La tensión en la sala del trono del rey vampiro era palpable. El silencio reinaba, roto solo por el suave crujido de la madera bajo el peso de los pasos que resonaban en el suelo de mármol. Lyria, Kael y el rey vampiro se encontraron frente a frente, las palabras de la elfa aún flotando en el aire, y el orbe que colgaba del cuello de Lyria emitía un suave resplandor, un recordatorio constante del poder que poseían, pero también del grave peligro que se cernía sobre ellos.
El rey vampiro, un hombre de presencia imponente y mirada penetrante, parecía sopesar cada palabra antes de hablar.
—Han hecho lo que muchos pensaban imposible. El Orbe, el objeto que muchos temían y otros codiciaban, está ahora en sus manos. Pero unirme a su causa... no será sencillo. —Su voz era fría, pero no exenta de curiosidad.
—No estoy pidiendo que lo hagas por lealtad, sino por supervivencia. El portal no solo afecta a los elfos, ni a los hombres lobo, ni a las hadas. Afecta a todos, incluso a tu gente, y el caos que se desatará será catastrófico. —Lyria no retrocedió ni un paso. Sus ojos, decididos y serenos, se posaron en el rostro del rey.
Kael se cruzó de brazos, observando al rey. Sabía que los vampiros no serían fáciles de convencer, pero confiaba en la fortaleza y sabiduría de Lyria.
—Lo que Lyria dice es cierto. Nadie está a salvo. No hay más tiempo para conflictos internos ni desconfianzas y el mundo que conoces se desmoronará si no tomas una decisión.
El rey vampiro se levantó lentamente, caminando con paso solemne hacia una ventana abierta que mostraba el horizonte nocturno.
—Entiendo lo que dicen, pero lo que proponen no es solo una unión de razas, sino una transformación del poder. Los vampiros hemos caminado por las sombras durante milenios, alejados de los demás. Nuestra raza no se doblega fácilmente, y el temor de perder nuestra independencia es más fuerte que cualquier amenaza exterior.
—No estamos pidiendo que pierdan su autonomía. Incluso los vampiros no podrán sobrevivir a lo que se avecina si no somos capaces de cerrar ese portal. —Lyria lo observó, sus palabras cuidadosamente elegidas.
El rey vampiro se giró lentamente, sus ojos fijos en los de Lyria, y por un momento, hubo algo en su mirada que no era simplemente desconfianza. Había algo más, un eco de reconocimiento, de alguien que había visto demasiado y entendido a duras penas lo que significaba el sacrificio.
—Y si fallan —dijo, con su tono bajo y grave—, ¿quién tomará la responsabilidad de la caída de todos?
—Yo — Lyria no dudó.
El rey vampiro observó a ambos con una nueva apreciación, aunque su rostro seguía imperturbable.
—Entonces, si fallan, ¿serán responsables no solo de nuestro pueblo, sino de todos los que vivimos en las sombras? ¿Tendrá el Orbe el poder suficiente para restaurar el equilibrio, o simplemente consumir?
La pregunta era legítima, y la duda era algo que Lyria había enfrentado en su propio corazón.
— El Orbe es una herramienta, pero no tiene todo el poder.
—Es hora de que las razas dejen de vivir con sus miedos y rencores. O todos caemos, o todos nos levantamos juntos. No hay otra opción —Kael agregó con firmeza.
El rey vampiro permaneció en silencio, su rostro oculto en la penumbra, pero sus ojos reflejaban una guerra interna. Finalmente, ascendió con lentitud.
—Están pidiendo más de lo que la mayoría estaría dispuesta a ceder. Lo que está en juego es demasiado grande y el caos no discrimina entre razas. Habrá guerras, traiciones, sacrificios... pero si conseguimos unirnos, tal vez haya esperanza.
—Gracias. Comenzamos con los demás, y tal vez los vampiros sean el primer paso hacia lo que tanto necesitamos. —Lyria respiró hondo.
—Comenzaremos por aquí. Pero no esperen que todos los vampiros acepten tan fácilmente su causa. Aún habrá muchos que no quieran ceder. —El rey vampiro dio un paso atrás, su mirada volviendo a las sombras.
—Lo sabemos — respondió Kael—, pero no hay tiempo para esperar. Cada momento que perdemos es un paso más cerca del desastre.
La reunión con el rey vampiro había terminado, pero la verdadera batalla estaba por comenzar. Mientras se dirigían hacia la salida del palacio, Lyria y Kael sabían que el siguiente paso era aún más difícil: reunir a las otras razas y convencerlas de lo que estaba en juego. La desconfianza entre ellas era profunda, y cada una llevaba siglos de historia, conflictos y traiciones. La idea de la unidad sonaba casi imposible, pero era su única esperanza.
El primer paso había sido dado, pero aún quedaba mucho por recorrer.
Editado: 27.11.2024