El Silencio de Black Hollow

Capítulo 12: La Verdad sobre Mamá

La piedra arrancada del altar ardía contra el pecho de Dereck, como si llevara un trozo de hielo al rojo vivo escondido bajo su camisa. Corrió escaleras abajo, los pulmones quemándole con cada respiración entrecortada. Detrás de él, los pasos de Claire resonaban demasiado pesados, como si sus huesos se hubieran vuelto de plomo.

—¡Dereck Alexander Hollow! —rugió su voz, pero ya no era solo su voz. Era un coro de susurros agónicos, de niños llorando, de algo antiguo y hambriento que hablaba a través de su garganta—. ¡No puedes escapar de lo que eres!

El pasillo de abajo se extendía ante él, las paredes palpitanes como si respiraran. Las fotos familiares colgadas allí —imágenes perfectas de Claire, Liam y un padre que nunca había estado— ahora mostraban algo distinto: en cada marco, los rostros se retorcían, sus bocas abiertas en gritos silenciosos.

Dereck giró hacia la cocina, pero se detuvo en seco.

La mesa estaba puesta.

No para una cena.

Para un ritual.

Siete velas negras formaban un círculo alrededor del mantel blanco, ahora manchado de rojo. En el centro, el cuchillo curvo del altar brillaba bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. Y alrededor del filo, dispuestos con precisión quirúrgica:

  • Un mechón de pelo rubio (¿de Liam?)
  • Un diente infantil
  • Tres pétalos de rosa blanca frescos, sus bordes perlados de rocío... o tal vez de sangre

Pero lo peor estaba en la silla principal.

El vestido amarillo de Sarah.

Intacto.

Como si lo hubieran planchado esa misma mañana.

Un sonido líquido llegó desde la puerta. Dereck se volvió lentamente.

Claire estaba allí, pero ya no era Claire.

Su piel palidecía, volviéndose translúcida, como papel de arroz empapado. Bajo su superficie, algo se movía, serpentinas oscuras que se retorcían alrededor de sus huesos. Su boca se abrió demasiado ancha, mostrando filas de dientes que no eran humanos —demasiado afilados, demasiado numerosos— y cuando habló, el olor a tierra de tumba vieja inundó la habitación:

Tú me lo quitaste —acusó, señalando el bulto bajo la camisa de Dereck—. La piedra sagrada. La llave.

Dereck retrocedió hasta chocar con la mesa. El cuchillo tintineó.

—¿Qué eres? —logró gritar, aunque la voz le sonó frágil, como cristal a punto de romperse.

Claire (¿era Claire?) rió, un sonido que hizo que los vasos en los estantes estallaran en lluvia de esquirlas.

¿No lo sabes? —sus dedos se alargaron, las uñas negrándose y creciendo hasta convertirse en garras—. Soy tu legado. Tu sangre. La primera que dijo "sí".

Un golpe en la ventana los hizo girar a ambos.

Afuera, en el jardín, las rosas blancas se mecían violentamente, aunque no había viento. Entre sus tallos, algo se arrastraba. Algo grande.

Dereck no lo pensó dos veces. Agarró el cuchillo del altar y lo lanzó contra Claire con un grito desgarrador.

La hoja la atravesó como si cortara humo.

Claire miró el hueco en su torso, donde la oscuridad se arremolinaba como tinta en agua. Luego sonrió.

Los cuchillos no pueden matar lo que ya está muerto, hijito —susurró, y entonces se abalanzó.

Dereck esquivó por milímetros, corriendo hacia la puerta trasera. El jardín estaba iluminado por una luna grotescamente grande, su luz blanca convirtiendo las rosas en huesos que emergían de la tierra.

Y entonces lo vio.

Bajo el rosal más grande, donde la tierra parecía recién removida, una piedra sobresalía. No como las otras. Esta era blanca, con runas grabadas.

La misma runa que ahora ardía en la palma de su mano sin que él supiera cuándo se la había marcado: ☽✧☾

Un alarido desgarrador vino de la casa. Claire (¿la cosa con forma de Claire?) se retorcía en el umbral, como si un hilo invisible la retuviera dentro.

¡NO! —aulló—. ¡Él es MÍO! ¡LA SANGRE ES MÍA!

Dereck no lo pensó. Corrió hacia el rosal, sus manos cavando en la tierra helada como un poseso. Las espinas le desgarraron la piel, pero no sintió dolor. Solo el latido de la piedra contra su pecho, ahora en sincronía con algo debajo de él.

El primer hueso que encontró fue pequeño. Humano.

Una falange infantil.

Luego otro. Y otro.

Hasta que sus dedos tocaron el libro.

Envolviendo sus huesos en tela negra podrida, estaba el diario que faltaba. El que Brandon Ketch había mencionado.

En la portada, escrito con sangre vieja:

"Los Verdaderos Rituales de los Hollow"



#1023 en Thriller
#500 en Misterio
#377 en Suspenso

En el texto hay: suspenso misterio

Editado: 23.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.