Las palabras de Saphira resonaban en sus mentes. Habían logrado superar la primera prueba, pero el precio del poder que Lyria había desatado ya comenzaba a cobrar su factura. Sin embargo, sabían que el viaje aún no había terminado, el enfrentamiento con Daeron estaba cada vez más cerca y la oscuridad que se extendía por el mundo los rodeaba más que nunca.
Mientras, Lyria sostenía el grimorio en sus manos, algo cambió en su mirada. Habían llegado hasta aquí, y el futuro ya no parecía tan incierto.
El aire en la cámara era denso, impregnado con la magia ancestral que aún flotaba en las paredes. Lyria se levantó lentamente, sintiendo cómo el agotamiento la invasión tras el último enfrentamiento debido al uso a los poderes del Orbe habían resucitado algo profundo dentro de ella, algo que, aunque poderoso, también la desbordaba, dejándola y débil vulnerable. Kael, a su lado, la observaba con inquietud, su rostro lleno de preocupación.
–¿No deberías hacer esto? – preguntó Kael, tomando su mano con suavidad, como si temiera que, al tocarla demasiado fuerte, pudiera romperse. Lyria miró sus ojos, buscando a consuelo en su presencia.
– No lo sé – admitió, su voz apenas temblando – Esto me da poder, pero también me quita... algo que siento como si no fuera yo misma.
Saphira, que había estado observando en silencio, se acercó con paso firme.
– No es solo una fuente de poder, es un artefacto que conecta con las raíces más antiguas de la magia y aquellos que lo usan deben estar dispuestos a perder una parte de sí mismos. Lyria, tú no solo estás luchando contra Daeron, sino contra ti misma.
– Lo sé, no tengo elección porque no puedo permitir que el mundo caiga en las manos de alguien como Daeron – Lyria miró a la hechicera, su expresión seria.
– Entiendo tu determinación, pero debes comprender también que el poder sin control puede destruir incluso a los más grandes héroes. El Orbe no es algo que puedas usar sin consecuencias, si no eres cuidadosa, podrías terminar como los que cayeron antes que tú – Saphira avanza lentamente, con una sombra de comprensión en sus ojos.
– No quiero perderte, Lyria, has cambiado. Esa cosa te está consumiendo – Kael frunció el ceño, mirando a Lyria con una mezcla de miedo y admiración.
–¡No quiero escuchar eso! ¿Qué harías tú en mi lugar, Kael? ¿Ver cómo todo lo que amamos se destruye por alguien que no tiene ni la más mínima piedad? ¡No puedo quedarme de brazos cruzados! – Lyria apretó los dientes, una oleada de furia pasando por su rostro.
Las palabras de Lyria resonaron con fuerza en la cámara, haciendo eco en las paredes. Kael la miró fijamente, viendo la tormenta que se libraba dentro de ella y en sus ojos, también podía ver la vulnerabilidad que ella trataba de ocultar porque había que su rabia no era solo por lo que había perdido, sino también por lo que temía convertirse.
– No todo está perdido, Lyria. El conocimiento que buscas está en este libro y el Orbe los ha marcado, solo enfrentando lo que los aterra encontraran la clave para derrotar a Daeron – Saphira dio un paso hacia el pedestal donde reposaba el grimorio antiguo.
Lyria se acercó al grimorio, sus dedos tocando la superficie de la tapa, que brilló débilmente bajo su toque por el poder dentro de ella que comenzó a vibrar, como si el Orbe respondiera a la presencia del libro. Al abrirlo, las páginas se despliegan solas, revelando antiguos símbolos y hechizos escritos en un idioma que parecía familiar, pero también lejano.
Un pulso de energía recorrió el aire, y de repente, Lyria quedó rodeada por una visión.
La Visión:
Se encontraba en un vasto campo de batalla, rodeado de sombras y criaturas desconocidas. Las fuerzas de Daeron avanzaban, lideradas por figuras oscuras con ojos rojos, sus cuerpos cubiertos por armaduras negras. En el horizonte, las ruinas de un castillo antiguo se erguían, marcadas por las cicatrices de una guerra larga y dolorosa.
En medio de la lucha, Lyria vio a Daeron. Su rostro era pálido y casi etéreo, como si no perteneciera al mundo mortal, su mirada estaba llena de odio y desprecio; En su mano, sostenía un artefacto brillante, un objeto que Lyria reconoció de inmediato: el mismo Orbe que ahora descansaba dentro de ella.
– Has caído en mi trampa, Lyria. El te consume, y cuando me unifique con su poder, todo será mío – Daeron la miró fijamente, y una sonrisa cruel se dibujó en sus labios.
Las palabras de Daeron resonaron en la visión, y de repente, Lyria fue arrastrada hacia la oscuridad.
El despertar:
–¡Lyria! – La voz de Kael la sacó de la visión. Ella respiraba agitadamente, su rostro pálido y empapado en sudor, mientras el grimorio caía de sus manos, y Kael estaba a su lado, sosteniéndola con firmeza.
– ¿Qué sucedió? – preguntó, su voz llena de preocupación.
Lyria se quedó en silencio, mirando las páginas del grimorio.
– Vi... vi lo que Daeron quiere hacer. Quiere fusionarse con el Orbe, convertirse en una entidad inmortal, una fuerza que dominará a todas las razas y el Orbe... el Orbe lo aceptará. No hay nada que lo detenga.
– No es del todo cierto. El Orbe no puede ser controlado tan fácilmente, incluso por alguien tan poderoso como Daeron, pero sí, si él logra unirse a su energía, será casi imposible detenerlo y hay una única manera de evitarlo – Saphira, que había estado observando en silencio, finalmente habló.
Lyria la miró con intensidad.
Editado: 14.11.2024