El Silbón: Una Historia Para No Dormir

Un Nuevo Comienzo

Las 2 semanas siguientes fueron de recuperación para Carlos, después de su ataque no se volvieron a reportar nuevas victimas o ataques, tanto él como Ricardo, acordaron no revelar las circunstancias en las que había ocurrido su ataque y con ayuda de Estela, pudieron justificar sus heridas como producidas por un animal, fue un poco vergonzoso para Carlos, pero era eso a explicar como había ocurrido todo, cosa que no parecía nada factible. 
Cuando se presento en la comisaria, anunciando que regresaría a la ciudad y abandonaría el caso sobre los misteriosos asesinatos, para su sorpresa todos se negaron rotundamente a perderlo como un miembro de su equipo, sobre todo Alexa, quien se había encargado de ayudarlo en su recuperación, Carlos, no podía negar que su compañera era muy persona y que sus intensiones con el eran algo más que solo una amistad. 
No tomo muy bien la decisión de Carlos de irse, sin dar mayores explicaciones que no estaba bien de salud y que necesitaba algo de tiempo alejado de tanto drama para volver acomodar sus ideas. Ricardo, había suplicado a Carlos, que no tomara represalia contra nadie en la comisaria por haberle ocultado durante tanto tiempo la verdad de lo que ocurría en el pueblo, Carlos había aceptado a regañadientes en parte por el hecho de que se seguía sintiendo como un novato al que solo se le habían ocultado deliberadamente las cosas, solo por no creerlo capaz de asimilar lo que realmente ocurría. 
Carlos, sabia que en parte no los podía culpar, quien en su sano juicio creería que una aparición del mas allá, fuera la culpable de asesinar y mutilar a tantas personas, tenia muchas preguntas sobre como todo había llegado a ese punto, pero en su cabeza sabía que después de lo que el mismo había vivido no habría explicación racional que justificara todo. Esa era la razón por la cual se le hizo tan fácil tomar la decisión de irse, una persona con su forma de pensar y ver las cosas, no tendría cabida en ese lugar, ninguno cuestionada nada de lo que ocurriera allí, ni si quiera la propia existencia del silbón. 
—¿Todo listo? —la voz de Ricardo, saco a Carlos de sus pensamientos. 
Se encontraba apoyado en su escritorio, mirando el día por la ventana de su oficina en la comisaria. 
—Sí —respondido Carlos, girando para ver a su compañero— Solo echaba una última mirada. 
—No sabía que te pondrías nostálgico —devolvió Ricardo, en tono de broma. 
Carlos, soltó un bufido y le dio una leve sonrisa a Ricardo. 
—Solo que me hubiera gustado que todo esto, hubiera acabado de otra manera —agrego. 
—Pero puedes quedarte aun, nadie quiere que te vayas en especial Alexa. —devolvió Ricardo. 
Carlos, soltó una risa. Y volvió a girar para seguir observando la mañana que pronto daría paso al medio día. 
—¿Podría? —inquirió Carlos, hablando mientras su mirada divagaba entre el paisaje del pueblo al que en ese punto ya se había habituado— creo que sí, podría. Pero solo seria dejar un pequeño rasguño se convierta en una herida más grave. 
Ricardo, comprendió lo que Carlos, había querido decir con sus palabras. 
—Carlos… —quiso explicar. 
—No tienes que intentar explicar nada. —lo detuvo, intervino Carlos— tienes tu vida aquí, yo solo soy un forastero, y no puedo pretender jugar con Alexa a la pareja feliz, cuando siempre querré estar contigo en vez de ella, además Estela, se ha portado muy bien, incluso después de enterarse de todo. No podría seguir con esto, el peso sería demasiado para mí. —concluyo con un tono un poco amargo. 
Ricardo, asintió. 
—Tienes todo el derecho de sentirte como te sientes —agrego. 
—Además, no he parado de tener pesadillas con ese maldito —agrego Carlos. Giro para ver una vez a Ricardo. 
—¿Quien?... El silbón —murmuro Ricardo. 
Carlos, asintió con la cabeza. 
—No puedo quitarme la sensación de que sigue allá afuera esperando por mí, cazándome una vez mas —Carlos, tomo una respiración profunda y dejo salir el aire de sus pulmones. 
—Se que tienes secuelas de ese suceso, pero no sé como ayudarte ya en este punto —Ricardo, sentía algo de pena. 
—Creo que lo mejor es irme, aunque no lo quiera, necesito tomarme un descanso obligatorio —agrego Carlos. 
—¿A que hora sale el autobús? —pregunto Ricardo. 
—A la 1 de la tarde —respondió Carlos— creo que para mañana ya estaría en casa. 
—Te extrañare —soltó Ricardo, con un tono triste. 
Carlos, se acerco a Ricardo y le dio un fuerte abrazo. Lo tomo de los brazos y lo miro fijamente. 
—Yo también te voy a extrañar y no sabes cuánto. —agrego con algo de tristeza. 
Los ojos verdes de Ricardo, se llenaron de lágrimas. Sabia que no solo estaba perdiendo a un amigo si no a una excelente persona y ser humano. Internamente se culpaba por todo lo que había tenido que pasar Carlos, si el hubiera sido sincero con el desde el principio sabia que mucho de ello se pudo haber evitado. 
—No llores, tienes a tu familia, a tus amigos y compañeros —dijo Carlos, limpiando las lagrimas de Ricardo con yemas de sus pulgares— estas mucho mejor parado que yo. 
—Como le haces para que nada pareciera perturbarte —repuso Ricardo, en medio una sonrisa. 
—Ese es mi secreto —contesto Carlos, con orgullo. 
Ricardo, intento apartarse del agarre de Carlos. Pero fue detenido por su la fuerza de su compañero. Quien lo acerco más, y le dio un pequeño beso que en un principio pareció inocente, pero que pronto se convirtió en un beso lleno de pasión y deseo. En un principio Ricardo, intento resistirse, pero su cuerpo parecía rendirse ante las ordenes de Carlos. 
Al cabo de unos segundos, Carlos dejo ir a Ricardo, ambos con la respiración agitada. 
—Y sí alguien nos hubiera encontrado, eres ¡loco! —replico Ricardo. 
—Eso es lo que lo hace más emocionante —devolvió Carlos, con una sonrisa dibujada en sus labios. 
—¡No puedo contigo! —exclamo Ricardo, sonriendo ante el hecho de que Carlos, siempre sabia como descomponerlo. 
La expresión de felicidad de Carlos, fue sustituida rápidamente por una calma que solo indicaba que estaba pensando en algo. Miro su reloj de muñeca. Faltaba poco para las 12 del medio día. 
Ricardo, pudo leer las facciones en el rostro de su compañero. 
—¿Quieres que te acompañe al terminal? —pregunto Ricardo, con preocupación. 
—No, no en realidad, no quiero que esto se vuelva más difícil de lo que ya lo es —contesto Carlos, con un tono amargo. 
En realidad, se había estado aguantando las ganas de llorar, y no quería que lo ultimo que viera al irse de aquel lugar, fuera el rostro de Ricardo, despidiéndose. Eso sería ya sería mucho. 
Termino de guardar algunos documentos y papeles sobre la investigación en una carpeta y la guardo en una mochila que llevaba consigo. Esa mañana había ido para hacer oficial su ida y despedirse de todos, solo que nunca pensó que despedirse de Ricardo, se le fuera hacer tan difícil. 
Se coloco la mochila y se acercó, y le dio un abrazo fuerte a Ricardo. Quien le respondió con la misma intensidad. 
—Fue placer haber compartido tanto contigo —dijo Carlos, soltando el abrazo— por favor no me sigas, déjame que haga esto a mi manera. 
—El placer fue mío —se obligo a responder Ricardo, su voz casi al borde de quebrarse. 
Carlos, le dio una mirada de soslayo a Ricardo, antes de dar media vuelta y salir de la oficina sin ver para atrás o detenerse en ningún lugar en específico. 
Mientras caminaba por la comisaria, podía escuchar las voces de todos sus compañeros despidiéndose, solo pedía no encontrarse con Alexa, y por suerte así fue. Camino rápidamente hasta salir. 
El sol lo golpeo caliente y ardiente como era de costumbre a esa hora en particular. Solo tenia que ir por su maleta y dirigirse al terminal. Le daba vueltas y otra vez a todo lo que había pasado, ya para él era un hecho que el silbón, no era un invento de las personas y se sentía realmente mal, por todas las veces que se había burlado de cada persona que le había dicho eso, ahora el era uno de ellos. 
Camino lentamente por las calles, viendo cada lugar como la primera que había llegado. Ya se había acostumbrado a estar de un lugar a otro, vivir en cada lugar, pero esa vez era diferente realmente se le hacía difícil despedirse de aquel lugar, no solo del lugar y sus personas tan amables y cordiales, sino de su compañero. 
Llego a su habitación, tomo su maleta y le dio una última mirada cerciorándose se no dejar nada importante y salió rumbo al terminal. 
Cuando llegue al terminal un faltaban algo mas de medio hora para que el autobús que lo llevaría de regreso a su cuidad saliera. 
Tomo asiento en una banca de espera, mientras todos a su alrededor parecían ignorar por completo su presencia allí. Observaba a las personas saliendo y llegando, también vendedores ambulantes ofreciendo chucherías, pensó que seria un viaje de más de 8 horas así que seria mejor si comprara algo para comer durante el camino. 
—¡Oye! Niño —grito a un jovencito que llevaba una pequeña bandeja con chocolates y otros dulces. No parecía tener mas de 13 años de edad. 
El jovencito, llevaba un pequeño short producto de haber cortado un pantalón viejo algo sucio, una camisa roja también sucia al igual que sus zapatos cuales estaban bastante maltratados. 
—¡Si! señor diga —contesto el joven amablemente con una enorme sonrisa. Acercándose hacia Carlos. 
—Dame 3 chocolates grandes —dijo Carlos, respondiéndole la misma sonrisa al jovencito. 
—Si señor, como no. Aquí tiene —contesto el chico. Ofreciéndole los 3 paquetes de chocolate a Carlos. 
Carlos saco su billetera y le pago al chico. Quien al tomar el dinero lo beso y se hizo la señal de la cruz con dinero. 
—¿Por qué haces eso? —le pregunto Carlos, sorprendido por la reciente acción del joven. 
—Es que es mi primera venta del día señor, y tengo que dar las gracias por ello, para que me vaya bien el resto del día señor —contesto el joven cálidamente. 
Carlos lo miro con una mirada compasiva durante un par de segundos. 
—¿Tienes familia? —pregunto Carlos. 
—¡Sí! Señor —asintió el joven— pero mi mamá esta enferma y tengo que ayudar con la comida, por eso salgo a vender. 
—¿Pero no tienes que estar en la escuela o liceo? —replico Carlos. 
—No señor, yo deje de estudiar para poder ayudar mi mama y mi hermanito —explico el joven. 
Carlos, sonrió amablemente. 
—Dame otro chocolate —pidió Carlos. 
El joven le ofreció otro paquete de chocolate a Carlos. 
Carlos, le ofreció a joven el dinero al joven. 
—Señor esta pagando de más —repuso el joven. 
—Sí lo sé —respondió Carlos, con una sonrisa— tómalo como una ayuda, y espero que tu mamá se recupere pronto. 
El niño tomo el dinero y lo guardo. 
—Gracias Señor, es muy amable. Tome —respondió el jovencito ofreciendo a Carlos, un bombón de chocolate. 
Carlos, sonrió y tomo el presente del joven. 
—Cuídate mucho, niño —agrego Carlos. 
—Sí, señor gracias —contesto el niño antes de alejarse con una enorme sonrisa en sus labios. 
Carlos, se quedo observando al niño perderse entre las personas. Le parecía muy injusto que un niño tuviera que perder parte de su infancia de esa manera. 
—Eso fue algo muy noble —la voz de Ricardo, interrumpió los pensamientos de Carlos. 
—Sabia que vendrías, no sé porque, pero lo sabía —contesto Carlos, girando su cabeza para ver a su compañero sentado a su lado. 
—No podía dejarte que te fueras, sin que diera esto —contesto Ricardo, ofreciéndole una pequeña bolsa de regalo. 
Carlos miro, suspicaz la bolsa, pero la tomó. 
La abrió y dentro de ella había un rosario con cuentas de madera que terminada en una cruz de plata. 
Carlos, lo tomó en entre sus manos y sostuvo la cruz en la palma de su mano, observándola y analizándola. 
—Es muy bonito gracias —dijo Carlos, suavemente. 
—Espero te proteja de cuando yo no pueda —agrego Ricardo, dulcemente. —según mantiene alejado a los malos espíritus. 
Carlos, tomo el rosario y se lo coloco dejando que colgara libremente en su cuello. 
—¿Quieres un chocolate? —preguntó Carlos, ofreciéndole a Ricardo, el bombón de chocolate que le había regalado el niño. 
—No le preguntas a un sediento si tiene sed —devolvió Ricardo con una sonrisa. 
Carlos, retiro el envoltorio del bombón y le dio un mordisco partiéndolo por la mitad y ofreciéndole la otra mitad a Ricardo. 
Ricardo, lo tomo ansioso y la introdujo en boca. 
—¿Y que harás una vez que llegues? —pregunto Ricardo, masticando el trozo de chocolate que aún tenía en la boca. 
—Aun no estoy seguro, pero lo que sí quiero es tomarme un respiro —contesto Carlos. 
Ambos, guardaron silencio. Carlos hubiera querido decirle que seguramente llegaría a su solitario departamento y no hablaría con nadie que cuando la noche llegara y la soledad de su cama lo llamara, solo lloraría en medio de la oscuridad para ni el mismo poder verse. 
El sonido de la bocina del autobús avisando el abordaje, sacudió a Carlos. Quien se levantó rápidamente de la banca tomando la maleta. 
Ricardo, lo miro con una mirada que reflejaba tristeza y felicidad al mismo tiempo. Estaba feliz por haber conocido a Carlos, pero a su vez estaba triste por tener que verlo partir de esa manera tan abrupta. Pero si eso era lo que él creía que era lo mejor para su bienestar, no podía oponerse a ello. 
—Bueno compañero, creo que llego en momento —dijo Carlos. 
Ricardo, se levantó y le ofreció una mano a Carlos, quien miro la acción con una mirada de confusión. En vez de responder el gesto de Ricardo, se abalanzo y le dio un enorme abrazo. 
Se soltó drásticamente y se dio media vuelta, sin cruzar miradas con Ricardo, quien había quedado completamente inmóvil. 
Carlos, cerro fuertemente los ojos, evitando que las lagrimas salieran de sus ojos dejando en evidencia que no era tan duro como parecía y que en realidad le dolía más de lo que era capaz de admitir para si mismo, tener que alejarse de Ricardo. 
Coloco su maleta en el porta equipaje del autobús y subió tomando asiento justo a un lado de la ventana. En ningún momento fue capaz de buscar una vez a Ricardo. 
Al terminar el abordaje, el autobús arranco anunciando su ida de aquel lugar que había dejado huellas que seguramente el tiempo nunca borraría. 
Ricardo, solo se quedó allí parado viendo como Carlos, se marchaba. Sabia que le iba a costar mucho superar a su compañero. Aunque nunca hubieran tenido ningún contacto sexual, su conexión iba más allá de una simple atracción. 
—Adiós —dijo en palabras tan bajas que solo él pudo escuchar, al ver el autobús donde iba Carlos, se alejaba. 
Carlos, al cabo de unos minutos se recostó en su lugar mirando por el cristal de la ventana del autobús, mientras veía como se alejaba del pueblo. Miraba como todo se movía a la velocidad del autobús. Se negaba a llorar o recordar, no necesitaba eso para el viaje, pensó que tenía que haber comprado más chocolates para el vieja, ya que si seguía así necesitaría más para comer. 
Se detuvo un segundo al mirar el letrero de bienvenida al pueblo. 
Bienvenidos a Guanare. 
(…) 
Carlos, miraba por la ventana de su apartamento la noche fría y abajo la ciudad y el bullicio, los autos, las personas, las luces de los edificios, le decía claramente que ya no estaba en aquel pequeño pueblo. 
No había recibido ninguna llamada de Ricardo, y el tampoco se había animado a hacerlo. 
Se volvió a meter en su cama y tomo la laptop, desde que llego había invertido todo su tiempo para investigar sobre el Silbón, para su sorpresa había encontrado que no solo existía información sobre esa aparición si no que había muchas otras. 
El internet estaba plagado de historias sobre encuentros con muchos otros espantos y no podía entender como es que nadie realmente se interesara por darle una explicación u origen a todo aquello, al parecer eran más aquellos quienes no creían que los que sí. 
Pero todas las historias parecían estar llenas de incongruencias, para el era claro lo que había pasado en Guanare, pero se preguntaba si eso sucedía en otros lugares. 
Tiro la laptop a un lado, y se dejo caer en la cama, mirando al techo pensando como es que cosas así ocurrieran y nadie se ocupara de ello. 
Tomo el rosario lo llevaba consigo siempre desde que se lo había puesto en el terminal, apretó la cruz en su mano y sin darse cuenta se dejo caer en un sueño profundo. 
(…) 
—¡Marlon! ¡Marlon! —gritaba Samuel al buscar a su compañero en medio del camino de pasto que conducía a un pequeño riachuelo. —vamos hombre ya es tarde tenemos que irnos, tu mujer tiene que estar loca esperándote. 
—Eres tan bella —dijo Marlon al entrar en una pequeña barraca abandonada. Mientras era llevado de la mano por una mujer alta de cabellera negra larga hasta sus glúteos vestida completamente de blanco. 
—¿Segura qué no tienes marido? —preguntó Marlon, en medio de su borrachera. 
—No amor, por eso te invito a mi casa —contesto la mujer con una voz baja pero ronca. 
Al entrar a la sala de la pequeña barraca, la mujer se giro para besar a Marlon, su tez era tan suave y blanco con unos ojos que parecían negros como la noche y sus labios rosados. 
Marlon, tomo a la mujer entre sus brazos y acariciándola despojándola de su vestido blanco. La mujer se alejo de Marlon, quien la miraba con ojos hambrientos nunca había estado con una mujer tan bella. 
—¿Te gusta lo que ves? —pregunto la mujer, posando para Marlon sensualmente. 
—Sí, me gusta y mucho —contesto Marlon, lleno de lujuria y se abalanzo sobre la mujer desnuda. 
La mujer lo tomo en sus brazos y ambos se comían a besos, gimiendo de deseo entre cada beso que compartían. 
Marlon, detuvo un momento al sentir un pequeño ardo en su labio inferior. Se toco con sus dedos sintió un dolor más agudo acompañado de una pequeña humedad, los reviso y se encontró con la sorpresa de que estaban manchado de una sustancia roja que parecía sangre. Su cuerpo se helo, busco con su mirada en medio de la oscuridad de aquel lugar a la mujer que lo acompañaba. 
Estaba parada justo delante de él, con boca llena de sangre y llena de colmillos tan filosos como navajas y sus ojos eran un rojo vivo que parecían brazas ardientes. 
—¿No te gusta lo que ves? amor mío —dijo la mujer soltando una carcajada tétrica que se metía hasta los huesos. 
—No, no, no, no —repetía Marlon, completamente helado y petrificado del miedo. 
—Hazme tuya —soltó la mujer, abalanzándose contra Marlon. 
Un grito fuerte, penetrante, grave y aterrador se dejo escuchar en medio de la oscuridad del lugar. 
(…) 
—No, no, no, no ¡Fuera! —grito Carlos, en medio de su sueño. 
Se despertó de golpe sobresaltado, sudado con su corazón acelerado y temblando de miedo. Cuando se dio cuenta de que todavía se encontraba en su habitación se obligo a calmarse. Se levanto de la cama y camino hacia su ventana, la abrió y se asomo dejo que la brisa de la madrugada lo refrescara. 
—¿Quién era ese tipo? ¿Habrá sido una pesadilla o algo más? —se dijo mirando la noche oscura y callada. 
Ya en ese punto sabia que en la noche y su callada oscuridad aguardaban los peores miedos de las personas esperando para devorarlos 
 




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