El Silencio de Black Hollow

Capítulo 2: La Casa del Susurro

La primera noche en Black Hollow, Dereck descubrió que su nueva casa estaba viva.

No en el sentido metafórico, como esas casas antiguas que "respiran" con los cambios de temperatura. No. Esta casa susurraba.

Comenzó minutos después de que Claire apagara las luces del pasillo con un "Descansa, Dereck" cargado de algo que no era preocupación. Acostado en la cama, con el dibujo arrugado aún en su puño, Dereck notó que el silencio no era completo. Era un silencio fingido, como si alguien hubiera puesto pausa al mundo solo para poder escuchar mejor.

Entonces llegó el primer murmullo.

No eran palabras. Al menos no al principio. Era un sonido líquido, como alguien arrastrando la lengua sobre los dientes demasiado lento, demasiado húmedo. Venía de la pared a su izquierda, justo detrás de la cabecera de la cama. Dereck se incorporó, los nudillos blanquecinos aferrados al borde del colchón. El sonido se detuvo.

—¿Liam? —llamó en voz baja, aunque sabía que el cuarto de su hermanastro estaba al otro extremo del pasillo.

Nadie respondió.

Fue entonces cuando el frío llegó. Un escalofrío que empezó en sus tobillos y subió como una serpiente hasta su nuca. La ventana estaba cerrada, pero las cortinas —unas telas desteñidas con flores que debieron ser rosas décadas atrás— se movieron como si algo las hubiera rozado al pasar.

Dereck saltó de la cama, los pies descalzos golpeando el suelo de madera con un crujido que sonó obscenamente alto en la oscuridad. Se acercó a la pared de los susurros, la palma de la mano a centímetros de la superficie desconchada.

Toc.

Algo golpeó el otro lado.

Dereck retrocedió tan rápido que tropezó con la mesilla de noche, haciendo caer una lámpara que, milagrosamente, no se rompió al impactar contra la alfombra. Se quedó quieto, conteniendo la respiración, esperando que Claire o Liam aparecieran preguntando qué pasaba.

Nadie vino.

Porque en Black Hollow, los sonidos nocturnos eran tan normales como el canto de los grillos en cualquier otro lugar.

Se obligó a volver a la cama, pero no cerró los ojos. No después de lo que sucedió después.

El murmullo regresó, pero esta vez era distinto. Era una voz. O muchas voces superpuestas, como si varias personas estuvieran tratando de hablar a través del mismo agujero en la realidad.

"Dereck..."

No era su imaginación. Su nombre salía de las paredes, arrastrándose por los rincones del cuarto como una cucaracha por la noche.

"No deberías haber vuelto."

Se tapó los oídos. No sirvió de nada. Las palabras no venían por el aire, sino de dentro de su cráneo, como si alguien hubiera plantado semillas de sonido en su cerebro y ahora brotaran en racimos de sílabas podridas.

—Basta —murmuró, apretando los párpados hasta ver estrellas.

El susurro rio. Fue una risa de dientes rotos y gargantas llenas de tierra.

"Ella te está mirando ahora mismo. Desde el armario."

Dereck no quiso voltear. No quería comprobarlo. Pero su cuerpo actuó antes que su mente, los músculos del cuello girando lentamente hacia el armario empotrado al fondo del cuarto.

La puerta estaba entreabierta.

Y en la rendija más oscura, algo brilló.

No eran ojos. Eran demasiado grandes para ser ojos. Eran círculos perfectos, blancos como la luna llena sobre un cadáver, flotando en la negrura.

Dereck no gritó. No pudo. El aire se había convertido en plomo en sus pulmones. Se quedó paralizado, sintiendo cómo algo goteaba dentro del armario. Algo espeso. Algo que olía a hierro y a flores marchitas.

Entonces, fuera en el pasillo, un escalón crujió.

Las luces del pasillo se encendieron de golpe, filtrándose bajo su puerta. Las voces callaron. El armario se cerró solo, con un golpe seco que hizo temblar los dibujos en las paredes.

—¿Dereck? —era Liam, su voz plana, como si estuviera leyendo un guión—. Claire dice que bajes. Hay... panqueques.

Era 3:17 a.m.

No había panqueques. No había luz en la cocina cuando bajó, solo Claire sentada a la mesa con las manos alrededor de una taza de té frío, sus ojos fijos en él con una intensidad que hizo que el estómago de Dereck se retorciera.

—¿No pudiste dormir? —preguntó, aunque su tono decía que ya lo sabía.

Liam estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el bosque. Dereck vio entonces lo que sostenía en la mano: un cuchillo de cocina, limpio, pero posado sobre su palma como si fuera un objeto sagrado.

—Las paredes... —empezó Dereck, pero Claire lo interrumpió con una sonrisa que le partió la cara como una cicatriz.

—Las casas viejas tienen sus ruidos, cariño. —Su dedo índice golpeó el borde de la taza. Toc. Toc. Toc.— Pero no te preocupes. Aquí estás a salvo.

Dereck miró hacia el pasillo oscuro que llevaba arriba. Desde allí, juró que algo respiraba.

Y entonces entendió la verdad:

No lo habían traído a Black Hollow para vivir.

Lo habían traído para dárselo a la casa.



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En el texto hay: suspenso misterio

Editado: 23.08.2025

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