delicado —advirtió Ricardo.
—¿Qué fue lo que paso allá afuera? Ricardo —inquirió Carlos, su voz se había vuelto repentinamente firme.
Ricardo, miro a Carlos, la mirada de su compañero le decía que estaba esperando una explicación y él le tendría que una y tenia que ser la verdadera.
—Eso era el Silbón —respondió Ricardo.
Carlos, miro en silencio en a Ricardo, analizando las palabras de su compañero.
—¿Esa cosa es la causante de las muertes? —devolvió al cabo de unos segundos.
—Sí, esa cosa siempre ha estado presente en este pueblo y nunca nadie ha podido detener su sed de sangre —explico Ricardo.
—¿Comó es que algo así puede existir? No es natural —Carlos, empezó a cuestionar las cosas que creía saber.
—En el mundo hay cosas que no conocemos o entendemos, Carlos y el Silbón es solo una de ellas —respondió Ricardo.
Carlos, una vez mas se movió en la cama, tomando una posición mas cómoda para poder hablar, pero en unos de sus movimientos, se lastimo una herida cerca de su costado. Haciendo un claro gesto de dolor.
—¿Estas bien? ¿Necesitas ayuda? —se apresuro Ricardo a decir al ver la clara expresión de dolor de Carlos.
—No, no estoy bien. No estoy invalido tampoco, no tienes porque alarmarte —respondió Carlos— solo quiero que me expliques que demonios esta pasando en este pueblo. —demando.
Ricardo, miro un segundo a Carlos antes de tomar una respiración profunda y exhalar.
—La leyenda dice que el Silbón, es el alma en pena de un hijo que mato a su propio padre en un arranque de rabia y que fue castigado hasta la muerte por su abuelo y maldecido por su propia madre a vagar en la tierra sin poder encontrar descanso. El silbón, suele atacar a hombres borrachos desprevenidos en medio de la noche para beber en alcohol en sus cuerpos o lo peor es que puede atacar, arrancarte las entrañas y comérselas. También se dice que ataca a mujeres embarazadas para poder comerse las almas de los niños no nacidos. Es un monstruo digno del mismísimo infierno. —termino Ricardo.
—Y todos en este lugar saben de ese demonio y aun así me dejaron obsesionarme con el caso y las muertes —espeto Carlos.
—Carlos, eso ha sucedido desde hace muchos años, cualquier persona de este y otro pueblos te dirán lo mismo. Además, cómo detienes algo que no fue creado por el hombre. —respondió Ricardo— solo dejamos que hicieras tu trabajo.
—Sí, Ricardo, pero como se supone que atrapé a un asesino que ni siquiera es humano, yo pude sentir a esa cosa. Era maldad, pura maldad —escupió Carlos, se sentía realmente estúpido y engañado.
—Por favor, Carlos no te molestes. Así hemos solucionado las cosas durante mucho tiempo, incluso los que estuvieron antes que nosotros. —intento explicar Ricardo, sabia que Carlos se molestaría al enterarse de todo, cualquiera lo hubiera hecho.
—Como no quieres que lo este, cuando prácticamente estoy aquí perdiendo mi tiempo. Ustedes sabían que todo era una perdida de tiempo. Yo nunca fui de creer en este tipo de historias y mira en donde me encuentro. —espeto Carlos, haciendo una muesca de dolor.
—Tienes razón y te pido disculpas, pero que más podríamos hacer. No podíamos decirte que un ser sobrenatural es el responsable de los asesinatos. Ese ser ha existido desde antes de que tú y yo naciéramos y seguramente seguirá aquí cuando nosotros ya no estemos. —agrego Ricardo.
Carlos, guardo silencio por un momento. No podía creer que, de un momento a otro, estaría hablando de muertos, fantasmas y aparecidos y no solo eso, sino que lo creía, no podía negar lo que había vivido, aunque quisiera pensar que hubiera sido solo un mal sueño, sus heridas estaban allí para recordarle que no era.
—No sé qué hacer realmente, creo que mi tiempo aquí ha terminado, Ricardo. —agrego Carlos.
—¿Qué estás diciendo? —devolvió Ricardo, sorprendido.
—Yo vine aquí a resolver unos asesinatos, pero no importa cuánto me esfuerce, no habrá ningún cierre, lo sé. Los asesinatos siempre se repiten en el mes de mayo cada 1 o 2 años. Lo leí en los viejos informes. Esa cosa sea lo que sea, no puede ser detenida por ninguna fuerza creada por el hombre y creo que ya he tenido suficiente de todo esto. —explico Carlos, con voz calma.
—Lo sé, en los 8 años que llevo en la comisaria, solo nos queda esperar que las personas no salgan a alta horas de la noche durante este mes y si lo hacen que no lo hagan solas, o solo esperar lo mejor, no es nada esperanzador. Pero los más viejos del pueblo suelen rezar mucho en estas épocas, para evitar más muertes de las necesarias. —respondió Ricardo. Reflexionando acerca de su propia historia en el pueblo.
—Nunca he sido alguien de fe, creo que alguien como yo no puede darse el lujo de creer en eso de cielo y el infierno, respeto aquellos que tienen la capacidad de creer en algo mas grande que ellos, pero tu sabes que en este oficio el tener fe no ayuda de nada, las personas son los peores demonios —Carlos, tenia que analizar muchas cosas, se sentía decepcionando porque por primera vez, sus habilidades no servirían de mucho y si la fe era lo que estaban esperando que aportara se habían equivocado de hombre.
—Entonces es un hecho ¿te iras? —pregunto Ricardo, cautelosamente.
—¿Quieres que me quede? —devolvió Carlos, inmediatamente.
Ricardo, contuvo una sonrisa, era demasiado para el ver como Carlos, pasaba de estar completamente concentrado a tornar todo a algo con doble sentido.
—Se que lo que estas pensando y aunque quisiera, no puedo, mi presencia aquí no aportara nada que ya tu no hagas, eres muy en tu trabajo, y no puedo meterme en medio de tu matrimonio, tu tienes tu vida y yo tengo que respetar eso. Siempre he sido un lobo solitario —agrego Carlos, son calidez.
—Lo sé y aunque quisiera que fuera de otra manera, las cosas son como tienen que ser. Igual eres una increíble persona. Y nunca te voy a olvidar —respondió Ricardo, con algo de melancolía en su voz.
—¿Por qué hablas como si no me fueras a ver nunca más? para que existen los teléfonos —inquirió Carlos, en medio de una sonrisa— solo basta con marcar mi número. Pero eso lo hablaremos después, ya no tengo energías, quiero descansar esa cosa como que se llevó todas mis energías.
Carlos, se acomodo nuevamente en la cama, para volver a dormir. Gruñendo en medio de sus movimientos por el dolor que le causaba.
Ricardo, lo veía dulcemente, en ese instante entendió porque había caído ante los encantos de su compañero no solo era muy atractivo, sino que era alguien convicciones reales y con valores como pocas personas que él hubiera conocido.
—No te quedes allí viéndome como un tonto, ven recuéstate junto a mí, por lo menos hazme compañía, ya que no tendremos la oportunidad de hacer el amor —soltó Carlos.
Ricardo, sonrió.
Y se metió en la cama junto a Carlos, por un momento pensó en abrazarlo, pero eso sería una tarea imposible sin lastimarlo, solo se limite a estar lo mas cerca del cuerpo semi desnudo de Carlos.
Ambos se giraron para verse mutuamente en a los ojos.
—Gracias por salvarme —dijo Carlos, suevamente.
—Las veces que fueran necesarias —devolvió Ricardo, respondiendo con la misma suavidad con la que había hablado Carlos.
Carlos se acerco un poco y le planto un beso en los labios en a Ricardo, quien sonrió y sus ojos se cubrieron de una capa cristalina. Las lagrimas estaban amenazando con salir. No podía creer que el momento de que Carlos, se fuera hubiera llegado.
—Estela, tiene mucha suerte de tenerte con ella —agrego Carlos, y cerró los ojos.