Con la creciente amenaza de Daeron, los viajes de Lyria y Kael se tornarán más oscuros y llenos de secretos, además el destino de las razas ahora depende de ellos. El Orbe, mientras tanto, sigue siendo tanto una fuente de poder como un recordatorio de los sacrificios que vendrán.
El cielo sobre las Montañas Sombrías estaba gris y opresivo, cubierto por nubes que parecían no moverse nunca, como si la misma naturaleza se hubiera rendido ante la oscuridad que se cernía sobre el mundo. Lyria y Kael caminan en silencio, con los ecos de sus pasos resonando sobre el suelo rocoso, la fría brisa que soplaba desde las cumbres les calaba hasta los huesos, pero ninguno de ellos parecía notar el clima. Ambos estaban demasiado centrados en lo que les esperaban, en la verdad que solo los antiguos sabían.
Saphira, siempre tan serena, lideraba el grupo, su mirada fija en el horizonte como si estuviera leyendo algo invisible.
– No hay tiempo que perder. Daeron está más cerca de lo que creemos, cada hora que pasa, sus fuerzas crecen – dijo con tono grave, sin girarse.
Kael apretó los dientes, mirando a Lyria a su lado. Su rostro mostraba determinación, su mente estaba plagada de dudas, por la visión constante de su familia asesinada, la caída de su reino, las cicatrices profundas que aún no habían sanado y todo eso lo impulsaba hacia adelante. Pero ahora había algo más en él, una sensación incómoda que no podía ignorar porque el poder del Orbe que había entrado en Lyria ya estaba comenzando a manifestarse de maneras extrañas.
– ¿Estamos realmente preparados para esto? – preguntó Kael, su voz apenas un susurro – El Orbe no es solo una herramienta de poder, es un peso. ¿Estamos seguros de que podremos controlar su magia?
Lyria, caminando junto a él, se detuvo un momento. Sus ojos, que antes eran claros y llenos de vida, ahora reflejaban una complejidad profunda, como si estuviera conectado a algo más allá de lo humano.
– No lo sé – respondió con una sinceridad que lo sorprendió – Pero no tenemos opción, si no lo usamos, Daeron ganará. Y todos los sacrificios de nuestras familias habrán sido en vano.
Saphira, al escuchar sus palabras, se detuvo y se giró hacia ellos. Sus ojos brillaban con una mezcla de sabiduría y preocupación.
– El poder del Orbe no solo les dará fuerza, Lyria. También los marcará cada vez que lo uses, una parte de tu élfica se desvanecerá, pero tal vez esa sea la única manera de enfrentarte a Daeron.
– ¿Qué quieres decir con parte de tu élfica? – Kael frunció el ceño.
– El Orbe no es solo magia. Es un artefacto de equilibrio con cada acto de magia que utiliza, algo de ti, de tu esencia y con el tiempo, si no eres cuidadosa, podrías perder lo que te hace ser tu – Saphira lo miró fijamente.
Lyria respiró hondo, pero no dijo nada. Sabía lo que significaba esa advertencia y el precio que tendría que pagar por la magia que desataba era alto, pero ese poder era la única esperanza que quedaba.
El santuario de los elfos estaba en las profundidades de las montañas, escondido entre enormes acantilados, su entrada oculta por una capa de niebla mágica. Saphira, al parecer, conoció el camino, y mientras caminaban, la niebla se despejaba a su paso, revelando una gran puerta de piedra tallada en los costados de una montaña.
– Este es el último refugio de los elfos antiguos – dijo Saphira mientras empujaba la puerta con facilidad – Aquí se guardan los conocimientos que se perdieron cuando Daeron y su ejército fueron derrotados. Aquí es donde encontraran la clave para derrotarlo.
Lyria y Kael intercambiaron una mirada. Sabían que lo que les esperaba era más que simplemente obtener respuestas. El santuario de los elfos no solo albergaba secretos, sino también poderosos guardianes y pruebas que pondrían a prueba su voluntad.
Al cruzar el umbral, un pasillo largo y oscuro se extiende frente a ellos. El aire estaba impregnado de magia ancestral y las paredes estaban cubiertas de símbolos brillantes que pulsaban con una luz propia, como si el lugar respirara con cada paso que daban parecía resonar en la quietud y el silencio se sentía pesado, como si los observasen desde las sombras.
– Este es el lugar donde los elfos se preparaban para enfrentar a la oscuridad. Las pruebas que deberán superar no solo son físicas, sino espirituales – dijo Saphira mientras avanzaba con cautela.
Kael miró a Lyria, preocupado por el cansancio que comenzaba a notarse en su rostro. Sabía que la magia del Orbe no solo la fortalecía, sino que también la agotaba, drenando su energía vital.
– ¿Te sientes bien? – le preguntó en voz baja.
– Lo estoy controlando, no te preocupes – Lyria asintió, pero no lo miró a los ojos.
Pero Kael no estaba seguro, cada vez que Lyria utilizaba el poder del Orbe, su aura se tornaba más distante, como si estuviera perdiendo una parte de sí misma. El temor de perderla lo consumía, pero sabía que no había marchado atrás.
El pasillo se abrió finalmente en una gran cámara, cuyo techo estaba adornado con intrincadas constelaciones talladas en las rocas, brillando con una luz plateada. En el centro, sobre un pedestal de cristal, descansaba un antiguo grimorio. Saphira se acercó a él, reverente.
– Este libro contiene los secretos que buscan – dijo, tocando la tapa con delicadeza – Pero antes de que poder leerlo, deben enfrentar la prueba.
Lyria, Kael y Saphira se acercaron, y de repente, las paredes de la cámara comenzaron a cerrarse lentamente, el sonido de las piedras moviéndose, resonando en el aire. Una figura apareció ante ellos, materializándose de la misma niebla que había rodeado la entrada. Era una figura alta, con una capa de oscuridad que cubría su rostro, y solo los ojos brillaban con una luz roja, como las llamas.
– Solo los dignos pueden leer el grimorio – dijo la figura, su voz profunda y llena de autoridad – Demostrar su valía, o quedaran atrapados aquí, en esta cámara, para siempre.
Editado: 14.11.2024