El espejo del baño tenía una grieta.
No era una grieta cualquiera. Serpenteaba desde el borde inferior derecho hasta el centro, como un relámpago congelado en el cristal. Dereck la descubrió esa mañana mientras se lavaba la cara, el agua fría escurriéndole por la barbilla y goteando sobre el mármol manchado de óxido.
Se miró en el reflejo. Ojeras profundas, pelo revuelto, la marca de la almohada aún fresca en su mejilla. Tres días en Black Hollow y ya parezco uno de ellos, pensó.
Entonces, la grieta se movió.
No fue un movimiento físico. Fue como si algo detrás del cristal se hubiera desplazado, alterando la fractura por un instante. Dereck se inclinó, los dedos rozando la superficie fría.
—¿Te gusta? —dijo una voz a sus espaldas.
Dereck se giró tan rápido que su codo golpeó el jabón, enviándolo a rodar por el suelo. Claire estaba en el marco de la puerta, envuelta en una bata de seda color hueso que le daba el aspecto de un fantasma elegantemente vestido.
—El espejo tiene historia —continuó, avanzando hacia él con pasos que no hacían ruido—. Lo trajo mi bisabuela desde Europa. Dicen que refleja más de lo que debería.
Sus ojos marrones—demasiado oscuros, demasiado húmedos—se clavaron en el reflejo de Dereck en lugar de en él.
—¿Más de qué? —preguntó Dereck, aunque no estaba seguro de querer saber la respuesta.
Claire sonrió, pero no respondió. En lugar de eso, levantó una mano y colocó un dedo sobre la grieta en el espejo, exactamente donde debería estar el corazón de su reflejo.
—A veces —susurró—, si miras con atención, puedes ver a los que se fueron.
Dereck sintió un escalofrío. Volvió a mirar el espejo. Su reflejo lo imitó, pero con un retraso de medio segundo. Un retraso que notó en el parpadeo, en el movimiento de su hombro.
Claire salió del baño dejando tras de sí un rastro de perfume a gardenias y algo más ácido, como vinagre. Dereck esperó hasta que sus pasos se desvanecieron antes de volver a enfrentarse al espejo.
—Estás imaginando cosas —murmuró a su reflejo.
Su reflejo no dijo nada.
Pero cuando Dereck se inclinó para recoger el jabón del suelo y se enderezó de nuevo, por un fragmento de segundo, en el espejo aún estaba agachado.
Y cuando finalmente se puso de pie en el reflejo, no estaba solo.
Detrás de él, apenas visible sobre su hombro izquierdo, había una figura alta y delgada, tan negra como si hubiera sido recortada de la realidad. No tenía rostro, solo un hueco ovalado donde debería estar la cara, y de ese vacío brotaba una sensación de hambre tan intensa que Dereck sintió las lágrimas brotar de sus ojos sin motivo aparente.
Se volvió.
No había nadie.
Cuando miró de nuevo al espejo, la figura seguía allí, pero ahora estaba más cerca, su "cabeza" ladeada como si estudiara a su presa.
Dereck retrocedió hasta chocar con la puerta. El reflejo de la figura levantó una mano—una mancha oscura sin dedos definidos—y la presionó contra el cristal desde el otro lado.
El espejo se empañó donde la mano debería estar.
Dereck salió corriendo del baño, las pisadas resonando en el pasillo. No se detuvo hasta llegar a la cocina, donde Liam estaba sentado a la mesa, desmenuzando un panecillo en migajas cada vez más pequeñas.
—¿Viste algo? —preguntó Liam sin mirarlo, como si supiera exactamente qué había pasado.
Dereck, todavía jadeando, asintió.
Liam finalmente levantó la vista. Sus ojos azules parecían más pálidos que nunca, casi translúcidos.
—Es solo el primero —dijo, y volvió a su panecillo—. Espera a que realmente te vean.
Fuera, el viento golpeó la casa, y Dereck juró que escuchó un sonido como de uñas arrastrándose sobre vidrio.
Desde arriba, el espejo esperaba.
Y ahora, la grieta era un poco más larga.