El Silencio de Black Hollow

Capítulo 11: El Cuarto Prohibido

La puerta al final del pasillo del segundo piso nunca estaba completamente cerrada.

Dereck lo había notado desde su primera noche en la casa: un espacio delgado de oscuridad entre el marco y la madera, como si la habitación respirara. Claire siempre pasaba frente a ella con prisa, los dedos entrelazados como si temiera que la puerta pudiera abrirse por sí sola. Liam, por su parte, ni siquiera miraba en esa dirección.

Esa noche, después de que los demás se hubieran retirado, Dereck se encontró parado frente a la entrada prohibida, una linterna temblorosa en una mano y el diario de Sarah en la otra. Las palabras del Viejo Tom resonaban en su cabeza: "Busca bajo la piedra que no pertenece."

Extendió la mano hacia el picaporte oxidado. El metal estaba frío, tan frío que le quemó la piel al contacto.

—¿Qué diablos...? —murmuró, sacudiendo la mano.

El aire a su alrededor se espesó, cargado con el olor a tierra mojada y algo más dulce, como flores marchitas. Con un último vistazo al pasillo vacío, Dereck empujó la puerta.

El chirrido de los goznes sonó como un grito ahogado.

Dentro, el polvo flotaba en el aire como niebla, espeso y pesado, haciendo que le picaran los ojos. La linterna iluminó primero el suelo: tablas de madera gastadas, marcadas con manchas oscuras que formaban un camino hacia el centro de la habitación.

Y allí estaba.

Un altar.

No era grande, pero irradiaba una presencia que hacía que los pelos de la nuca de Dereck se erizaran. Construido con piedras negras y lisas, como las que bordeaban el pozo del bosque, en su superficie descansaban objetos que hicieron que el estómago de Dereck se retorciera:

  • Un cuchillo de hoja curva, el filo manchado de una sustancia oscura y seca.
  • Siete velas negras, derretidas hasta formar figuras retorcidas que se asemejaban a cuerpos humanos en agonía.
  • Un cuenco de plata con restos de un líquido espeso y rojizo en el fondo.
  • Fotografías. Docenas de ellas, clavadas con alfileres alrededor del altar. Niños. Todos niños.

Dereck se acercó, las rodillas temblorosas. Reconoció algunas caras de las fotos del Viejo Tom, pero otras eran nuevas. En el centro, más grande que las demás, una foto descolorida de una niña con vestido amarillo: Sarah Jacobs.

Pero lo que lo paralizó fue lo que vio al lado de la foto de Sarah: una imagen de Liam, de unos ocho años, con los ojos vidriosos y una sonrisa que no llegaba a sus pupilas dilatadas. Y junto a ella, otra foto, esta vez de él mismo, dormido en su cama, tomada claramente sin su conocimiento.

—No... —la voz de Dereck se quebró.

Entonces, la linterna iluminó algo peor.

En la pared detrás del altar, alguien había tallado símbolos en la madera, formando un círculo perfecto. En el centro, el mismo símbolo que había aparecido en su sueño: ☽✧☾

Y debajo, una lista de nombres.

Los primeros estaban escritos con tinta desvanecida, pero los últimos eran frescos, como si los hubieran repasado recientemente:

  • Lina Graves (2009)
  • Brandon Ketch (2023)
  • Dereck Hollow (¿?)

El aire se le atoró en la garganta. Hollow. No Jacobs. Hollow.

—No es posible... —susurró, pero entonces escuchó el sonido.

Un susurro.

No venía de las paredes, no esta vez. Venía del altar.

Dereck se volvió lentamente, la linterna temblando en su mano. El cuchillo en el altar ahora brillaba, como si algo lo hubiera limpiado recientemente. Y junto a él, algo que no había estado allí antes:

Un pétalo de rosa blanca, fresco, como si lo hubieran arrancado hace minutos.

El susurro creció, convirtiéndose en una voz reconocible:

Dereck...

Era la voz de Liam, pero distorsionada, como si algo intentara imitarla.

Dereck... ven aquí...

La linterna parpadeó.

En ese momento, Dereck notó la piedra.

Entre las que formaban el altar, una no encajaba. Mientras las demás eran lisas y oscuras, esta era áspera, de un gris pálido, con marcas que parecían runas antiguas.

"La piedra que no pertenece."

Se arrodilló, los dedos rozando su superficie. Al hacerlo, la piedra cedió ligeramente, como si estuviera suelta.

Un golpe seco en la puerta lo hizo saltar.

—¿Dereck? —la voz de Claire cortó la oscuridad como un cuchillo—. ¿Qué haces aquí?

Dereck se volvió. Claire estaba en el umbral, pero no era la Claire pulcra y perfecta que conocía. Su cabello estaba despeinado, su vestido de dormir manchado de tierra. Y en sus manos, sostenía algo que hizo que el corazón de Dereck se detuviera:



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En el texto hay: suspenso misterio

Editado: 23.08.2025

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