La noche había caído sobre el castillo de Anethar, un lugar que había sido testigo de siglos de poder y grandeza, donde la nobleza elfica y humana convivían en una aparente armonía. Lyria, la joven duquesa de ascendencia élfica, se encontraba en los salones del castillo, ataviada con un vestido de seda plateada que brillaba a la luz de los candelabros. Su rostro, de delicados rasgos élficos, reflejaba serenidad, pero sus ojos mostraban una intensidad que pocos conocían. Junto a ella, Kael, su prometido y duque de la región, observaba la celebración con una mezcla de orgullo y preocupación.
El evento no se trataba solo de un festín, sino una forma de celebración de la derrota sobre las tierras del norte, que habían sido recientemente conquistadas por el ejército mixto de humanos y elfos. Todo parecía ir de maravilla. Los nobles debatían sobre la expansión y el reparto de tierras, y los bardos cantaban antiguas leyendas. Sin embargo, algo iba mal; algo muy vendía en el aire y tanto Lyria podía sentirlo de manera extrema.
- ¿Estás segura de que todo está bien? - preguntó Kael en voz baja, acercándose a su lado.
Lyria asintió, aunque su mirada no dejaba de recorrer el salón. Algo no estaba bien, pero no sabía qué. Fue entonces cuando las puertas del salón se abrieron con estrépito. Una figura alta, envuelta en una capa oscura, avanzó hacia el centro de la sala y los murmullos se convirtieron en una sorda de inquietud.
- ¿Quién te ha permitido la entrada? - demandó Kael, pero la figura no respondió. En cambio, levantó una mano, y en un destello de luz, las luces del salón comenzaron a parpadear y luego se apagaron por completo.
Un rugido que nunca antes se había escuchado en esos pasillos resonó desde el exterior, apareciendo una horda de criaturas nocturnas, vampiros y hombres lobo, entre otros seres, esparciendo el caos a su paso. Nadie sabía cómo habían llegado tan rápido, ni su manera de eludir las defensas del castillo.
Lyria y Kael se unieron para proteger a los nobles presentes, pero el ataque fue brutal. Los hechizos volaban por el aire, las espadas se entrechocaban, y los gritos llenaban la atmósfera. Lyria, con una agilidad sobrenatural, desató su magia élfica, mientras Kael canalizaba el poder ancestral de su linaje. Pero pronto, se dieron cuenta de que estaban perdiendo.
- ¡No puede ser! ¿Cómo sabían de este ataque?—gritó Kael, mientras cubría a Lyria de un golpe mortal de un vampiro con sus propios hechizos.
De repente, una figura apareció ante ellos: un hombre alto, de rostro sombrío y ojos rojos como sangre, que se presentó como el líder de la rebelión.
— “La caída de estas familias ha llegado”, dijo con una sonrisa cruel — “Esto es solo el principio.”
Antes de que pudieran reaccionar, un golpe los lanzó hacia el suelo, dejándolos inconscientes.
Lo que Lyria vio al despertar fue la peor vista imaginable. El castillo de Anethar había sido devastado, y su familia estaba exterminada. Lyria y Kael, eran dos de los pocos sobrevivientes del ataque y las bestias que acechaban en la oscuridad solo lograban acentuar el sentido de desesperación.
- No hay tiempo que perder — dijo Kael con voz grave, mientras ayudaba a Lyria a levantarse — debemos escapar, y averiguar a quién nos ha traicionado.
El castillo destruido y sin un aliado a la vista, los dos comenzaron su huida hacia tierras desconocidas tan rápido como les fue posible. En el horizonte, las primeras luces del amanecer resplandecen en la mañana más hermosa que esta tierra haya visto condenada al amanecer, pero lo que les esperaba a ellos está más allá de la oscuridad.Capítulo 1: La Noche de la Traición
Editado: 14.11.2024