El sótano estaba en silencio, pero el aire vibraba con una energía eléctrica, como si la casa entera contuviera el aliento. Dereck se tambaleó hacia donde Claire yacía en el suelo, ahora apenas reconocible bajo la maraña de raíces blancas que brotaban de su piel.
—Claire... —susurró, aunque no sabía qué decirle.
Las raíces se retorcieron, abriéndose como una flor macabra para revelar su rostro. Sus ojos ya no eran humanos, pero había algo allí—un destello de la mujer que había sido antes de que el pozo la corrompiera.
—Liam... —logró escupir, escupiendo tierra negra—. No.… es... él.
Dereck sintió un escalofrío.
—¿Qué quieres decir?
Claire se aferró a su brazo con dedos que se deshacían en fibras vegetales.
—Busca... bajo... las tablas... —su voz era apenas un susurro—. Donde guardo... los nombres.
Mary lo ayudó a levantarla, pero era demasiado tarde. Con un último estertor, el cuerpo de Claire se desmoronó en un montón de raíces secas y pétalos marchitos. Entre los restos, algo brilló: una llave pequeña y oxidada.
Dereck la recogió, sintiendo su peso anormal en la palma.
—Las tablas del piso —murmuró Mary, señalando hacia una esquina del sótano donde las maderas parecían más nuevas.
Con dedos temblorosos, Dereck encontró una tabla suelta y la levantó. Debajo había un cofre pequeño, cubierto de tierra y telarañas. La llave encajó perfectamente.
Dentro, un diario infantil y una fotografía.
La foto mostraba a una familia: un hombre alto con ojos cansados, una mujer de sonrisa tensa (Claire, pero más joven, más humana) y entre ellos, un niño rubio de ojos azules.
Liam.
Pero la fecha en la parte posterior lo dejó sin aliento: 2005.
Ocho años antes de que Claire se convirtiera en su madrastra.
El diario pertenecía a Claire. Las primeras páginas hablaban de su matrimonio, de su desesperación por no poder concebir. Luego, el cambio:
"Hoy conocí a Lillian. Dijo que podía darme un hijo. Solo debo esperar siete años. Solo debo estar lista para pagar el precio."
Dereck pasó las páginas con manos cada vez más frías.
"El niño es perfecto. Rubio, ojos azules, obediente. Lillian dice que no recordará su vida anterior. Que es un Hollow ahora. Mi Liam."
Mary leyó por encima de su hombro, palideciendo.
—Dios mío...
Pero fue la última entrada la que le partió el alma:
"Lillian me dio otro hijo hoy. Uno de sangre verdadera. Dice que debo criarlos juntos, que cuando llegue el momento, el ritual será completo. Pero no puedo mirar a Dereck a los ojos. Porque sé la verdad: Liam no es suficiente para el pozo. Nunca lo fue. Él solo es el cebo."
Dereck dejó caer el diario como si lo hubiera quemado.
—Liam no es mi hermanastro —susurró—. Es otro niño secuestrado. Como los demás.
Mary lo tomó del brazo.
—Es peor que eso —dijo, señalando una línea casi borrada en el diario—. Lee.
"Lillian me advirtió: Liam no es el primero. Hubo otros antes. Y si falla, habrá otros después."
Un ruido arriba los hizo mirar hacia las escaleras.
Pasos.
Lentos.
Metódicos.
Liam.
Pero cuando apareció en lo alto de las escaleras, Dereck supo al instante que algo estaba terriblemente mal.
Su piel estaba pálida como la cera, sus ojos completamente negros. En una mano sostenía un cuchillo de cocina manchado, en la otra, un juguete de trapo hecho con retazos de vestido amarillo.
—Dereck —dijo, pero la voz no era la suya. Era demasiado aguda, como la de un niño pequeño—. Mamá dice que es hora de jugar.
Mary retrocedió.
—Eso no es Liam —susurró—. Es lo que el pozo puso dentro de él.
Dereck miró la foto otra vez, luego a la cosa que usaba el cuerpo de Liam.
—¿Quién eras? —preguntó, desafiante—. ¿Quién fuiste antes de que te convirtieran en esto?
La cosa que era Liam sonrió, mostrando dientes que ahora eran demasiado pequeños, demasiado afilados.
—El primero —respondió en ese tono infantil espeluznante—. El que no lloró cuando lo enterraron vivo.
Y entonces Dereck lo entendió.
Liam no era el primer niño secuestrado.
Era el primer sacrificio.
El original.
El que había comenzado todo.
Y ahora estaba aquí, listo para terminar lo que empezó.
La cosa-Liam bajó las escaleras con movimientos espasmódicos, el cuchillo brillando bajo la tenue luz.
—Mamá prometió que, si te llevaba al pozo, me dejaría libre —canturreó—. ¿Vendrás, hermano? ¿Jugaremos un último juego?
Dereck miró a Mary, luego al cuchillo ceremonial en el suelo.
Tomó una decisión.
Agarró el cuchillo y cargó.