El aire en el plano del Orbe era denso y cargado de energía. Las sombras y luces se entrelazaban, formando figuras que parecían cobrar vida y desvanecerse en un instante. Lyria avanzaba lentamente, cada paso una batalla contra la resistencia mágica que intentaba detenerla. Sabía que Daeron estaba cerca, esperando, controlando cada rincón de este mundo ilusorio que era tan real como el dolor que sentía en sus venas.
— "Has llegado lejos, pero es aquí donde todo termina" — resonó la voz de Daeron, profunda y amenazante. La figura del hechicero emergió de las sombras, envuelta en un manto de energía oscura que ondulaba como humo a su alrededor, y sus ojos eran pozos de vacío.
Lyria sintió el peso de su propia magia retorciéndose en su interior. La conexión con el Orbe la hacía más fuerte, pero también más frágil, como si un solo paso en falso pudiera destruir su esencia. No podía permitirse vacilar.
— Esto no acaba aquí, Daeron. He visto lo que eres y lo que quieres hacer. No puedes ganar — dijo Lyria, intentando que su voz.
— ¿Y qué harás para detenerme? El poder que tú has aceptado no es más que una fracción de lo que este — Daeron rio, un sonido que rebotó como un eco siniestro.
Antes de que Lyria pudiera responder, Daeron levantó una mano y una ola de energía oscura se abalanzó sobre ella, como un manto que quería sofocarla. Lyria reaccionó instintivamente, levantando ambas manos y creando un escudo de luz brillante que repelió la sombra que impacto y sacudió el suelo etéreo bajo sus pies, pero ella se mantuvo firme, sintiendo el calor.
— ¡No eres su maestro! ¡Solo eres un ladrón desesperado! — gritó Lyria, liberando un rayo de energía azul que rasgó el espacio entre ellos, cortando a través de la oscuridad que Daeron proyectaba. El hechicero retrocedió, una chispa de sorpresa cruzando su semblante antes de que se desaparezca.
La batalla se intensificó, ráfagas de luz y sombra chocaron en una danza mortal, desatando relámpagos que zigzagueaban por el vacío y hacían vibrar el aire. Lyria sintió que cada golpe resonaba en sus huesos, como si el plano mismo estuviera reaccionando a su lucha. Por un momento, todo se detuvo.
Entonces, una voz suave y conocida resonó en su mente.
— "Recuerda quién eres, Lyria" — Era Kael, su imagen brillando en el rincón de su conciencia, el amor y la determinación que ella sintió por él la llenaron.
Lyria cerró los ojos por un instante, sintiendo cómo el amor y la esperanza se infiltraban en su alma, impulsándola hacia adelante. Recordó todo lo que había perdido y todo lo que aún podía salvar, Kael, su familia, su gente, el mundo entero dependía de ella.
— ¡No voy a dejar que te salgas con la tuya, Daeron! — gritó Lyria, abriendo los ojos con determinación. La luz que emanaba de su cuerpo se intensificó, cegadora en su pureza y a su alrededor, las sombras comenzaron a agitarse, como si temieran la fuerza que estaba por desatarse.
Daeron, visiblemente molesto por el resurgir de su energía, extendiendo sus manos hacia el cielo, convocando una tormenta de oscuridad que parecía tragarse todo a su paso. El vacío que había creado antes de expandirse, su presencia envolviendo el espacio como una niebla asfixiante. Pero Lyria no retrocedió.
— El poder que me ha dado no es solo para destruir, Daeron. Es para restaurar el equilibrio, para sanar. No me controlas — declaró, su voz vibrando con la autoridad de su línea élfica. Con una decisión feroz, alzó las manos y las canalizó hacia el centro de su pecho, donde el Orbe brillaba como un faro.
La luz que emanaba de ella se expandió, tomando forma, como una armadura de energía pura que cubría su cuerpo. Las sombras de Daeron se vieron desterradas, al menos por un instante, y la luz de Lyria creció más intensa, como si el Orbe mismo le prestara más poder, haciendo que se sintiera más fuerte, conectado con la magia que corría por su ser. Ya no era una mera pieza en este juego: era la jugadora.
— Te he subestimado, Lyria — dijo Daeron, con un tono cargado de furia y sorpresa. — Pero aún no entiendes lo que realmente está en juego aquí.
— Lo entiendo perfectamente. Tú quieres controlar el Orbe para usarlo en tu propio beneficio, pero no te das cuenta de que no puede ser controlado. Solo puede ser... liberado — Lyria dio un paso adelante, no dispuesta a ceder ni un centímetro.
Con un grito de desafío, Lyria extiende las manos, canalizando la magia del Orbe en un solo punto. El poder se concentró, creando una explosión de luz que iluminó todo el plano, una luz tan brillante que hizo que incluso Daeron retrocediera, mientras que los vientos oscuros que él había conjurado fueron arrasados, disipándose en el aire.
En ese momento, Lyria sintió una presencia fría y oscura detrás de ella. Daeron, reconociendo su pérdida de control, intentó una maniobra final. En un destello de oscuridad, la sombra del hechicero la atacó por la espalda, penetrando sus defensas y enviándola a tierra.
El golpe la dejó tambaleante. La energía que había reunido se desvaneció, y por un breve momento, el Orbe en su pecho dejó de brillar cayendo de rodillas, luchando por mantenerse consciente, pero la fatiga era demasiada. Daeron se acercó, su figura desfigurada por la ira, y levantó la mano para acabar con ella.
— Es inútil, Lyria. Nada puedes hacer ahora porque el Orbe es mío — dijo, su voz llena de arrogancia.
Editado: 27.11.2024